Capítulo 9

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La había dejado dormir. Si.
Sabía que tenía que ir a su casa a descansar. Pues claro.

Pero algo no sabía. Y aún intentaba encontrar la respuesta.

El muchacho vestido con una especie de bata de baño blanca hasta un poco más de sus rodillas, siguió en su postura erguida, junto al marco de la puerta. Con una mano sosteniendo su mentón, y la otra aferrada en uno de sus costados, brindando  soporte a la primera.

Nuevamente volvió a posar sus verdosos ojos -como por una décima vez-, en la chica que dormía tranquilamente en su cama.

El joven el Alba seguía intentándolo. Sabía que él mismo la había traído en sus brazos, pero, ¿por qué?

Luego de tanto lo recordó.

¿De verdad seguía con eso?

Ya hasta él mismo se hartaba de las cosas tontas que llegaba a hacer a veces. Y esta seguro sería la tontería más grande que había hecho en toda su vida. Osea, ¿a qué famoso se le ocurre traer, en primer lugar, a una desconocida a su casa, y en segundo por la tonta idea de que podría volverla fanática con el tiempo?

Pues claro. A él, que justo ahora se sentía idiota.

Suspirando pesadamente se encontró con aquel recuerdo de la primera vez que su mundo se cruzó con la que para aquel tiempo era la "dama de cabellos oscuros". Para ser precisos, se encontró en aquel momento en donde había oído esa frase por primera vez en su carrera.

Teniendo ahora eso en mente, se limitó a ver el alfombrado blanco que cubría el suelo de toda la pieza mientras resolvía una nueva duda.

¿Cómo esa simple frase había llegado a obsesionarlo tanto?

Al no tener una respuesta clara. Volvió a suspirar rendido tras haber cansado su cerebro a apenas cinco minutos -ahora unos quince-, de haber despertado en el cuarto de invitados.

Ahora... ¿cómo era que había dejado a la chica en su habitación en lugar de el de invitados?

_Mejor preparo el desayuno. Si sigo así me volveré completamente loco_ tomó sus codos entre sus manos, cruzándolos uno sobre otro, y fue en dirección a la cocina, cerrando suavemente la puerta tras de él.

En definitiva sentía a la razón irse poco a poco de su ser. No terminaba de resolver una duda cuando ya entraba en otra.

A paso medio entró en la cocina, tomó unas rebanadas de pan y las puso en el tostador, luego fue en busca de la mermelada en uno de los estantes arriba de la tostadora. Cuando ya tuvo en manos la dichosa mermelada de moras, y el pan dio ese distintivo salto una vez que estuvo listo, fue cuando le entró una nueva duda.

Y ahora que recordaba... ¿por qué iba a hacer el desayuno si no vivía solo?

_¡Aish! Necesito unas vacaciones urgentes_ se quejó mientras tomaba la tapa del frasco y lo separaba del envase.

Y efectivamente las necesitaba. Si iba a seguir en esas situaciones en las que perdería de vista todo, era mejor que descansara por lo menos unos tres meses. Por desgracia, sus próximas vacaciones serían en un mes.

_Creo que ya está_ dijo una vez untó la mermelada en ambas rebanadas y las colocó en platos separados_. Ahora solo falta la le...

El rubio se asustó. Cerró de un golpe el refrigerador y corrió hacia la parte alta de la casa, lugar en donde estaba su habitación y de donde había provenido el repentino grito.

_¡¿Qué pasa, Mya?!

La muchacha estaba al pie de la cama, con una manta azul cubriéndole solo la cabeza y la espalda. Se notaba que había caído de la cama, pero no sólo eso. Parecía asustada al no saber en que lugar estaba. Sus ojos no mentían.

Una Mirada ||Zac El Alba Y TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora