Capítulo 6 | Expiación de un lobo perdido

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Llevaba años encerrado y su interacción con otros debía ser mínima

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Llevaba años encerrado y su interacción con otros debía ser mínima. Nuestra visita era una oportunidad de entretenimiento, por lo que podía entender sus intenciones de atacar nuestro autocontrol. No habían cumplido con su petición en totalidad, por lo que para algo tenía que serle útil nuestra presencia. Sobre todo si en el proceso generaba malestar.

—Eso no fue precisamente lo que hizo Drake —contesté—. Yo solo fui su excusa para disminuir su remordimiento. Tu informante tiene una percepción incorrecta.

Y a esa conclusión llegué. Las horrendas vivencias me hayan endurecido o no, mi base moral seguía siendo la misma. Querer lograr un cambio en nuestra sociedad estaba bien, porque sí, habían prejuicios y desprecios que iban en contra de la esencia de una manada y de las lecciones de la diosa. Sin embargo, ese sacrificio de inocentes de manera desmedida no era el camino. La visión de Drake se contaminó con la oscuridad del brujo que le susurraba al oído.

Daniel asintió con lentitud un par de veces, reflexionando sobre mis palabras.

—Puede ser. Quizá sin darse cuenta terminó siendo más parecido a su tío que a su padre. Esa es una de las cosas curiosas del odio.

—La razón de estar aquí no es debatir. Si no tienes nada útil que decir, prisionero, se acabó la visita —dijo Samuel.

Daniel abrió la boca para responder algo, pero luego otra idea surgió. Fue a sentarse en su cama.

—Solicito una expiación —pidió, como si no fuera el asesino de su propio hermano, ni llevara todos esos años allí.

—No tienes ningún derecho a...

—Lo tengo —lo interrumpió—. Estoy en presencia de la sacerdotisa de los Cephei, mi manada de nacimiento, y, pese a mis acciones, sigo siendo Hijo de Diana. La diosa no me ha abandonado.

Disfrutaba desafiar la autoridad del nuevo alfa de los Arcturus. Y, a pesar de los actos imperdonables que cometió, que el manto de la diosa continuara sobre él, le mantenía la puerta abierta a buscar su redención.

—La sacerdotisa de los Cephei es Astrid Harcos —replicó Samuel con desdén—. Se acabó. Nos vamos. Tú sigue pudriéndote aquí.

—Lo será cuando se case con Josh y haya adquirido la formación necesaria —lo corrigió Corinne—. Soy consciente de la responsabilidad que permanecerá en mis hombros hasta que llegue ese momento. Diana no le da la espalda a ninguno de sus hijos, así que yo tampoco puedo hacerlo.

Daniel se relamió los labios. Estaba ocurriendo lo que quería. Aunque lo más probable era que solo estuviera jugando con nosotros, en el fondo tuve la esperanza de que lo que fuera que tuviera que compartir, no deseara hacerlo en presencia del Arcturus.

Por su parte, Samuel giró a ver a Corinne con la mirada entrecerrada.

—Sé lo que implica y no las dejaré solas con él. De haber sabido que esto era posible, me hubiera negado a su visita. Prohíbo la expiación y les sugiero que no vayan en contra de mi orden. Ahora, acompáñenme a la salida.

La Redentora | Trilogía Inmortal III [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora