Capitulo 33

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Tres. Dos. Uno...

El sonido estrepitoso de la alarma resonó en cada uno de los rincones existentes de la reducida recámara, sobresaltando a la joven durmiente a tal grado, que acabó en el suelo, seguida de su cobertor y todo lo que vestía la cama.

Se puede decir de manera coloquial que se fue con todo y el colchón, a excepción clara de que este no se fue con ella.

Maldita alarma.

La muchacha se maldijo mentalmente por habérsele pasado el apagar ese malvado artefacto creado por la humanidad por la noche, antes de irse a dormir. Estaba deseando poder dormir hasta un poco más tarde; por lo menos hasta que se hicieran las diez de la mañana. A la escuela debía ir a las nueve y quince de la mañana; sin embargo, como no iría, se levantaría tarde, pero ya veía que ni con ella misma podía confiar del todo.

Se rascó la cabecilla todavía con somnolencia y luego suspiró en rendición. ¿Qué más daba? Ya estaba levantada de todos modos.

Con pesadez se irguió sobre el suelo, estirando cada partícula de su cuerpo cada vez que subía un centímetro hasta incorporarse completamente. Luego largó un bostezo y enseguida recogió toda la vestimenta de la cama para lanzarla sobre el colchón sin importarle como quedara esta, prometiéndose arreglarla apenas regresara del baño.

Una promesa un poco vacilante a decir verdad.

Teniendo la vista un poco borrosa todavía, buscó su cepillo de dientes entre sus cosas (no acostumbraba a dejarlo en el baño), y cuando lo tuvo en mano, salió de su habitación y caminó en dirección al cuarto que se hallaba primero que el suyo, pero después que el de Igarashi.

Y en mención de él, justo lo había escuchado hacer ruido en la planta baja.

Seguramente andaría buscando las llaves de la casa para irse al trabajo ya que era costumbre no saber dónde la dejaba. Sonriendo se imaginaba viéndolo caminar por toda la sala principal, en busca de las dichosas cosas brillantes como casi todos los días.

La muchacha entonó su oido...

Sí, en definitiva eso hacía... Pero halló también algo raro en esas pisadas. No se oían apresuradas ni pesadas, sino más bien muy livianas y tranquilas.

¿Estaría él consciente de lo tarde que llegaría?

O quizás...

A pasos más despiertos fue escaleras abajo, encontrando una imagen que desconcertó todo su ser. Igarashi (el mismísimo), andaba en pijamas, sosteniendo un tazón de yogurt con cereales muy relajadamente recostado en el sofá, como si se le hubiera olvidado todo.

No era posible. Su corazón dio un brincoteo feliz.

Con curiosidad se acercó al de rara cabellera roja, aún sin creer del todo lo que veía, y le tocó suave el hombro. Éste al sentir el leve toque, torció el cuello en su dirección y le miró desde unos centímetros más abajo.

Inmediatamente supo lo que quería saber su pequeña hermana.

_ Me dejaron el día libre por haber trabajado tanto estos últimos días _explicó, aclarando las dudas silenciosas de la muchacha_. ¡Tengo el resto del día para hacerte añicos en los videojuegos!

Eso último lo agregó tomando un control gamer que casualmente tenía a un lado. Esto emocionó a sobremanera a Mya; no solo porque era secretamente fanática a ellos, sino porque por fin compartiría tiempo fraternal junto a su hermano, con el cual no ha tenido más que pobres interacciones verbales a lo largo de todo el mes.

Finalmente podría pasar tiempo con ese idiota al que adoraba tanto.

_ ¿Y a tí quién te dijo que me vencerías? _habló, creciendo en ella el espíritu competitivo.

Una Mirada ||Zac El Alba Y TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora