El mundo de los concursos Parte 1

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Mis padres eran el típico matrimonio burgués del hombre que trabaja mucho y duro para poder ascender y lograr un buen pasar económico para su familia.

Mi madre después de haber dado a luz a dos hijas mujeres de las cuales yo era la menor, se dedicaba en exclusiva a la casa y criar a sus dos hijas. Hasta que, en una junta con las vecinas, se obsesionó con el mundo de los concursos de belleza.

Mi hermana mayor era toda una preciosura, fue su elegida, para meterse en este mundo mágico y de glamur, en dónde festejaba cada triunfo de mi hermana cómo si hubiese sido propio. En el fondo creo, que con eso compensaba sus frustraciones de la vida, al ver a mi hermana mayor, ganar esos concursos.

Pero me di cuenta que llevaba mucho tiempo, los que ven desde los asientos no se dan cuenta cuántas horas de trabajo hay detrás de esa niña o de esa joven que se ve espléndida sobre el escenario y qué es la envidia de muchas y la obsesión de otros.

Para mí fortuna, mi cara y mi físico no podían ser más corrientes según yo. Quizás si mi carácter hubiese sido otro, me hubiese sentido celosa y hasta mal, por toda la atención que mi hermana mayor recibía.

Pero tras todos los acontecimientos que vinieron después, no pude sino dar gracias, por pasar desapercibida ante los ojos de los hombres.

Al menos mientras fui niña.

Los primeros concursos de mi hermana comenzaron cuando todavía era una niña que mudaba los dientes. Era increíble ver cómo se veía como una mujer adulta en miniatura, caminando elegantemente con sus pequeños tacones, sus vestidos de reina, y sus pelucas que le hacían ver mayor de lo que realmente era. No la vi en persona porque era seis años menor que ella, veía sus fotos y sus videos. Los cuales mi madre mostraba orgullosa en sus reuniones.

Ella había nacido para estar sobre un escenario, y ser coronada reina.

A mí me encantaba jugar con todos los materiales que sobraban, tenía un mini closet lleno de vestidos hermosos para mis muñecas. Con los retazos que sobraban de los vestidos que le hacían a mi hermana.

Hasta usada todos los materiales como brillantina, perlas y demás accesorios para armar mis propios concursos de belleza con todos mis juguetes.

Y me encantaba hacer una y otra vez los concursos para que todas mis muñecas pudieran tener la oportunidad de ganar.

Tenía una pequeña radio en mi habitación donde elegía la música para mis concursos. Y con los materiales de la escuela armaba mis pequeños escenarios, lleno de colores y papeles brillantes. Para mí, hasta se veían mejor que los escenarios reales en dónde desfilaba mi hermana.

Las primeras amigas que tuve en el barrio, traían sus propias cosas, y nos pasábamos toda la tarde jugando, armando vestidos y animando los concursos de belleza de nuestros juguetes. Para mí fueron años realmente divertidos, no notaba el descuido de mi madre, se me iba todo el día en el colegio y cuando tenía libre jugar con mis amigas.

Pero un día vi el lado no tan bonito de ese mundo de los concursos.

Un día llamaron a mamá, debíamos ir a la estación de policía, debido a que una de las niñas del concurso en el que participaba mi hermana estaba desaparecida.

Un día la madre de esa niña, la llevó al colegio como siempre, pero cuando fue a buscarla a la salida, no la pudo volver a ver nunca más.

Ese día conocí por primera vez el lugar donde trabajan los policías.

Entramos y había muchas oficinas, un montón de gente principalmente hombres hablando en sus teléfonos, escribiendo cosas y la mayoría se veía cansado y nervioso.

Entramos a la oficina de un policía, que empezó a hacerle preguntas a mi madre. Le dijo que estaban buscando toda la información posible de las últimas personas que pudieran haber visto a la pequeña con vida.

Mientras ellos hablaban, me di cuenta que sobre el escritorio de aquel policía, había un frasco lleno de dulces.

Me moría por sacar un puñado, tratando de ver en qué momento se descuidaban para poder estirar mi mano.

En un momento el oficial se para de su silla, y se acerca a un archivador, dónde tenía unos papeles y unas fotos y le pidió a mi madre que las viera.

Pensé que esa sería mi oportunidad, como toda niña los dulces eran mi debilidad, y en ese frasco había muchos. Y pensé que nadie más los tomaría, ya que en ese lugar trabajaba pura gente adulta.

Así que en cuanto los dos estuvieron de espaldas, rápidamente abrí la tapa y metí mi mano para sacar un puñado y esconderlo en mi bolsillo.

Pero el ruido de la tapa y el sonido de los envoltorios de los dulces me delató, mi madre me quedó viendo enojada y el policía solo se reía.

— robar es un delito pequeña, creo que voy a tener que arrestarte — dijo el policía mientras trataba de ponerse serio

— qué modales son esos Isabel! Acaso no te he enseñado a pedir amablemente las cosas, ya verás cuando lleguemos a casa! — dijo mi madre enojada — ahora devuelve todos y cada uno de esos dulces a su lugar!.

Y avergonzada y también con rabia tuve que devolver todos esos dulces que seguramente iban a ser desperdiciados.

Cuando llegamos a mi casa mi mamá me castigó enviándome a acostar sin cena y sin televisión.

— y qué fue lo que hizo esta vez Isabel? — pregunto aburrido mi padre

— no sabes la vergüenza que me hizo pasar, estábamos viendo las fotografías de posibles sospechosos, e Isabel tuvo la genial idea de abrir sin permiso un frasco de dulces que había sobre el escritorio del oficial y sencillamente sacar un puñado para robarlos descaradamente. ¿Te imaginas? Realmente no sé de dónde estás aprendiendo esos pésimos modales — dijo mi madre enojada

Luego se paró delante de mí con sus ojos fulminándome y sus brazos cruzados.

— vete inmediatamente a tu habitación, no quiero ver tu cara hasta mañana cuando tengas que levantarte para ir a la escuela. Y ni se te ocurra levantarte a media noche a buscar comida en el refrigerador. Si te sorprendo, te castigaré toda la semana — me gritó mi madre

Y yo subí corriendo y llorando a mi habitación. Pensé que sacar esos dulces no era para tanto.

Por suerte antes de que nos fuéramos de la estación de policía, el oficial me pasó unos pocos a escondidas para que me los llevara. Era un alivio tener algo que ponerme en la boca porque me gruñe el estómago.

Creo que el oficial me entendía porque se veía muy joven. Mas que policía parecía mi hermano mayor. Seguro se acordaba de su propia niñez, y que los dulces para nosotros son irresistibles. Realmente cuando uno los ve solo piensa es las ganas de saborearlos. No lo hice con maldad.

Todas eran reinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora