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Junio, 1987

—Xiao Zhen —canturreó Liú Tian.

Se despertó asustado. Todavía con el corazón acelerado, observó a Liú Tian que se encontraba acostado a su lado. Tenía el codo apoyado en la almohada y se sujetaba la cabeza con el brazo. Parecía llevar mucho tiempo en esa postura.

—No quería despertarte —se disculpó—, pero se está haciendo tarde y tengo que irme.

Afuera de la ventana del cuarto, el sol recién comenzaba a salir por las montañas. Más tranquilo, se acercó a Liú Tian acurrucándose contra su cuello. Deslizó la nariz por su piel cálida. Olía a hogar, también a felicidad.

Liú Tian comenzó a reír.

—¿Me estás oliendo? —preguntó.

No le contestó, porque Xiao Zhen lo sujetó por las piernas y lo hizo caer de espalda. Se recostó sobre Liú Tian, que observaba el cielo falso del cuarto mientras le acariciaba la espalda con pereza.

—Me tengo que ir —le recordó.

—Irina y Nana llegaran por la noche, puedes quedarte más tiempo conmigo.

Fingió meditarlo. Su expresión desinteresada no duró mucho tiempo porque Xiao Zhen había encontrado su erección matutina y comenzó a acariciársela.

—Mi resistencia es una vergüenza cuando me tocas así —se quejó Liú Tian con falsa molestia.

Sus bocas se encontraron a la medida que la mano de Xiao Zhen subía y bajaba por la erección de Tian.

—Mm, alientos matutinos —se rio Liú Tian—, ¿por qué de pronto se me hace esto lindo?

Quizás porque no estaban acostumbrados a despertarse juntos. Los momentos en que se podían ver se contaban con los dedos y en los que podían realmente besarse y hacer algo más, eran todavía más escasos. Despertar juntos y besarse por la mañana, cuando todavía no se habían duchado ni mucho menos lavado los dientes, se convertía en una nueva sensación de tibieza, familiaridad y cariño.

Estuvieron en la cama más tiempo de lo que habían planeado, porque ninguno de los dos quería realmente terminar el momento. El primero en levantarse fue Charles, que se dirigió directo a bañar. En medio de su ducha, Liú Tian abrió la cortina.

—Pensé que necesitarías ayuda —dijo encogiéndose de hombros.

Terminaron preparando el desayuno pasado las diez de la mañana. Con el cabello todavía húmedo por la ducha y llevando solo ropa interior y una camiseta, Xiao Zhen preparaba unos huevos revueltos. Liú Tian lo esperaba sentado en la isla. Iba vestido a excepción de los zapatos, por lo que Charles pudo notar que uno de sus calcetines estaba desgastado en uno de sus dedos.

Apagó el fuego.

—Espérame, no comiences a comer sin mí —le pidió.

—¡Qué conste que yo no prometí nada! —gritó Liú Tian desde la cocina.

Fue a su cuarto y comenzó a rebuscar en su ropero. Al parecer demoró mucho, porque Liú Tian se le unió. No lo ayudó a buscar, pero le dio un beso en la nuca y lo abrazó por la espalda.

—¿Qué haces, Carlitos? —quiso saber.

No alcanzó a responder porque, justo en lo más escondido del closet, tocó por fin un papel. Sacó el resto de las cosas hasta que logró alcanzar el paquete. Era un regalo mal envuelto y arrugado, el papel en una de las puntas estaba roto y la rosa roja se encontraba desecha.

Decalcomanía (Novela 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora