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CHANGBIN

La universidad pagó por el palco ejecutivo en el TD Garden, un elegante palco privado con una reluciente ventana que iba del suelo al techo con vista a la pista de abajo.

De todos modos, las botellas de celebración que habían sido repartidas eran cortesía del imbécil de mi padre. El idiota está celebrando el éxito de nuestra victoria como si hubiese sido él quien estuvo en el hielo esta tarde... Incluso lo oí presumiendo con uno de sus amigos que había sido él quien me enseño el movimiento de tres pases que usé para marcar el gol de la victoria en el tercer tiempo.

Mentira. El no me había enseñado ni una maldita cosa. Para el momento que fui capaz de sostener un palo de hockey, le dio dinero a profesores, entrenadores y a cualquiera que pudiese convertir a su hijo en una estrella. El único crédito que estoy dispuesto a darle es que es realmente bueno firmando cheques con su nombre.

El equipo de Félix está ahora en el hielo, enfrentando la misma presión que otros. El entrenador nos había permitido a cada uno un vaso de champagne. Íbamos a jugar la final mañana por la noche y nos quiere preparados. Aunque no tiene que preocuparse por mi. Estoy bebiendo una cerveza de raíz. No es por hacerle la contra a mi padre, es porque tengo el estomago revuelto mientras miro el partido y el alcohol solo lo empeoraría.

Quiero que Rainier gane.

Quiero enfrentarme a Lee en la final.

Quiero fingir que ya no tengo sentimientos por el chico.

Supongo que tendré que estar satisfecho con eso, porque no puedo fingir que no me gusta. Verlo otra vez la pasada noche lo hizo imposible.

Mierda, se veía bien. Realmente bien. Mi sensual chico de Australia, rubio y sexy. Con esos conmovedores ojos marrones, sorprendentes en un chico rubio.

Durante todo el tiempo que he conocido a Félix nunca hizo alarde de su apariencia. A veces pienso que ni siquiera es consciente de lo hermoso que es.

—Oh, mierda— grita uno de los mayores mientras un jugador de Rainier lanza el que debe ser uno de los tiros de la semana.

Rainier está concentrado para ganar. Están jugando agresivamente, ofensivamente, todo el tiempo. No creo que Yale haya lanzado mas de una docena de tiros al arco y ya está casi acabando el tercer tiempo, Lee los paró todos, menos uno y el único que le metieron fue totalmente suerte, golpeando el poste para darle a Yale un rebote en el centro volviendo a golpearlo dentro.

Ahora el marcador está igualado, 1-1, a cinco minutos del final. Me encuentro reteniendo la respiración, deseando que Rainier se adelante para que algo pase.

—Tu hombre, Lee Félix, es muy estable— me comenta Chan, tomando un delicado sorbo de champagne, como si fuese la reina de Inglaterra.
—Frío bajo presión— concuerdo, mi mirada fija en la pista.

El extremo izquierdo de Yale simplemente lanzó un torpe tiro al pecho que Lee paró con facilidad, con lenguaje corporal casi aburrido mientras tomaba posesión del disco antes de pasárselo a uno de sus extremos.

Los jugadores de Rainier pasaron como un rayo la línea azul, yendo al ataque.

Pero mi mente aun está en el último intento de gol, la forma en que Lee se enfrentó al jugador de Yale. Ni siquiera puedo contar las veces que estuve en esa misma posición, volando hacia mi amigo, lanzándole tiros.

Excepto la última vez que nos enfrentamos, fui el que estuvo en la red. La ultima barrera entre Félix y una mamada.

Me gusta pensar que no lo dejé ganar adrede. Soy un competidor, siempre lo he sido. No importaba que si yo ganaba, lo dejaría retirarse de la apuesta. Había defendido ese arco con todo lo que tenía.

~FÉLIX~ ChanglixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora