Fuego Cruzado | EMPE #2 | Stiles Stilinski

12. Parálisis

Stiles

Derek había convertido a Isaac y a Érica en hombres lobo. Pero sabíamos que él necesitaba a al menos tres personas en su manada. Fui yo quien descubrió que el tercero era Boyd, pues no había aparecido en la escuela el día de hoy.

Fui a buscarlo a su casa para evitar que aceptara la mordida, mientras que Scott fue a buscarlo a la pista de hielo, que era donde trabajaba.

Cuando llegué a su casa no estaba, pero quien sí estaba era Érica. Después de hablar por unos minutos con ella. Tal vez hablar no es el término adecuado, más bien ella me intimidaba... solo un poco. Al final, cuando quería irme de ese lugar, ella me golpeó con el burro de arranque del Jeep.

Así que, ahora estoy en el taller del mecánico. Porque necesito reemplazar esa pieza.

Cuando entré, vi que el mecánico estaba haciéndole algo a la parte inferior de mi Jeep. No le había pedido que hiciera nada más que reponer la pieza.

― ¡Oye! ¡Oye! ―Grité mientras me acercaba a él y me posicionaba abajo del Jeep, que estaba levantado sobre uno de los aparatos que tienen en los talleres de mecánica―. ¿Qué crees que haces? ―le pregunté―. Solamente necesitaba el burro de arranque.

―Sí, pero parece que también había que cambiar el sistema de escape ―respondió mientras seguía trabajando en mi Jeep.

Los mecánicos siempre, siempre abusaban de uno. Malditos.

― ¿Por qué me parece que estás sobreestimando el daño? ―pregunté frustrado.

¿Puedes dejar de trabajar en el Jeep? ¡Maldito estafador!

―Te va a costar unos 1,200 dólares, entre repuestos y mano de obra.

¿1,200 dólares? ¿Está loco?

― ¿Estás bromeando? Esta cosa ni siquiera tiene un catalizador. Y sí, sé lo que es un catalizador.

Sé todo sobre mi Jeep.

― ¿Sabes lo que es un diferencial autoblocante? ―preguntó.

―Ah... ―maldito― no...

―Sí, más bien te costará unos 1,500 dólares.

Ya no había caso pelear, el mecánico estafador iba a ganar de todas maneras. ―Bueno, sólo termina ―dije mientras salía de debajo del Jeep y me dirigía a la sala de espera―. Yo me quedaré aquí, ―grité, luego susurré―: hirviendo de impotencia.

Cogí la manija de la puerta de la sala de espera, pero la retiré rápidamente. Estaba cubierta de una sustancia espesa, parecía baba o algo así. El maldito mecánico quiere cobrarme 1,500 dólares, pero no puede mantener limpio el local.

―Qué bien. Muy higiénico ―dije para mí mismo. Luego, más alto, para que el mecánico estafador me escuchara, dije―: Sí que tienes un negocio de calidad.

Abrí la puerta y luego me sequé la mano en mi manga. Voy a tener que lavar bien mi casaca, y demandar a este local. Que sea un taller de mecánica, no significaba que tenía que estar tan asqueroso.

Saqué mi celular para mandarle un mensaje a Mia, porque no he sabido nada de ella desde ayer. Ni siquiera la vi hoy en la escuela, creo que no fue a clases. Le había mandado un mensaje antes, pero no respondió. Así que quería intentar de nuevo.

Tenía la corazonada de que algo había sucedido. Si ella no contestaba, iría a su casa a asegurarme de que estuviera bien.

Traté de escribir un mensaje, pero mis dedos no reaccionaban.