El resto de la mañana había sido una réplica a la eternidad. El mero pensamiento de que Zac tuviera su celular en mano, a su total disposición, la hacía estremecer. ¿Quién sabría que rayos podría estar revisando el rubio justo ahora? ¿Sus penosas fotos? ¿Sus notas? ¿Sus mensajes?... ¡podría incluso revisar todo, si así lo quisiese!
Cuando por fin oyó el chirriar metálico de la campana, sin esperar demasiado, guardó todo en su mochila de una manera tan rápida, que quizás luego se arrepentiría al ver su cuaderno con alguna que otra hoja doblada. Sin embargo, eso sería después. Ahora solo quería su teléfono de vuelta, en la seguridad de sus manos.
Antes de cruzar por el umbral de la entrada al instituto, sintió el llamado de una de sus amigas, la cual solo le recordó su acuerdo de ese viernes. Porque si, sus amigas querían si o si que ella disfrutara las buenas vibras que producía un concierto, y más el de cierto rubio. Rápidamente, meneó la cabeza de arriba a abajo, sin pensárselo demasiado, y luego salió a paso apresurado.
***
Apenas logró ver el gran portón que resguardaba la casa de los intrusos, llevó sus manos a sus rodillas, inclinada hacia el frente. Su cuerpo le estaba pasando factura por haber caminado a un paso parecido al de un peatón al cruzar una calle principal, por al menos unos diez minutos, sin parar. Sí. No era mucho, pero para alguien que es tan poco atlético, ¡vaya que lo es!
Inhaló y exhaló repetidas veces hasta que por fin reguló su pulso, y luego se incorporó, dirigiéndose hacia la gran reja, de un reluciente gris metálico. Estando allí, se dedicó a mirar por los alrededores de la que parecía una mansión, tratando de encontrar a alguien que conociese, pero sólo se encontró con varios rosales, adornados con una que otra rosa roja.
Divisó, ahí mismo, al lado del portón, un pequeño teclado, de esos que se usan en los lujosos apartamentos para hablar con el usuario de alguna habitación, sin tener que acercarse a ella. Y sin pensar, presionó el botón más sobresaliente. Al cabo de unos segundos, oyó una voz salir por los pequeños parlantes del aparato.
_Hola. ¿En qué puedo servirle? _ al intante, pudo reconocer la voz.
_Oh, hola, señora Kaneguro _la saludó a través del micrófono del panel_. Soy yo. Taraky Mya.
Casi al instante, oyó como la aludida soltó una diminuta risa, al parecer, a gusto de que fuera ella.
_Oh. Hola, señorita. ¿Qué la trae por acá? Ven. Pase. _ fue lo último que pronunció, antes del acto siguiente de la reja abriéndose, para darle el paso al interior.
Caminó pocos metros para llegar a la puerta de la gran casa, pintada de un color allegado al crema, lo cual le daba un aire de elegancia, que iba muy a juego con su llamativo jardín de rosas. Y cuando estuvo frente a la puerta, ni siquiera llegó a tocar, cuando observó a la mujer bajo el umbral de la madera, recibiéndola con la más cálida de las sonrisas.
_Que gusto me da verte, Taraky chan_ indagó, ampliando su sonrisa a tal modo que sus pequeños ojos comenzaron a confundirse entre sus pestañas.
_Igualmente, señora Kaneguro _sonrió, devolviéndole la misma calidez, aunque un poco más tímida que la recibida. En eso, observó como la mayor arrugó levemente el entrecejo, junto con una mueca burlona.
_Por favor, no me llames así. Me haces sentir más vieja de lo que en realidad soy _chistó, divertida_. Llámame Kiyoko san.
La menor abrió los ojos, expectante. ¿De verdad le tenía tanta confianza como para hacerla llamar por su nombre de pila? Apenas lo pudo asimilar, cuando la rubia volvió a hablar.
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Una Mirada ||Zac El Alba Y Tú
RandomSólo eso es suficiente para empezarlo todo ******** "Fanfinc de mi autoría e imaginación. No acepto plagios, copias ni cualquier cosa que se le parezca. Seamos originales y respetemos las ideas y culturas ajenas :3"