Capítulo 10

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Mya había cometido el peor de los errores.

Al haber volteado, no sólo había creado una angustiante cercanía de casi unos dos o tres centímetros del rostro del otro, sino que también podía sentir como su mirada chocaba directo contra la suya, creando una línea recta entre mirada y mirada.

El rubio aún mantenía sus manos tras la espalda de la chica, procurando que no cayera de una forma brusca. En cambio ella solo mantenía sus manos apoyadas en los hombros de éste. En esa pose, ambos quedaron inmóviles, sin poder decir o hacer algo al respecto. Sólo se mantenían concentrados, sin perder de vista aquellos cristales conocedores del alma.

Fue en ese entonces cuando...

_Mya... _pronunció suavemente, provocando que la nombrada se sonrojara de manera rápida y quitara de igual forma, una de sus manos del muchacho_. Ya... no puedo seguir aguantándote_ dijo ahora con cierta dificultad.

La chica abrió los ojos repentinamente. ¿Cuánto tiempo llevaban así?¿Quince? ¿treinta segundos?

¿O más?

Con cierta brusquedad se bajó del cuerpo del rubio, y , con la cara más colorada que el propio mechón de pelo en la parte superior del pelo de Zac, dirigió su vista a un costado, observando ahora el suelo. El mismo gesto lo imitó el rubio un segundo después, incluyendo la acción de rascar su nuca.

Estaba apenaba y eso no lo podía disimular. A menos que... bueno... comenzara a discutir. 

Para eso era exclusivamente mala. Eso de disimular no siempre se le daba como quería, aparte añadiendo que también era pésima para actuar frente a esta situación. Siempre la empeoraba. Razón por la que a veces intervenía con brusquedad.

Curiosamente no podía decir nada. Ni una palabra, un insulto... nada. Literalmente su mente estaba en blanco.

_Y..._comenzó el rubio, poniendo fin al eterno silencio que había entre ambos_.¿Te parece si desayunamos?

Sin decir nada, ella asintió y se fue junto con él a la cocina. Ya una vez en ésta, fue en dirección a la mesa y se sentó en una de las sillas mientras veía a Zac buscar un cartón de leche dentro de la nevera para luego vaciar algo del contenido en dos vasos de vidrio.

Aún podía sentir aquel calor fastidioso en su rostro. Ese rubor molesto y enfermizo que no dejaba sus mejillas en paz ya estaba sobrepasado, pero peor se ponía al recordar nuevamente lo que había sucedido. Ya tenía una razón para maldecirse ella misma.

_¿Tosté demasiado la tuya?_ preguntó el chico al  cabo de unos segundos cuando la vio distraída, mirando sus manos bajo la mesa_. Si quieres puedo hacerte otra y...

_No. No hace falta..._respondió rápido, cuando vio a éste con intenciones de levantarse de su asiento_. Ésta está bien _y finalmente dio una mordida al pedazo de pan.

¿Qué rayos le estaba pasando en ese momento? Estaba perdiendo el control de sí misma y no sabía bien que era.

_¿Mya?...

_¿Mmm?

_Tengo una duda..._ el muchacho se apoyó un poco sobre sus codos en la mesa tal como si fuera a comenzar un cuestionario, y, sin pensar en más nada, habló.

_¿Por qué llorabas aquella vez en el parque?_ preguntó curioso, recordando el suceso.

Bajó la mirada a sus piernas que estaban casi fuera de su vista a causa de la mesa. Por nada del mundo iba a confesar eso a un chico que no conocía bien.

_Eso no te importa..._ siseó ésta, dejando apoyadas sus manos en la mesa para, acto seguido, levantarse y clavar la mirada a ésta.

_La verdad es que si porque casi me dejabas la mano estampada en el rostro_ sonrió burlón a la vez que cerraba sus ojos_. Vamos. Puedes contármelo, no se lo diré a nadie.

Una Mirada ||Zac El Alba Y TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora