Capítulo 24

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_¿Y?... ¿Qué dices?

La duda en su voz lograba mezclarse con el cansancio y el agitamiento de su propia respiración. Alrededor de dos horas seguidas llevaba practicando el mismo movimiento ocioso que pocas veces quiso salirle bien en todo el transcurso de la tarde. Si no era que no le salía como debería, olvidaba cuando era el momento exacto para ejecutarlo, así que ya algo de frustración traía consigo.

Desde su lugar, observaba inquisitivo a la joven que había estado presenciando el baile que estuvo practicando desde que había comenzado la semana. Y, aunque ya en el último intento le había salido a lo que él mismo describiría como perfecto, quería oír una opinión desde otra perspectiva.

_No veo ningún fallo, Kaneguro san _respondió, en parte siendo verdad. Ya había visto tantas veces la misma coreografía, que ya hasta podría hacerla ella misma de poseer las mismas habilidades que tenía el rubio para el baile. Ciertamente, ya estaba aburrida.

_Zac _recriminó con suavidad mientras llevaba hacia atrás esos cabellos rebeldes que se salían de su moña alta_. Aún no entiendo porqué insistes tanto en llamarme así. No estoy tan viejo, ¿sabes?

Al comentario, no pudo reprimir esa ladeada sonrisa divertida que siempre tenía dibujada en el rostro cada que tenía a la pelioscuro cerca. Era inevitable. Y ahora lo era más que su comportamiento -anteriormente estoico y distante-, se había convertido en una versión un poco más llevadera. Un poco más cálida.

_Para nada... en realidad sólo estás anciano _comentó ahora, con burla, la que se hallaba sentada en el suelo, abrazando sus rodillas.

La mueca burlona de Zac no tardó en ensancharse un poco más.

_Pero que falta de respeto, jovencita _espetó, con fingido tono de indignación.

En un intento por parecer enojado, llevó ambas manos hechas puños hacia sus costados -pareciendo de esta forma como una tetera humana-, junto con una mirada que pretendía ser de molestia. Más esa línea bien formada bajo su nariz delataba que le había parecido divertido.

Una pequeña risilla escapó de la garganta de la menor frente a aquel intento de reclamo. Si algo había descubierto en el transcurso de esa semana, era que le gustaba mucho molestar a Zac. Y mucho más si siempre iba a darle ese toque de humor que sólo él le podía dar a las cosas. Su sentido humorístico era indiscutiblemente único. Sin dudas, era mucho mejor que estar sola en casa hasta las ocho de la noche, mientras su hermano mayor llegara de trabajar.

Últimamente, Igarashi ya no estaba mucho en casa. Pasaba muchas horas en el trabajo para poder pagar los gastos extras de la casa y eso a Mya no estaba gustándole. Ya casi no podían verse. Cuando llegaba, regresaba tan cansado que llegaba sólo a dormir. Su hermano lentamente estaba siendo consumido por el trabajo. Y hablar con él respecto a eso, era como hablar con la pared. Él no le hacía caso.

El sonido de algo moviéndose en su dirección la hizo minimizar sus carcajeos y abrir los ojos para encontrarse con que Zac se había sentado a un lado de ella, completamente sudado y con las mejillas  coloradas debido a todo el anterior esfuerzo.

_¿Y dijiste que el concierto era cuándo? _cuestionó, soltando el agarre de sus piernas, dejándolas rectas sobre el pulido piso de mármol.

_Es pasado mañana _respondió, antes de tomar el pequeño botellón de agua que tenía a menos de un metro y darle un gran sorbo.

El correr genuino de aquel líquido a través de su garganta era algo imperioso. La sola sensación que le proporcionaba el vital líquido incoloro, le producía un gran bienestar físico, a pesar de que su cuerpo estaba ya en un estado bastante agobiado por moverse rítmicamente dos horas seguidas, sin descanso alguno. Un largo suspiro de cansancio abandonó los labios del joven el Alba, en cuanto la cima del contenedor de agua fue retirado de ellos, en un movimiento lento. Sus ojos se cerraron de igual manera, mientras bajaba el envase al piso y lo colocaba allí. El chico estaba realmente cansado.

Una Mirada ||Zac El Alba Y TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora