Capítulo 17 | Arreglar el caos

66 16 6
                                    

Corinne y yo caminamos tras la nativa a lo largo del borde del río

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Corinne y yo caminamos tras la nativa a lo largo del borde del río. Todavía estábamos a una altura peligrosa desde la cual caer. Las aguas se desplazaban turbulentas y dejando a la vista en algunos tramos las cimas de rocas sumergidas. Se trataba del mismo río en el que Alan casi se ahoga cuando fue adolescente.

—No pienso bañarme en lodo —dijo la rubia sabiendo que nuestra guía no entendería.

—¿Estás segura de que esta es la mejor opción para refugiarte? No creo que aguantes mucho entre los insectos y la falta de comodidades —repliqué.

Las hamacas tenían mosquitero, así que ese no fue un problema para dormir. Sin embargo, Corinne se quejó del calor y se levantó varias veces para refrescarse con el agua del balde. Anthony le había dado un ventilador de baterías portátil y en algún punto tuvo que dormirse mientras lo apuntaba a su rostro. Los Hijos de Diana podíamos regular hasta cierto grado nuestra temperatura corporal, pero eso era más útil en climas gélidos.

Yo solo necesitaba tener sueño para dormir; y el viaje hasta allí, sumado a las emociones vinculadas, me agotaron.

—Precisamente por eso. Nadie vendría a buscar a la sacerdotisa de los Cephei a esta selva.

El camino que transitábamos comenzó a descender. Nuestra guía pronunció unas frases y unos metros después llegamos al borde del río. Esa sección poseía una curvatura pronunciada que le permitía al agua adoptar un estado más tranquilo y, por ende, un aspecto más limpio.

La mujer de la tribu nos dio nuestras toallas y fue a sentarse en una roca cercana a esperar por nosotras. Se ocupó en picar las frutas que había traído.

—Esto luce más aceptable —comentó Corinne mientras empezaba a deshacerse de su ropa.

Ya había dejado la toalla sobre la capa seca de piedras lisas de la ribera, la cual seguía hasta convertirse en el suelo del río. Yo hice lo mismo que ella, también necesitando ese baño.

Corinne fue la primera en entrar. Al principio a paso precavido, y luego con la confianza del agua hacia la cintura para tirarse hacia atrás y flotar. Cuando la alcancé, se encontraba en proceso se sacudirse el cabello. Debí concordar en que esa experiencia era mucho mejor que depender del balde de nuestra cabaña. Daban ganas de quedarse allí toda la mañana.

—Si acabo con sanguijuelas en mi espalda, promete que me las quitarás —dijo de un momento a otro.

—Eh, sí. Aunque acabas de hacer de este momento menos agradable al hacerme pensar en eso —admití.

Corinne se estiró hacia atrás. Cerró los ojos y sonrió—. Siempre fiel a mi papel de atormentarte.

Al haber terminado de frotar mi piel, también me puse a flotar sobre mi espalda—. Ojalá tú lideraras la lista.

Y no Drake, fue lo que me abstuve de incluir.

El cielo parecía tener un azul distinto allí. El rugir de la corriente del río se mezclaba con la brisa menando las ramas de los árboles y la vida de los animales que contenían. Sonidos, olores y colores diferentes. La supervivencia de un Alan humano allí debía asemejarse a un milagro.

La Redentora | Trilogía Inmortal III [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora