Antes | Callar

138 28 3
                                    

Drake

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Drake

Tomé la mano de Corinne para alzar su brazo y examinar la mancha en el borde de la manga de su blusa. Era sangre. Ella lo notó en ese momento y recuperó su extremidad.

—Debe ser de cuando los limpiamos. Había demasiada —dijo—. Tengo que darme una ducha.

Ya sonaba un poco más calmada. El reciente ataque que hubo y que Emir requiera su asistencia para preparar a los muertos para la cremación, la había alterado. No estaba acostumbrada a enfrentar esas situaciones, pero pronto Emir se iría y la responsabilidad sería de ella.

—Termina el té primero —pedí.

Volvió a sentarse en la banca.

Yo también debía irme. Tenía que estar en la sala de reuniones con mi abuelo para discutir con los otros representantes de linaje cómo responderíamos al ataque efectuado por Descendientes de Imm y Malditos de Aithan. Fue a un grupo de los Cephei que se dirigía a un encuentro con los cazadores para organizar guardias en poblados atacados recientemente.

Pero eso podía esperar. Corinne había pasado por mucho desde la noche anterior.

—Me va a costar sacarme esas imágenes de la cabeza —murmuró—. Supongo que no todo es personificar a la diosa y encender velas.

—Si quieres te busco algo más fuerte para tomar —ofrecí.

Corinne alejó la taza de sus labios. Pude notar cómo en serio lo estaba considerando, pero después negó y soltó una risa triste.

—Sé que también tienes responsabilidades que atender. Aprecio que estés aquí, pero sé que lo que siento en el pecho es parte de mi servicio. No sé cómo explicarlo.

Ni yo podría entenderlo por completo. Era la guía espiritual y parte de su trabajo era estar en la llegada de una vida y ante la despedida de un miembro de la manada. Era el lazo con la diosa, como si ella misma estuviera haciéndose cargo de sus hijos. Corinne era joven, como yo, y esa era otra carga difícil de sobrellevar. No quería que sufriera, mas sabía que sentía a esos muertos como una porción de sí. Algo como lo que debía experimentar mi abuelo. A mí también me dolían, sin embargo, lo suyo era desde otro plano.

Como sus manos estaban ocupadas, coloqué la mano en su rodilla y la apreté para reconfortarla. Quizá su papel era ser el pilar para los otros, no obstante, el mío era ser el suyo.

—Voy a sugerirle a Arthur que hagamos presión para que los cazadores investiguen al Clan del Norte. Los ataques en los poblados no pueden ser vampiros sin clan colaborando con Malditos de Aithan. Ambos son demasiado erráticos para organizarse de esa manera.

—Ya deben suponerlo.

—Pero igual no hacen nada al respecto. Y de todas formas ponen en riesgo nuestras vidas por sus fallas. Es una burla que estemos obligados a darles apoyo.

No respondió de inmediato, pero la conocía lo suficiente como para leer en sus ojos que decidía si guardarse lo que pensaba, o ser sincera. Necesitaba que escogiera lo primero. Yo ya tenía demasiados aduladores como para que mi compañera de vida se convirtiera en uno también.

Corinne suspiró y puso la taza entre nosotros.

—Es el momento de lamentar nuestra pérdida, no de alzar la voz —dijo.

—¿Quieres limpiar más sangre y quemar más cuerpos pronto? —inquirí—. En una lucha que no debería ser nuestra y con las manos atadas por los ridículos acuerdos. ¿Quieren proteger humanos? Hay que matar a todos los que beban sangre.

—Te estás dejando llevar por las ansías de venganza. Eso no debería guiar tus acciones —contestó, alejándose de la chica abrumada y rozando la imagen de la sacerdotisa que sería—. La diosa perdonó a un Maldito de Aithan y de allí nació el primer Hijo de Diana. Matarlos a todos no es estar a favor de nuestras creencias. No suenes como Clovis. Todavía no has ascendido, pero todos están atentos a nosotros. No olvides eso.

Había más detrás de sus palabras. Convicción de agachar la cabeza con tal de conservar ese espejismo de paz. Deseo de no desviarse del camino trazado con tal de cumplir con lo que esperaban de ella. Miedo a que se arruinaran años de preparación por una imprudencia de mi parte. Porque, sin importar cuánto se esforzara, el desenlace dependía más de mí que de ella.

Y por esa carga, por valorar que estuviera dedicando su vida a mí, opté por guardarme mis pensamientos oscuros e incendiarios. Era verdad. Los ojos estaban puestos en nosotros. Mi padre era quien debía sustituir a mi abuelo, no yo. No podía equivocarme y arrastrar a Corinne conmigo.

Busqué sujetar su mano para tranquilizarla. Ya tenía demasiado sobre ella, como para también estar en su lista de preocupaciones. Corinne la extendió hacia mí y la acaricié.

—Tienes razón. Voy a mantenerme calmado por el bien de todos.  

  

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
La Redentora | Trilogía Inmortal III [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora