Capítulo 3

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"Hola, Elym"

Suelym

Iba tarde. Me quedé dormida más de la cuenta y Amy no estaba en la habitación para despertarme, así que, por tercera vez en este semestre, iba tarde a clases. El Señor Frank acabaría reprendiéndome si seguía así. Tomé un respiro cuando llegué a la entrada del aula y vi que varios de mis compañeros permanecían de pie en la puerta y no había rastro del profesor. Ajusté mi mochila al hombro y comprobé que el lirio en mis manos estuviera en perfecto estado, estaba tan hermoso y fresco como lo recogí aquella mañana.

Me adentré al salón y me detuve junto a la mesa que había ocupado en primer año, la que compartí con Lina. A pesar de no sostener una relación con muchos del salón, su muerte les pegó a todos por igual y acordaron hacerle una especie de homenaje, algo pequeño, pero simbólico. Ahora aquel lugar donde tantas veces la vi reír, maldecir y dibujar, llevaba su nombre impreso, delineado en colores pasteles sobre la superficie de madera, con unos lirios de adorno. Dejé la flor que traía sobre la mesa, recordándome mentalmente que ella no estaba allí por mi causa y que tendría que vivir toda una vida con esa culpa.

Me deslicé hasta la otra fila y dejé caer mi peso en el asiento vacío junto a cierto castaño que miraba burlón mi cabello.

—¿Sabes? Hay un invento fabuloso llamado cepillo, las personas lo usan para peinarse —comentó, con una molesta sonrisa en los labios.

—Muy gracioso, Keyler —respondí, sacando mi cuaderno y un lápiz—. No tuve tiempo.

—Eso me consta —murmuró.

Pasé todo el día siendo objeto de las burlas de Keyler sobre mi cabello, las cuales no se detuvieron incluso cuando lo arreglé, pero lo agradecía. Sabía lo que estaba haciendo: distraerme. Keyler siempre lo hacía, tenía ese don para hacer que mi mente se centrara en la clase y sus comentarios al mismo tiempo, manteniéndome lo suficientemente ocupada como para no pensar en nada más.

Marcaba el reloj las cinco cuando salí de la residencia y subí al coche para adentrarme en la ciudad. Estaba abrochándome el cinturón cuando mi teléfono comenzó a vibrar, la pantalla mostró el nombre de papá.

—Hola, papá —contesté, permaneciendo en el estacionamiento.

—Hola, Suelym —dijo él. Podía escuchar las voces lejanas al otro lado, estaba en el hospital—. ¿Cómo te fue hoy?

Sonreí. Papá había adoptado por costumbre llamar al menos dos veces por semana para preguntarme sobre mi día, la escuela o mis amigos. Se había esforzado en esos tres años por volverse más presente en mi vida y mostrarme más afecto. No se volvió el más cariñoso de los padres, pero lo intentaba, y cada llamada, mensaje o visita de vacaciones, me hacía ver cuánto se esforzaba por mejorar nuestra relación. Su trabajo seguía ocupando casi la totalidad de su tiempo y continuaba siendo estricto respecto a mi rendimiento académico, habría dejado de ser él si cambiaba tan drásticamente, pero ya no me presionaba para que visitara el hospital, ni minimizaba lo que sentía. Ahora me escuchaba e intentaba comprenderme, me apoyaba a pesar de no estar del todo de acuerdo con mis decisiones, y se preocupaba por que estuviera bien. No necesitaba un mensaje de buenos días cada mañana, ni abrazos a toda hora, era feliz con lo tenía y no pedía más.

—Pues Keyler estuvo muy burlón porque olvidé peinarme en la mañana —conté—, pero ya me di un baño y me arreglé como una persona decente.

—¿Están las chicas contigo?

—No. Kristal y Amy están en la biblioteca buscando la bibliografía para unos proyectos.

—¿Y tú que haces? —inquirió.

Issue [Problemas #2]✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora