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Drake

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Drake

Vanessa respiraba. Sumergida en un profundo sueño, su pecho subía y bajaba con cada respiración. Estaba viva.

Me estiré para encender la lámpara junto a su cama. La luz que entraba por la ventana de la habitación se había vuelto escasa. Ya estaba por cumplir un día de regreso con Los Cephei, casi el mismo tiempo que llevaba inconsciente en la enfermería. No me había apartado de su lado.

Se removió entre las sábanas. Sudor volvió a acumularse en su rostro y me encargué de limpiarlo con un pañuelo húmedo. Sus labios se separaron para murmurar palabras incompresibles y frunció el ceño; probablemente otra pesadilla.

Había logrado escapar físicamente del clan, pero sabía que su mente tardaría en librarse de ellos. Todavía podía escuchar su llanto y sentir sus espasmos en mis brazos. Me odié por haber convencido a Arthur de convertirla en un arma para la manada. No habría vuelta atrás de eso.

Tomé su mano entre las mías.

—Nada vendrá a lastimarte aquí —murmuré—. Acabaré con todos ellos.

Tocaron a la puerta. No respondí, porque no quería ser molestado. Nada haría que la dejara en ese estado.

De todas formas, el visitante entró. Era Ian.

—Corinne ya sabe que estás aquí —dijo.

—¿Cómo?

—Es la única habitación en donde no la dejaron buscarte.

Solté la mano de Vanessa y giré a mirarlo.

—¿Y qué hizo? —pregunté.

—Se sentó en la sala de espera y dijo que no se moverá de allí hasta verte. —Suspiró. Su atención se desvió a Vanessa—. No creo que le haga bien tenerte aquí cuando despierte. Elegiste quedarte con Corinne, así que creo que ya deberías dejarla en paz.

—Sabes que no es tan sencillo.

—No estoy diciendo que lo sea, Drake. Espero jamás estar en algo similar —replicó—. Lamento que no puedas poner tus sentimientos en primer lugar.

Ian no era alguien de muchas palabras, a menos que creyera que las circunstancias lo ameritaban. Había estado cuando mis padres murieron y en cada etapa de mi crecimiento; casi como otro hermano. Su amistad y lealtad eran valiosas para mí. Confiaba en él y en su juicio.

—Prométeme que estarás para Vanessa cuando necesite apoyarse en alguien —pedí—. Lo más probable es que yo no pueda ser lo que ella necesita ahora.

—¿Incluso si significa ir en contra de tus propios deseos?

—Especialmente si significa eso.

Como se demoró considerando mi petición, extendí mi mano hacia él. Yo estaba hablando en serio. Y Ian terminó notándolo.

—Está bien —accedió estrechando mi mano—. Ahora ve a atender a tu novia.

Le di un último vistazo a Vanessa antes de marcharme de la habitación. Estaba viva y a salvo. No importaba si tenía que ser paciente para volverla a tener conmigo.

Al final del corredor, me encontré con una Corinne inquieta. Estaba sentada, pero sacudía su pierna y pasaba las manos por su cabello. Habíamos tenido una discusión por haber arruinado mi fiesta de cumpleaños. Sin embargo, ahí estaba, buscándome. Ya debía saber del regreso de Vanessa.

Corinne se levantó al notar que me acercaba.

—No era necesario que vinieras —dije con el tono más bajo posible.

Sujetó mis manos y acortó más la distancia, casi como si fuera a besarme.

—Sabes que sí —susurró—. No puedo volver a pasar por esto, Drake.

—No será así, pero tampoco puedo dejarla.

—No es tu culpa lo que le pasó. Deja que las enfermeras hagan su trabajo.

Me aparté de su agarre y di unos pasos hacia atrás.

—No debatiré sobre esto —concluí—. Deberías ir a dormir.

Su expresión se contrajo por unos instantes, no obstante, bastó una sonrisa bien practicada para esconder su justificada molestia. Lo reprimió, como la experta que era haciéndolo.

El cansancio decidió golpearme en ese momento. Fui a sentarme en el puesto que ella había estado ocupando. No me iría hasta que Vanessa despertara. Al entenderlo, Corinne vino a sentarse junto a mí. 

La Redentora | Trilogía Inmortal III [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora