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Drake

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Drake

Esperé paciente por ella en esa azotea.

Se había vuelto uno de los lugares que más frecuentábamos durante nuestros encuentros clandestinos. Los otros habitantes del complejo solían preferir espacios con otros tipos de entretenimiento en su tiempo libre; no la vista a las estrellas. Cuando era pequeño, a mi abuela le gustaba llevarme allí y siguió siendo un refugio para mí. Tanto que, a pesar de haber besado por primera vez a Corinne allí, no pude evitar llevar a Vanessa. Así de distorsionada se estaba volviendo mi moral.

La puerta metálica se abrió y me puse de pie. Vanessa apareció frente a mí con una gran sonrisa en el rostro. Corrió hacia mí y la recibí en mis brazos. Su aroma me embriagó.

—Subí de categoría —indicó.

Se apartó lo suficiente para unir su boca con la mía. Su espontaneidad me tomó por sorpresa, pero supe corresponderle sujetando su rostro con delicadeza.

El tiempo pasaba y yo continuaba igual de enganchado con ella. Nos veíamos a diario, nos retábamos, nos reíamos, nos besábamos; y mi interés no había disminuido ni un poco. De hecho, estaba creciendo.

Nadia se había equivocado y lo peor era que dudaba ser capaz de poder distanciarme de Vanessa otra vez. Cada día esperaba con ansías el momento de encontrarme con ella, incluso más que mis deberes con la manada. Y lo peor era que sabía que pronto todo se saldría de control.

Vanessa se apartó y fue hasta el sofá dando unos brincos producto de su emoción. No era para menos; logramos que su rendimiento mejorara y por fin estaba en un grupo acorde a su edad. No más adolescentes avergonzándola.

Tomé una de las latas de cerveza que traje para celebrar y la destapé para dársela. También abrí una para mí y me senté a su lado.

—Salud por eso —dije. Chocamos las latas y dimos el primer trago—. Tal vez ya no deba llamarte lobita inútil.

Por alguna razón, mi comentario hizo que su ánimo se opacara.

—¿Qué pasará ahora? ¿Ya no seguirás entrenándome? —preguntó.

Había preocupación en su rostro, como si la cercanía que había entre nosotros dependiera de que fuera su mentor. Lo que existía era más complicado que eso; y cada vez me daba más cuenta de ello.

Yo no quería dejar de tener esos espacios con ella, en los que ser el futuro alfa y mis responsabilidades y compromisos pasaban a segundo plano.

—Eso dependerá de la apreciación de Jerónimo —respondí—. De si cree que estás lista o no para solo el plan de formación habitual.

Le dio otro sorbo a su cerveza antes de colocarla en la mesa. Se acomodó para mirarme de frente.

—¿Qué pasará con nosotros? —cuestionó, sin una pizca de la emoción previa. Tenía la misma mirada llena de miedo y vulnerabilidad de cuando me atreví a besarla en el bosque.

Cambié mi posición para imitar su postura y viera lo importante que también era para mí. A pesar de cómo inicié mi acercamiento, Vanessa no era un juego.

—¿A qué te refieres?

Pero ella era quien tenía que decirlo. Cualquiera que fuera el siguiente paso que diéramos, ella sería la más afectada. Mis deseos con ella eran cada vez más palpables, mas no podía imponerlos.

Sin embargo, Vanessa lo interpretó de manera negativa. Lágrimas se asomaron en sus ojos y se levantó.

—A nada —declaró.

Sujeté su mano para evitar que se fuera.

—Siéntate, por favor —pedí.

Me miró con desconfianza, pero cedió. Atrapé la humedad de sus ojos con mi pulgar.

—Lo que tenemos puede seguir si tú quieres —dije—. De hecho, me haría feliz que quisieras.

—¿Y Corinne? ¿Seguiremos siendo un secreto? —murmuró.

Sus lágrimas hacían mi pecho doler. Comprendía las dudas y en ese instante deseé poder hacer todo desaparecer. Yo le había arrebatado su vida humana y, aun así, allí estaba con su corazón pendiendo de un hilo por mí.

Vanessa no merecía ser un secreto, ni Corinne las migajas que recibía.

—Lo resolveremos juntos. Lo que tengo claro es que no quiero separarme de ti.

 Lo que tengo claro es que no quiero separarme de ti

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La Redentora | Trilogía Inmortal III [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora