Una Mirada ||Zac El Alba Y Tú

Capítulo 23

Zac de pronto pareció imitar a un pez fuera del agua. Intentaba inútilmente de formular algo que fuera entendible, pero la impresión no le dejaba pensar con claridad. Entreabría y cerraba la boca, intentando sacar palabras de ella, pero le era inútil. Nada salía de allí.

_¿A qué te refieres? _ logró pronunciar entre el desasosiego de la situación. Por más que le diera vuelta una y otra vez, no le hallaba el sentido a las palabras. No entendía nada.

Sintió casi inmediatamente, como los brazos de la pelimorado _que de cuando en cuando alijeraban su agarre_ se apretaban con firmeza en torno a su torso, como si de pronto temiera a que intentase escapar. Instantáneamente, sus ojos cayeron en su dirección, pendientes de cada uno de los movimientos que hiciera la chica, como si eso fuera la cosa más interesante en el mundo. A su vez, volvió a llevar la mano que tenía reposada sobre sus hombros, a su cabellera oscura, realizando en el transcurso una especie de expresión inquisitiva, curiosa, pero más que nada, confundida.

_Cumplía ocho ese día. Eran las siete en punto de la tarde cuando todo pasó _la pelioscuro musitó, ocultándose contra el pecho del rubio, sintiéndose, de este modo, con más valentía. Hablar de este tema le costaba mucho, por ello jamás lo había hablado con alguien. Ni siquiera con su hermano mayor, a pesar de que a él también le había afectado. Le era algo demasiado doloroso como para contar algo al respecto. Pero quería hacerlo. Quería sacarlo para así no sentirse tan mal. Tan miserable...

Por primera vez en años, quería volver confiar en alguien.

_Los esperaba ansiosa. Esperaba verlos entrar por la puerta principal con una enorme sonrisa. Recibir los abrazos que tanto me gustaban de papá. Los mimos que adoraba de mamá, pero... _la joven Taraky se detuvo en ese punto al sentir como su garganta se apretaba de manera brutal, causándole dolor al instante. Ya sabía lo que vendría luego de lo que diría.

Tragó grueso repetidas veces, tratando de aminorar esa sensación grotesca que le estancaba las palabras. Pero era tan fuerte, que se vio obligada a cerrar los ojos para que al menos estos no la traicionaran. Varios segundos en completo silencio pasaron antes de que lograra volver a articular palabra alguna. Fue entonces, cuando sus manos se hicieron puños en el material suave de la camisa que llevaba puesta Zac. Esa camisa blanca que esta solamente adornada con una larga línea amarilla en el pecho y que, en comparación con el resto de otros días, no tenía ese característico abrigo negro encima.

_Ellos... ellos... _su voz se fue quebrando en el segundo intento. A duras penas trataba de terminar de completar la oración sin que su voz terminara por desfallecer y acabar sumida en el mar que se avecinaba en sus ojos. Pero le era casi en vano.

Sus pupilas comenzaron a picar de manera incesante y fastidiosa. Empezaron a llenarse enteramente de saladas lágrimas gruesas, que no dudarían ni un segundo en abandonar su cavidad para deslizarse por sus mejillas, tal cual tobogán. Pero, de una forma u otra, logró echar eso de lado. Logró disipar un poco aquella maroma de sentimientos que estaba experimentando para continuar con la frase.

Abrió la boca una vez para que las palabras salieran en un solo hilo de voz, y volvió a cerrarla al sentir esa suave y delicada caricia por encima de la coronilla, al mismo tiempo que sintió el cuerpo de su contrario rodarse en la cama, quedando más cerca de si, afirmando más ese abrazo tibio que ahora le proporcionaba algo cercano a la compasión... a la comprensión.

Inmediatamente, supo que Zac la había entendido.

_Shhh... _chistó, en algo que podría describirse como consuelo. Al mismo tiempo, pasó su mano una y otra vez, de arriba a abajo, acariciando la espalda de la chica que ahora temblaba levemente entre sus brazos debido al llanto que seguro estaba conteniendo_. No tienes porqué terminar la oración. Está bien...