De repente, desapareció de su vista y se encontró totalmente sola en la sala de estar. Solo podía escuchar por algun lado su voz, seguramente pidiendo la comida que amablemente había rechazado por educación, pero que no sirvió para nada.Ese fue el momento perfecto para observar detenidamente el apartamento, sin sentir tanta timidez por estar siendo vista por Vero.
Las paredes eran impecablemente blancas, mientras que otras estaban tintadas de negro, con algunas pinturas abstractas sosteniéndose en ellas. El ventanal transparente de vidrio abarcado su lado derecho y frontal le daba un toque apulento al lugar, pudiendo disfrutar del cielo despejado que había esa tarde y observar el sol a sólo unos cuantos segundos de esconderse por completo. Todo esto, solo desde donde estaba sentada.
Por sobre una mesa hecha de cerámica, la pantalla de la televisión se extendía largamente sobre la pared continua a su izquierda, en donde su ubicaba otra mini dala al parecer.
Ahora, su curiosa mirada se corrió hasta la cocina, la cual se encontraba paralela a la sala de estar. Lo que más llamó su atención de ahí fue lo hermoso que se veían aquellas copas colgando boca abajo de un soporte de vidrio, con unas cuantas botellas de vino arriba de este.
Lo demás que tenia a la vista en ese momento, eran muchas piezas de cristal en las mesa, y pequeñas instalaciones de lámparas a lo largo de las paredes.
Estaba muy impresionada y fascinada de estar ahí.
De repente recordó que había dejado su mochila dentro del auto de la maestra Vero, pero se tranquilizo al saber que llevaba su celular en el bolsillo de la falda del uniforme al menos. Iba a sacarlo para ver la hora, pero escucho unos cuantos pasitos rápido aproximarse.
Volteó hacia atrás de nuevo y no pudo ver nada que le indicara de donde provenía ese sonido, así que se dio la vuelta nuevamente. Al hacerlo, se encontró frente a ella, en el suelo, una pequeña y adorable bolita de pelos color café mirándole directamente.
Inmediatamente Ana se lanzó de rodillas al piso, asustando un poco a la mascota, para acariciarla y soltar algunos sonidos de ternura ante lo adorable que era.
-¡Loui!-exclamó hacia el pequeño animal, acariciando su lindo pelaje.-Eres realmente adorable, ¿Sabías? Me dan muchas ganas de apapacharte.
Loui simplemente la observaba con su cabeza ladeada, sin hacer ningún tipo de sonido. Pero pronto cedió a las caricias de la chica desconocida que había entrado a su casa, olfateando sus manos y ropa al mismo tiempo.
-Veo que ya se conocieron.-apareció finalmente diciendo la Maestra Vero.-Ni siquiera me esperaron para poder presentarlas yo misma.
-Lo siento, acaba de aparecer frente a mí y no pide contenerme ante lo linda que es.-Ana hablaba tan entusiasmadamente mientras dejaba que la mascota se parara sobre sus piernas y no paraba de acariciarla.
-Sí, y veo que tu en serio le agradas mucho también.-dijo Vero casi sorprendida.
-¿Por qué se sorprende?-pregunto Ana riendo.
-Loui es un poco huraña con personas que conoce, incluso lo es conmigo algunas veces. Por eso digo que le agradaste mucho al parecer.-explico, ala vez que se sentaba en el lugar que estaba Ana antes.-Normalmente, si ve que hay alguna persona que no conoce, la olfatea, y si no le interesa simplemente regresa a su cuarto o anda por la casa sin prestar atención a nadie.
-Eso es...-la menor se encontraba realmente sorprendida ante lo que acaba de decir Vero.-...me siento halagada, la verdad.
La mayor río, bajando hacia el suelo para poder estar al lado de Ana, quien aún tenía a la pequeña perrita sobre sus piernas.
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