Antes | Los campos de Diana

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Mi abuelo parecía invencible

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Mi abuelo parecía invencible. A veces creía que su imagen rota a causa de la muerte de mi abuela había sido parte de alguna pesadilla. Siempre sabía qué decir, qué hacer y todos lo respetaban. Incluso los alfas de otras manadas. También era el más veloz, el más fuerte y el más astuto. Deseaba ser algún día como él. Y sabía que en el futuro iba a tener que ocupar su puesto, pero me asustaba que implicara ya no tenerlo conmigo.

A pesar de sus responsabilidades, seguido salía con mi hermano y conmigo al bosque. Sin embargo, cuando Josh no estaba de humor, íbamos los dos, como en esa ocasión. Sus extremidades eran más largas y sus músculos estaban más desarrollados, por lo que se contenía para que yo pudiera mantenerle el ritmo.

«¿Te gustaría ir hoy un poco más lejos?», preguntó.

«», respondí.

Con la compañía de Josh no nos alejaba tanto de las instalaciones. Mi hermano menor era más lento que yo y era obvio que no disfrutaba tanto de esas salidas. A pesar de estar cansado, yo tenía claro lo importante que era conocer cada zona de nuestro territorio. Por eso nunca me negaba ante esas propuestas.

«Recorramos un tramo de nuestra frontera con los Arcturus cerca de la Montaña de las Almas», indicó.

Cambió de dirección y lo seguí.

El tener la tierra bajo mis patas y vida en todo el espacio que me rodeaba, era lo que le daba significado real al ser Hijo de Diana. Poder ser espectador a través de mis sentidos y a la vez percibir esa conexión con cada elemento, era el privilegio de existir con el manto de la diosa. Eso nos enseñaban. En eso creía.

Mi abuelo disminuyó la velocidad hasta detenerse. Inclinó la cabeza hacia un costado.

«¿Escuchas eso?», cuestionó.

Yo oía todo y todavía estaba aprendiendo a enfocarme en sonidos específicos. Tuve que imitar su postura, cerrar los ojos y aguantar la respiración en un esfuerzo por identificar a lo que se refería. Fui apartando capa por capa de mi atención hasta que un quejido sobresalió entre lo demás.

«¿Es un animal?».

«Sí, es un lobo».

«¿Llora?».

«Está muriendo», respondió. «Ven».

Quise negarme, pero de todas formas fui tras él. No deseaba ver a ese ser vivo morir. Me incomodaba considerar encarar la muerte una vez más. El sufrimiento que generaba era algo que quería evitar a toda costa.

A pesar que buscar bloquear ese lamento, el haberme concentrado en él en primer lugar lo volvía difícil. Al haber mi abuelo señalado de qué animal se trataba, mi mente lo asociaba a sonidos emitidos por nosotros. Podía ser un Hijo de Diana. Podía ser cualquiera a quien le tuvieramos afecto.

«Drake».

El llamado de mi abuelo me hizo reaccionar. Él se había detenido en el borde de una gran roca y yo continuado de largo. Fui hasta él.

Cuando me tuvo a su lado, regresó a su cáscara humana.

—Eres joven y es normal que le temas a la muerte. Por eso hago esto. Espero que lo entiendas —dijo.

También solté mi forma de lobo. Por lo menos así los quejidos no se escuchaban tan fuertes, ni el olor a sangre inundaba mis fosas nasales.

—Quiero volver a casa —murmuré con la vista fija en mis pies—. Por favor.

—Está bien. Entonces solo espérame un momento.

Sin aguardar por mi réplica, descendió a lo que en algún tiempo debió ser un río. En esos instantes me arrepentí de no ser aún tan fuerte como él y haberme quedado atrás.

Hasta que, el lamento del lobo cesó. Mi abuelo regresó con la mano ensangrentada. Fue sencillo para mí deducir que había acelerado la muerte del animal. No le temí porque sabía que era mejor de esa manera para no prolongar su sufrimiento, sin embargo, pese a ello, unas lágrimas se acumularon en mis ojos. Respiré hondo y pretendí hacerlas desaparecer.

—En la mañana los rastreadores encontraron a un Maldito de Aithan. Hubo un enfrentamiento y tuvieron que matarlo —explicó—. Pero no revisaron el área por si hirió a algún animal. Así como cuidamos de nuestra manada, también debemos velar por lo que habita en nuestro territorio.

—¿Y por qué tuvo que morir el lobo si no hizo nada? —pregunté—. Es injusto. No entiendo la lógica de los designios de la diosa.

—No hay que entenderlos, solo aprender a vivir con ellos. La muerte es necesaria.

—¿No sería bueno que hubiera una manera de evitarla? Mis padres seguirían aquí y la abuela también.

Ese pensamiento tenía tiempo rondándome por la cabeza, pero no había sido capaz de decirlo en voz alta. No obstante, sentía esa confianza con mi abuelo y en ese momento necesité compartirlo con alguien.

En lugar de decirme que era incorrecta mi propuesta, su mirada se suavizó y se agachó para poner la mano en mi hombro.

—Sé que el vacío que dejaron duele y que tu deseo es inocente, pero, ¿no crees que el precio a pagar sería muy alto? Además, recuerda que algún día todos volveremos a estar juntos en los campos de Diana.

—Sí, tienes razón.

Sin embargo, no fui sincero. ¿Por qué tener que despedirnos de nuestros seres queridos si existía alguna forma de evitarlo? 

 ¿Por qué tener que despedirnos de nuestros seres queridos si existía alguna forma de evitarlo? 

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La Redentora | Trilogía Inmortal III [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora