Antes | Brujo

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Drake

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Drake

Me senté en el borde del muro con las piernas colgando hacia el bosque. La brisa nocturna avivaba la copa de los pinos y el brillo de la luna afianzaba las sombras. Pero mi mente estaba más allá de esas hectáreas de árboles; más allá, quizá casi en línea recta, estaba el estanque en el que casi morí. Ya habían transcurrido muchos años y rara vez me detenía a pensar en ello, puesto que la fecha se mezcló con la conmemoración del asesinato de mis padres. Sin embargo, ese año estaba siendo distinto.

¿Y si hubiera muerto también ese día? ¿Qué tan diferente sería todo?

El destino de Josh cambiado por el mío.

Mi abuelo con más culpa sobre los hombros.

Vanessa envejeciendo como humana.

Todo con otro rumbo, excepto los Hijos de Diana, quienes serían igual de sumisos ante los cazadores y hechiceros. Muertes en las poblaciones de humanos, tratados entorpeciendo la toma de acciones, los vampiros burlándose de nosotros. Eso sí sería la misma mierda.

—Lanzarte desde ahí no te matará.

La voz hizo que me sobresaltara. Ese tramo del muro había estado solo cuando llegué y no escuché a nadie abriendo la puerta de la torre. No obstante, al girar hacia la fuente de esa frase, encontré a un sujeto sentado a unos metros de distancia. Su espalda se apoyaba de la pared de la torre y una de sus piernas también estaba colgada hacia el vacío. Despreocupado, como si no fuera un intruso en el corazón de la manada líder de la región.

—¿Quién eres tú? —cuestioné, dándole la oportunidad de entretenerme un poco.

Una media sonrisa apareció en su rostro y segundos después suspiró para ponerse de pie. La blancura fantasmagórica de su piel contrastaba con su vestimenta negra de detalles de cuero y cubierta en parte por una capa. A medida que se acercaba, noté el tono amarillo de sus ojos.

Terminé de voltear, sin apartar mi vista de él, para tener ambos pies firmes sobre el muro. No me precipitaría todavía con un ataque, mas sería cuidadoso con ese ser que estaba lejos de ser humano. Lo intrigante fue que no detecté ni un solo rastro de aroma proveniente de él.

—Piensa un poco —dijo deteniéndose a una distancia con la que todavía me sentí cómodo—. Tienes frío, hay un búho que habla, y un pastel de arándanos te sacia el hambre.

A pesar de que al inicio su descripción me generó confusión, las palabras se fueron hundiendo en mi subconsciente y sacando a flote más recuerdos de ese mismo día, pero años atrás. Casi pude volver a sentir el calor de esa capa sobre mis hombros. Luego de tanto tiempo, fue claro de nuevo el verdadero motivo por el que sobreviví: él me salvó. No había sido producto de mi imaginación.

—Tú eres un...

—Brujo —terminó por mí—. Sí.

Lo opuesto de los hechiceros. Un recipiente de maldad y destrucción. Excesos, locura, perdición. Los pocos brujos conocidos vivían bajo una estricta supervisión para mantener su caos contenido.

—¿Qué quieres? —pregunté. No era importante el cómo había llegado hasta mí. Mientras más pronto se fuera, mejor.

—Vengo a cobrar el favor que me debes. Te salvé la vida.

El tiempo había transcurrido, pero eso no explicaba su aspecto enfermizo. Se suponía que los brujos no envejecían y eran inmunes a casi cualquier mal. Por eso su existencia era antinatural. Entonces, ¿por qué esas mejillas hundidas, venas marcadas, y oscuridad bajo los ojos? Así no lo recordaba.

—Yo no te pedí que lo hicieras —contesté. Me levanté—. De todas formas, como agradecimiento, permitiré que te vayas en buenos términos.

Yo era el próximo alfa de los Cephei, estábamos a un paso de una nueva guerra con los vampiros, convertí a una humana hacia quien ahora sentía una extraña atracción —al parecer ancestral—, y me esforzaba por conservar mi relación con Corinne. Lo que menos necesitaba era estar vinculado con un brujo.

Su expresión se mantuvo invariable a pesar de mi ausencia de complacencia—. En realidad, yo no estoy aquí, ¿sabes? —Extendió los brazos y dio un giro—. Esto que ves es solo un fragmento de mí que se quedó contigo cuando te salvé. Siempre he estado aquí. Así de poderoso es nuestro lazo.

Esa conversación empezaba a escalar de forma perturbadora. ¿Pero podía ser esa afirmación cierta? ¿Cómo no notarlo, ni haberse manifestado antes?

—Los detalles son irrelevantes. Lárgate y ya —siseé. Mis dudas también lo eran. Había suficiente en mi plato.

De un instante a otro, acortó la distancia y su mano se enroscó brevemente en mi brazo. Pude sentir la presión que ejerció y el frío en su toque. No obstante, hubo como un efecto de rebote que apartó su extremidad. Aun así, decidí tomar acción y derribarlo antes de que intentara algo más. Logré colocar mis manos sobre él, mas una misma reacción repulsiva me alejó.

—¿Ves? La materia de mi cuerpo es inaccesible para ti.

Solté un gruñido de frustración y me senté de nuevo—. ¿Qué quieres para que me dejes en paz?

Se quitó la capa para doblarla sobre un brazo y ocupar un espacio junto a mí. De cerca su aspecto lucía más deteriorado, como si estuviera pudriéndose.

—Hay una mezcla oscura formándose en ti, por eso ahora es que estoy aquí. Tienes deseos caóticos que puedo hacer realidad. Hay cambios que solo tú puedes lograr. Si me liberas, te daré el poder que necesitas.

Autonomía para acabar con los Malditos de Aithan y los vampiros era lo que quería; sin cazadores, ni hechiceros con reglas ridículas respirándonos en la nuca.

—Tú no sabes qué es lo que quiero —fue lo que en realidad le dije. Una torta de arándanos y una capa tibia no lo revolvería como en el pasado.

El brujo extendió la capa en el aire y, antes de que pudiera apartarme, la colocó sobre mis hombros. No hubo aroma, ni textura; sí calidez.

—Yo te conozco muy bien, así que piénsalo. No te limites a conformarte con lo que es.

Que no aceptara su ayuda no significaba que dejaría de buscar cambios en el sistema. No necesitaba a ningún brujo manipulador afirmando conocerme. Ni siquiera Corinne lo hacía por completo.

Ya decidido a cortar cualquier vínculo que él asumía teníamos, tiré de la capa para quitármela de encima y arrojársela. Sin embargo, antes de hacer lo segundo, me distrajo por un momento la puerta de la torre abriéndose. Era Corinne vistiendo la túnica se sacerdotisa preparada para esa noche.

Volteé de nuevo hacia el brujo, pero él ya no estaba. De igual forma, la capa había desaparecido a mi mano.

—Supuse que seguirías aquí —dijo Corinne demandando mi atención.

La Redentora | Trilogía Inmortal III [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora