Capítulo 26

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El corazón se le paralizó un mero instante, para proseguir su marcha, a un ritmo tan brusco, que sintió como si éste hubiera sufrido un desgarre.

Todo el recorrido desde dentro de la muchedumbre hasta los bastidores había sido todo un desafío. Los empujones, quejidos por parte de muchos desconocidos a los que lastimaba sin querer (aunque en sí ella se hubiera lastimado más), y algún que otro pisón a medida que avanzaba por el océano de almas ansiosas fueron el resultado de aventurarse en ella. Todo eso lo había soportado para encontrarse con Zac e ir a abrazarlo con la fuerza con la que se idealizó en el viaje a bastidores.

Quería verlo porque el ritmo de su corazón ya no era el normal desde esa última interpretación. La maraña de sentimientos que ocasionó eran grandes y no había dudas en tal instante...

Ella quería verlo...

Pero no de esa manera.

La sonrisa que mantenía ahí bajo su pequeña nariz se disipó en un dos por tres y su cuerpo se tensó abruptamente en su lugar, incapaz ahora de poder moverse. Ahí estaba Zac, pero no quería acercarse a él. No podía hacerlo.

En lugar de eso, sólo podía mantenerse quieta. Inmóvil en su sitio, mirándolo desde la distancia. El sentimiento que ahora invadía su joven pecho era uno distinto. Uno de tristeza y desilusión. Y más que nada, dolor al ver cómo en los cálidos brazos de Zac, esos en los que quería estar rodeada unos minutos antes, estaba alguien más acaparando su calor. Y seguramente, su corazón.

¿Cómo había podido ser tan tonta? ¿Cómo pudo siquiera habérsele cruzado por la cabeza que Zac sentía algo por ella?

Era obvio que no. Porque de ser de ese modo, no estaría abrazando a otra chica, y ella no estaría allí de espectadora, con el corazón hecho añicos.

Con los ojos cristalizados y un nudo creciente en la garganta, hizo acopio de la fuerza que todavía le quedaba y, sin que el rubio aún se diera cuenta de que ella estaba ahí parada como un pasmarote, huyó.

Huyó porque ya no soportaba el dolor en su pecho. Huyó porque sabía que no lograría retener las lágrimas que se formaron en sus ojos tras ver a la única persona en la que había confiado, partirle el corazón. Porque lo había hecho. Zac, aunque no se hubiera dado cuenta, había logrado formar parte de sí. Se había ganado su cariño y afecto.

Lástima que él no sentía lo mismo.

En ningún momento se detuvo. Mya corrió y corrió sin descanso hasta haber llegado a la seguridad de su casa. Donde, una vez hubo dado un portazo luego de entrar, se dejó caer en la madera de la puerta para después quedar en el suelo, llorando como años no hacía. Llorando como la niña débil que un día había sido.

Por esa razón era que había decidido no confiar en los demás: por el miedo a terminar siendo herida nuevamente. Era una decisión que ella misma tomó a la sola edad de diez años, luego de un horrendo incidente con un compañero de clase, al cual también creyó que sería un buen amigo. Recordaba haber llorado tanto por eso que en un momento determinado sintió como si ya pudiera ser capaz de llorar sangre. El evento se tornó tan traumático que desde el día siguiente comenzó a comportarse como si ya no tuviera corazón.

Había comenzado a rechazar a todo ser humano que se le acercara y a evitar cualquier cosa que la involucrara con ellos. Se había vuelto un ser que aparentaba un helado corazón de piedra, pero que, sin embargo, también llegaba a sufrir una vez regresaba a su casa. En sí, era algo parecido a una facha para ocultar su debilidad. Era simplemente una forma de defenderse de los constantes comentarios acerca de su deprimente vida, pero que había logrado funcionar gradualmente.

Una Mirada ||Zac El Alba Y TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora