Una Mirada ||Zac El Alba Y Tú

Capítulo 25

El día era hoy.

Los reflectores estaban ya colocados en sus respectivos sitios; las entradas ya se habían agotado y la multitudinaria ya se agolpaba en las afueras del enorme establecimiento como una montaña de hormigas ansiosas. Ya casi no había lugar para más personas.

En el fondo de su camerino, se hallaba Zac preparando una que otra cosa para su siguiente evento. Practicaba una y otra vez esa nota elevada que debía alcanzar en la canción en la que había estado trabajando en los últimos días, al mismo tiempo que acababa de alisar los inexistentes nudos en su melena. Ésta última acción era simplemente para tratar de calmar la inquietud que se arremolinaba dentro de si.

Porque sí. En esos instantes, los nervios estaban carcomiéndole el interior.

A pesar de que él estaba completamente familiarizado con todo eso de la actuación sobre el escenario, en esa ocasión, sentía como si esa fuera la primera vez que lo hacía. Estaba muy nervioso. Pues, no sólo estaba a punto de cantar una canción llena de sentimientos, sino que aquella canción iba dirigida a alguien en particular. A alguien en especial... a alguien que, desde las últimas semanas, no dejaba de pensar.

Últimamente, había estado experimentando una sensación muy diferente al resto de las que había sentido antes de haber conocido a la de cabellos oscuros. Cada vez que la veía, sentía su corazón dar brincos y una calidez tan agradable que lo obligaba a dibujar esa sonrisa boba que ahora no podía disimular. Lo que sentía por ella era fascinante y no perdería la oportunidad para demostrárselo.

Y esa era la noche que lo haría...

Sin embargo, la mencionada no aparecía por ningún lado. No estaba dentro del camerino donde se había decidido que se encontrarían, ni había avisado por mensaje en donde estaría y eso lo tenía algo ansioso.

El ruido de la puerta siendo golpeada varias veces lo hizo salir del pequeño ensimismamiento en el que había caído sin apenas percatarse. Y, no pudiendo ocultar la sonrisa que ahora se apoderaba de su rostro, musitó un audible adelante, creyendo fervientemente en la posibilidad de que era a quien estaba esperando. Más, su línea curvada cayó levemente al notar que la persona que se abría paso entre puerta de la estancia no era ella. No era a quien él estaba esperando con tantas ansias.

En lugar de ella, era uno de los tantos hombres que conformaban el equipo encargado de preparar todo el evento. Su expresión pareció tornarse algo triste en cuanto oyó lo que el mayor venía a decirle; y era que debía salir a escena en menos de cinco minutos.

Un enorme suspiro rendido salió de sus labios al haber oído ese informe. Menos de cinco minutos le quedaban para que ella apareciera y eso lo estaba matando.

Con pesadez, el rubio se levantó de su asiento, regalándose una última ojeada frente al reflejo de él mismo a través del espejo y se obsequió una sonrisa ahí mismo. Luego de eso, salió de la habitación en la que había estado metido anteriormente y fue rumbo al lugar donde cantaría con toda su alma, tal y como siempre había sido. 

Mientras iba en el corto trayecto del pasillo, miraba repetidas veces a sus alrededores tratando de localizar a la chica que había quedado de ver esa tarde. Pero sólo logró conseguir que una mueca extraña se le dibujara en el rostro. ¿Donde era que estaba?

Ya comenzaba a deprimirse un poco por todo aquello, y más por el hecho de pensar que quizás se hubiera arrepentido de ir. De todos modos -aunque compartieran más tiempo que antes-, aún no tenía toda su confianza ganada. Aún podría ser considerado como un simple conocido.

Los pensamientos pesimistas seguían rondándole la cabeza una y otra vez, creando ideas que posiblemente ni tuvieran pies ni cabeza. Las posibles escenas de lo que estuviera pasando o de lo que pudo haber hecho mal para que no quisiera aparecerse por allí se hacían frecuentes en ese corto lapso de tiempo, haciendo entristecerlo significativamente. Y, aunque no quisiera hacerse falsas alarmas, su conciencia lo hacía de igual modo.