Capítulo 1: Vida adolescente

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— Ah~ a-ah~.— Los ahogados gemidos eran lo único que llenaban el silencioso lugar oscuro, donde apenas entraba la luz.— Vamos idiota... ah~... ya... e-es tarde.— El chico apenas pudo formular alguna palabra, pues el placer que le generaba cada embestida era como un pequeño orgasmo.

El chico que estaba parado no dijo nada, sólo se limitó a callar al chico con fuertes embestidas. Odiaba hablar mientras se follaba a alguien y más si era ese chico rubio que a veces llegaba a irritarle.

El más bajo se aferraba con fuerza a su espalda, llegando incluso a rasguñarlo al clavar sus uñas. Era irónico como a pesar de decirle que ya debería parar porque follar en los baños de los vestidores, a las putas 3:00 de la mañana, escondiéndose por el toque de queda del campus, el rubio se aferraba a él como si no quisiera que lo soltara, porque sabía que lo estaba disfrutando tanto como él.

Las quejas entre gemidos siguieron por algunos minutos más, que eran calladas por fuertes embestidas. El rubio que estaba sobre los lavabos llegaba a ser irritante cuando se preocupaba tanto por un maldito toque de queda, o cuando se quejaba de que si los encontraban en esa situación, lo menos que podían recibir como castigo serían dos semanas de suspensión y eso no se vería bien en su historial. El más alto llegaba a molestarse y eso sólo atrasaba aún más su orgasmo.

— Mierda, siempre tardas horas en correrte.— Se quejó el rubio una vez habían terminado. Llegados cerca de las 4:00 de la madrugada, ambos habían al fin alcanzado el bendito orgasmo, pero aún así parecía que nunca estaban en "buenas condiciones", pues siempre tenían que pelear.

— Bueno, no soy un maldito puberto que no aguanta ni treinta minutos.— Se defendió el contrario poniéndose sus pantalones.— Además, no puedo concentrarme contigo quejándote por absolutamente todo.— El rubio frunció el ceño, ofendido por aquellas palabras.

— No me quejaría si no me llamaras a las putas 2:30 de la madrugada para follar en un miserable baño.— Se cruzó de brazos, aún sentado sobre los lavabos y con su blanca camisa desabrochada cayendo por sus pálidos hombros.

Kokonoi podría pensar que es una erótica y caliente vista, sino fuera porque Inui era el que estaba allí sentado, desnudo y quejándose como siempre.

— Tsk, yo no te puse una maldita arma en la frente para obligarte a venir.— Dijo poniéndose la camiseta que había quedado tirada en el suelo.

Inui se había quedado sin palabras respecto a eso, pues Koko tenía razón. Nadie lo había obligado a ir, el pelinegro ni siquiera había insistido, fue su propia decisión, que su cerebro y su pene lo llevaron a tomarla. A veces, llegaba a preguntarse en qué momento se había vuelto tan hormonal como para correr hacia Hajime cada vez que le decía que se juntaran para tener sexo en algún lado.

— Además, te dije que vinieras a mi habitación y no quisiste.— Finalmente, el chico más alto terminó por ponerse la sudadera que, al igual que el resto de prendas, había terminado en alguna parte del lugar.

— Tienes dos compañeros más de habitación, no podemos hacerlo en tu habitación como si nada.— Inui rodó los ojos, suspirando pesadamente.

— He llevado a varias chicas allí y créeme que gritan mil veces más alto que tu y mis compañeros nunca se quejaron.— Ambos mantuvieron la mirada, fría como sólo ambos sabían mirarse.

— Me da igual, no quiero que me escuchen.— Finalmente, fue Seishu el que apartó la mirada.— Además ¿alguna vez te oyeron follar con un hombre?— Preguntó arqueando una ceja.

— No, pero tus gemidos pueden hacerse pasar por los de una mujer fácilmente.— Las mejillas del rubio se volvieron rojas en un segundo, avergonzado por lo que Koko dijo.

Porquería Adolescente // KokonuiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora