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MÚSICA
Vogel im Kafig - Samuel Kim

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Capítulo 57
¿Quién eres?

—Ten cuidado —le dijo Martha a Milo al ingresar su cabeza levemente por aquel pasillo.

Milo se asomó y entonces supo que allí se encontraba. El hombre de largo y ondulado cabello rubio, alto y musculoso que habían conocido en aquella casa abandonada.

El clonador, se paseaba por el pasillo, pero Milo supo que no solo merodeaba por aburrimiento, sino que estaba cuidando la entrada a una puerta en específico.

Quizá esa era la puerta que ellos estaban buscando.

—Tengo una idea —miró a Martha de pies a cabeza—. ¿Recuerdas a la mujer de la casa abandonada?

Martha si que la recordaba.

—Pelirroja, alta, tetas enormes... —continuó Milo.

—Si Milo, la recuerdo —lo interrumpió ella con molestia.

—Bueno, lo más probable es que ese de ahí sea uno de esos clones, el que está a la vuelta del pasillo, si nos ve va a alertar a los otros... pero si ve a esa mujer, seguramente la pasarían por alto —explicó el chico con rapidez porque al parecer no solo corría rápido sino que también se explicaba a la velocidad de la luz.

—¿Quieres que me haga pasar por ella? —resumió la muchacha.

—Exacto —asintió Milo con una sonrisa.

—¿Y cómo mierda me deshago del clon? —exclamó ella en un susurro.

Milo rodó sus ojos.

—Seguramente esté cuidando la puerta... —Milo meneó su cabeza tratando de que ella llegue a la solución por su cuenta.

—¡¿Y qué?! —se arrimó a él ansiosa.

—¡Pues dile que tú te harás cargo! —alzó sus brazos exageradamente—. Entras y liberas a Deylen de donde sea que lo tengan, cuando ese clon se vaya yo avisaré al resto y volveré para ayudarte.

Martha no estaba muy convencida de ese plan de último momento, nada echo en el momento salía bien, nunca. Pero la verdad es que nada de lo que estaban haciendo en realidad estaba planeado y no tenían tiempo para hacerlo.

—Bien —tomó aire—. Iré... ¡pero no te tardes!

—Lo prometo —sonrió Milo—. Nunca me tardo.

Martha rodó sus ojos y cerrándolos se concentró en aquella mujer que había conocido ese día en la casa abandonada. Milo fue testigo de cómo tanto su cuerpo como su rostro comenzaba a cambiar, menos su cabello que tanto como el suyo también era pelirrojo.

Al abrir sus ojos, Milo notó como estos ya no eran verdes, sino cafés.

Martha se encontró con la sonrisa de Milo que al bajar la vista hacia su torso, se encontró con unos enormes pechos que ahora tentado por tocar, tuvo que controlarse.

—¡Ey, pervertido! —Martha le dio una cachetada.

Milo llevó su mano hacia su mejilla ardiente.

—Lo siento... es que estás idéntica —se excusó pobremente.

—Es una mujer mayor por dios —se asqueó esta levantándose del suelo—. Bien, quédate aquí, cuando lo veas salir avisa al resto.

𝐀𝐂𝐀𝐃𝐄𝐌𝐈𝐀 𝐋𝐀𝐍𝐂𝐀𝐒𝐓𝐄𝐑 ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora