01 | el llamado a las armas

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BIRMINGHAM, 1914



La estación de tren parecía llena de actividad, lo que Tessa pensó que era increíblemente irónico ya que la mayoría de los hombres parados en la plataforma con sus esposas, hermanas y niños estaban siendo enviados a morir a manos de enemigos sin rostro.

La máquina de vapor bombeaba humo diligentemente hacia el cielo, proyectando un sombra sobre todos mientras la luz gris del sol era bloqueda por las nubes.

Tessa estaba con su hermano, agarrando su mano mientras temía lo peor por él. Mason era dos años mayor que Tessa y, sin embargo, a la luz de la próxima guerra, se parecía a un niño inocente y asustado, listo para ser eviado a lo desconocido. Para él, el tren era su paso al infierno. Cuando era niño, siempre había jugado a ser un soldado, pero usar el uniforme y jurar luchar por su país era una sensación completamente nueva a la que nada podía prepararlo.

—Mase —dijo ella, con la voz quebrada—. Mase, mírame.

Su hermano hizo lo que le pidió, volteando la cabeza para mirar a su hermana, una vez más recordando todo lo que dejaría atrás. Sus padres estaban muertos, lo habían estado durante mucho tiempo, por lo que su partida significaría que Tessa no tendría a nadie. En ese momento, no era solo por él que temía, sino también por su hermana.

—Tess —susurró Mason—. No quiero morir.

Tessa colocó una mano en la parte posterior de su cuello, sus dedos fríos contral su piel empapada de sudor—. Entonces no lo hagas —respondió ella, sabiendo que era más fácil decirlo que hacerlo—. Lucha, Mase, y vive para volver a casa. Tienes que volver a casa, ¿de acuerdo?

—Pero, ¿qué pasa si...? —comenzó Mason, pero Tessa lo interrumpió con un fuerte "shh".

—Sin "peros" —dijo Tessa, respirando temblorosa—. No pienses en lo que podría pasar. Solo tienes que pensar en el momento. Cuida tu espalda, y por el amor de Dios, cuida de Arthur y John.

—¿Qué hay de Tommy? —preguntó Mason, notando la forma en que los ojos de Tessa se llenaron de tristeza ante la mención de su nombre.

—De él también —respondió ella, apretando los dientes para tratar de evitar que las lágrimas llenaran sus ojos—. Cuida de cada uno de ellos, y asegúrate de volver a verme, ¿sí?

A pocos metros de distancia, la familia Shelby se despedía. Ada, de dieciocho años, tomó la mano de Finn, de seis años, mientras se despedían de sus hermanos. El Shelby menor era demasiado inocente como para entender completamente lo que estaba sucediendo, y no podía descifrar por qué Ada lloraba en silencio y sus hermanos lo abrazbn como si nunca lo volvieran a ver.

A pesar de que la familia intentaba, y no lograba, ocultar sus emociones, había un hombre en el clan que se negaba a parecer débil bajo la dura luz que les había arrojado la guerr al final de la línea del ferrocarril.

Thomas Shelby siempre había sido un chico duro, desde que eran pequeños, y había aprendido perfectamente a enmascarar cualquier parpadeo de emocoones en sus ojos. No había contracción en su nariz cuando el humo del tren invadió sus fosas nasales, no había terror en sus ojos como en los de John, Arthur y Mason; de hecho, no había humanidad detrás de esos ojos helados, como si fuera un lujo que no podría permitirse si tuviera que vivir.

VIOLENT DELIGHTS | Thomas Shelby ¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora