Una Mirada ||Zac El Alba Y Tú

Capítulo 22

El silencio que inundaba la habitación era extenuante. Abrumador y desesperante. La inquietud estaba apoderándose rápidamente de la chica, quien ya no soportaba que Zac se mantuviera tan callado. Tan muerto...

Unos cuantos segundos pasaron. Segundos que se convirtieron en un minuto entero, cuando, pensando que tomaría un voto de silencio eterno, el rubio abrió la boca, dejando salir una voz ligera y calmada. Aunque con aires apagados que intentaba encubrir con la mueca que aún no quitaba de su rostro.

_Ese día ocurrieron muchas cosas... _empezó él, sentándose en la colcha impecable de su cama tendida. Los ojos oscuros de Mya no pasaron desapercibidos esa acción_. La verdad era que no me imaginaba que ese día sería el último que pasaría al lado de papá_ soltó en un hilo de voz. Inmediatamente, los orbes que lo observaban atentamente se agrandaron de tal modo que parecían dos círculos muy bien dibujados. ¿Era acaso lo que ella creía que era?

Una leve punzada de dolor se hizo presente en su pecho al ver el rostro del rubio, carente de esa vitalidad que sólo él poseía. Esa sonrisa alegre que solía tener siempre, estaba siendo aplastada por una línea que apenas si podría describirse como una sonrisa. Se veía apagado, en comparación con días anteriores.

La joven bajó la mirada al suelo, encogiéndose en su lugar. No tenía ni la más remota idea sobre eso, y ahora se sentía culpable de ser ella quien le hiciera reavivar ese momento, cuando posiblemente Zac estaba tratando de dejar ese recuerdo como sólo eso; un simple recuerdo, perteneciente a su pasado. Hacer como que no pasó. Si ese era el caso, ella le entendía a la perfección, el querer olvidar esas cosas era normal. En especial cuando todo había sido un evento caótico.

Una parte de ella, tenía la gran necesidad de abrazarlo. De acortar la poca distancia que tenía de él. De darle algo de apoyo. Sin embargo, la otra parte -esa que correspondía a su orgullo-, no se lo permitía. No le permitía ceder a la acción.

El muchacho estaba a un paso de distancia. A un mísero y corto paso, y, aún así, lo sentía increíblemente lejos. A una distancia que fácilmente su orgullo podía modificar como un kilómetro entero.

Su corazón empezó a acelerarse abruptamente cada que se imaginaba dando un suave abrazo consolador al rubio; y se aceleró más aún cuando se vio a sí misma derrotando a su propio orgullo. Cuando se vio decidida -aunque muy insegura también-, a acercarse del modo en el que estaba pensando.

Sujetó sus manos sobre su falda, tratando de ocultar los nervios que estaban sucumbiéndole el organismo, para luego dejarse caer lentamente sobre el colchón blando en el que estaba sentado el chico que ni tenía la menor idea de lo que estaba provocando en su interior. Del remolino de emociones haciendo estragos en su estómago. De la timidez abrupta y contundente que se le calaba hasta los huesos. Era obvio. A Mya se le dificultaba dar muestras de cariño. Era muy tímida para hacerlo y, por ello, estaba más roja que una manzana madura.

Su contrario no pasó desapercibido ese acto, cambiando la expresión que tenía por una facha llena de confusión y desconcierto.

La chica se sentó a su lado, a escasos centímetros de su cuerpo, con la mirada clavada al suelo y unos coloretes carmines cubriéndole gran terreno de las mejillas, que hasta unos minutos atrás, estaban más pálidas que un copo de nieve. Unos cuantos segundos pasaron para que la misma pudiera destensarse lo suficiente como para poder subir los pies a la cama y acomodarse en ella, quedando ahora frente al rubio, sentada de manera que sus muslos estuvieran aplastando sus pies. Fue poco después que Zac giró el torso para encontrársela cara a cara.

El modo en el que la miraba daba a entender el inmenso desconcierto del joven el Alba. Estaba confundido a más no poder. Su rostro lo podría confirmar unas mil veces.