Una Mirada ||Zac El Alba Y Tú

Capítulo 21

Al rubio se le notaba perplejo, como si no hubiera visto a la pelioscuro nunca antes en su vida. Como si jamás de los jamases hubiese cruzado palabra alguna con aquella chica de ojos oscuros. Aquella que en cada aparición, comenzaba a parecerle más y más interesante.

Manteniendo aún la toalla turquesa que utilizaba para secar su alaceado -y todavía goteante- cabello rubio, se acercó a paso intermedio, sin despegar la mirada de su pequeña anatomía. La cual, parecía estar más tensa que una piedra.

_¿Qué estabas haciendo, titilante? _interrogó, una vez estuvo a un escaso metro de distancia.

Curioso, observó con detención la expresión sorpresiva que tenía plasmada el delicado rostro de la menor, sin tener ni la mínima idea del motivo de ésta. La chica estaba rígida como una tabla, con unos ojos enormes debido a la expectación en ellos, aparte de un aire de nerviosismo en su mirada. Era una faceta que ya había apreciado antes, sin embargo, no se comparaba con las veces anteriores.

Seguidamente, desvió los cristales azul aqua que tenía él como ojos, a su cuerpo, notando enseguida que ambas manos estaban ocultas tras su espalda, tal como si fuera una pequeña niña que creía haberse metido en problemas. Algo totalmente adorable.

_¿Y qué ocultas? _continuó, esbozando una sonrisa ladeada, al mismo tiempo que inclinaba el cuerpo en dirección a los costados de la joven, intentando descubrir lo que se traía la misma entre manos. Sin embargo, pese a cada intento -por más rápido que fuese-, ni estuvo cerca de poder verlo. La joven de cabellos púrpuras había sido mucho más ágil que él.

_¿Es un regalo para mi? _intentó atinar, con la intriga a un nivel más que superior, obteniendo como respuesta un rotundo no articulado enérgicamente por la cabeza de su contraria _. ¿Entonces que es? Anda, no seas mala y déjame ver que tienes ahí.

Decidido, dejó la toalla tendida sobre el espaldar de una silla que estaba cerca, y se olvidó de su cabello húmedo por unos instantes. Estaba claro que la curiosidad era más grande que la incomodidad que le producía que el cabello se le adheriese a la piel.

Instantáneamente, el rubio se abalanzó suavemente hacía la chica, en claro intento de averiguar lo que ocultaba. La joven Taraky, por su lado, intentaba por completo zafarse de cada intento del chico por husmear, sintiendo en cada movimiento, un gran nerviosismo recorriendo cada parte de su ser. No podía evitarlo, el haber sido sorprendida fisconeando algo tan personal como esa foto la ponía nerviosa, pues, no era nada propio de ella ser entrometida.

Un entretenido juego de niños fue el resultado de todo aquel ligero forcejeo. El rubio, por un lado, trataba de ver aunque fuera una pequeña parte del tan cohibido objeto; y por el otro, Mya que inclinaba su cuerpo en otra dirección para que el anterior no lo viera. Era muy chistoso de ver, a decir verdad, sobre todo por las notables fachas de diversión pintadas en el rostro del de mayor altura al jugar de ese modo. Se le notaba que estaba disfrutándolo, pues, eso era lo que daba a entender. Sin embargo, el rostro de la otra decía lo contrario.

A ella no le resultaba divertido. En su lugar podría más bien describir aquella situación como tortuosa. Y la razón era más que clara.

La especie de danza de ballet improvisada que resultaba del simpático jueguito de ambos adolescentes, se vio interrumpida en cuanto esa fotografía que el rubio conocía de memoria, salió a la luz, en un mísero descuido que el rubio supo aprovechar.

Pero, a pesar de que ya se había revelado aquello, el rubio aún no había posado la mirada en la foto, ni separado su agarre de la espalda y la muñeca de la chica, cosa que les daba una distancia de apenas centímetros entre sus cuerpos. Su vista había quedado totalmente fija en esos ojos abiertos como dos persianas en verano, con una sonrisa burlesca, a consecuencia de como éstos repetían el mismo acto. Aún no entendía el porqué de tanto rodeo, pero le resultaba gracioso todo ese espectáculo.