Antes | Alianzas

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Drake

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Drake

Manejé el auto hasta un costado de la carretera y me detuve. Apagué el motor, pero no me bajé de inmediato. Si no me arrepentía en ese momento, todavía tendría un par de kilómetros que caminar para hacerlo. ¿Acaso había terminado de enloquecer al aceptar colaborar con el brujo?

—El amor nos hace romper nuestros límites —dijo la voz de Zigor como si estuviera en el auto conmigo. De reojo vi su mano sobre mi hombro y, sin necesidad de tocarme, me generó un escalofrío—. Ya llegaste hasta aquí. Pronto tendrás el cambio que deseas.

—Los humanos no deberían mezclarse en asuntos nuestros —repliqué haciendo referencia a la persona que me recibiría en el pueblo donde el brujo había sido sellado.

—No es un humano cualquiera. Ya lo verás.

—¿También tiene una deuda contigo?

—No. Su oscuridad y ambición es suficiente.

Eso no hacía que me sintiera más tranquilo. Sin embargo, apareció de nuevo en mi mente la imagen de Vanessa llorando escondida detrás de una columna. No me había visto en la ventana, así como después tampoco me contó que unas impuras la habían ofendido, ni qué tan frecuente sucedía.

Yo podía ir contra todos por ella, pero la realidad era que a mí, a pesar de haber renunciado a mi lugar en la línea de sucesión, nadie se atrevería a insultarme. Me atormentaba que nuestro amor le generara tanto sufrimiento silencioso y no poder hacer algo al respecto. Yo no podía convertirme en su sombra, ni borra siglos de prejuicios. Ya tampoco tenía el poder de creerme capaz de lograrlo.

Y Zigor sí. Él podía darle vuelta a cómo funcionaban las cosas y hacer que posturas cambiaran. Lo necesitaba para que Vanessa tuviera paz verdadera estando a mi lado. Yo solo no podía.

—Como digas —concluí.

Me bajé del auto y caminé por el camino sin pavimentar hacia el poblado. Había conseguido tener un día lejos de cualquier escrutinio con la excusa de ir investigar de forma extraoficial los asesinatos de Malditos de Aithan en la zona. Entre los padres de Corinne, las quejas de miembros de los Cephei y de otras manadas, y su propia decepción, mi abuelo no tenía problema en tenerme lejos. Él me lo había advertido.

—Pronto las opiniones de los demás dejarán de importar. No olvides los propios pecados de tu abuelo —dijo el brujo conocedor de lo que cruzaba por mi mente y corazón.

Entre esos pecados, el que más dolía era que le hubiera perdonado la vida a mi tío y lo ocultara. Y que, en consecuencia, no tenía moral para reclamarme las acciones que yo estaba tomando. Él también había priorizado sus deseos; lo había hecho por amor. Yo ya llevaba años indignado con los Hijos de Diana comportándose como mascotas de los cazadores y mi compromiso con Vanessa sirvió para terminar de detonar mi búsqueda de cambio para garantizarnos un futuro.

La Redentora | Trilogía Inmortal III [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora