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Julio, 1979.

Liú Tian se encontraba en el centro del cuarto. Había encendido la radio vieja de Xiao Zhen, que desentonaba del todo con su habitación vacía y en esencia blanca. Por sus parlantes antiguados y sucios se reproducía la canción Boogie wonderland, el último hit musical de la época. Sin importarle que Xiao Zhen no lo acompañase, Liú Tian bailaba haciendo una imitación bastante graciosa de Fiebre de sábado por la noche. Hace mucho tiempo que había aprendido que a Liú Tian le encantaba bailar. No importaba la ocasión o el lugar, si tenía la oportunidad, lo haría exactamente como en ese instante. Bailar lo hacía feliz, y a Xiao Zhen le hacía feliz verlo así.

La música no estaba fuerte, por lo que Liú Tian dejó de bailar cuando la cama rechinó: Xiao Zhen se había puesto de pie para ir hacia él. Lo abrazó por la cintura, una risa burbujeante salió de Liú.

—Me gusta esto —dijo, abrazándolo por el cuello.

Estuvieron moviéndose contra el otro hasta que la canción llegó a su fin y comenzó un nuevo bloque llamado Lo que el viento se llevó, un programa de radio en el que se interpretaban casos de la vida real. Con expresión descontenta, Liú Tian se soltó de él y apagó el aparato.

—Me da escalofríos ese programa —contó—. Mi abuela lo oía mientras cocinaba, así que mis siestas de pequeño eran básicamente pesadillas con esas historias.

—A mí me gusta, de vez en cuando la escucho.

Liú Tian se volteó hacia él con las cejas alzadas.

—Y luego soy yo el raro de la relación.

Eso lo hizo reír. Ya que se veía molesto, se le acercó para volver a abrazarlo por la cintura. Aprovechó para pellizcarle el abdomen con cariño. Liú Tian se quejó de inmediato.

—Deja de hacer eso, Carloncho —gruñó con indignación.

—Pero me gusta.

—Y a mí me gusta tu pene y no por eso te lo muerdo.

Alejó la mano de inmediato.

—Está bien, tú ganas.

Con un suspiro cansino, Liú Tian agarró su brazo y lo posicionó sobre su barriga otra vez.

—Al final, el que se sale siempre con la suya eres tú —se quejó con falsa molestia—. Tócame, solo no me piñizques. No quiero tener que inventarme una novia si alguien me ve el estómago.

Dejó de jugar con su piel.

—¿Por qué alguien te vería ahí?

Liú Tian sonrió con picardía.

—¿Acaso mi Carlitos está celoso?

—No —balbuceó—, solo digo.

Liú Tian puso los ojos en blanco y luego apuntó el dinosaurio que ocupaba la mesa de noche de Xiao Zhen.

—Te regalé un braquiosaurio solo porque te gustan, ¿y te pones celoso? Soy el mejor novio del mundo entero.

—Es un tiranosaurio —corrigió Xiao Zhen.

Liú Tian le tiró la oreja.

—No seas atrevido conmigo.

Dejándose caer con pesadez sobre el colchón, Xiao Zhen se recostó dándole la espalda. Liú Tian lo nalgueó. Al voltear el rostro hacia él, el chico se encogió de hombros.

—Tu trasero me provocó, lo juro.

Riéndose con buen humor, Liú Tian también se acostó y lo abrazó por la espalda, pasándole una pierna por sobre la cadera. Su entrepierna le rozó el trasero.

Decalcomanía (Novela 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora