Capítulo 2

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— Llevas todo el rato en esa computadora Adam, descansa un poco — dijo Coral mientras en sus manos llevaba dos tazas de café.

— No puedo descansar si no encuentro a Lilly — suspiró.

— Han pasado cuatro años, Adam, que-

— Así pase cuatro, cinco hasta diez años, no descansaré para encontrar a Lilly y su bebé.

Coral suspiró y se sentó a lado de él.

— ¿Por qué tanta obsesión por querer encontrarla?

— Porque no me creo que se haya ido así de la nada, peor en el estado que estaba.

— Pero la madre de Lilly dijo que si era la letra de su hija — suspiró — Ella no descansará hasta que su hija aparezca.

— Ella está sufriendo Coral, por eso quiero encontrarlas.

— Te entiendo...

Adam siguió su mirada hacia su computadora, viendo las cámaras de la ciudad. Desde que Bunny, o más bien, Elians Roberts murió, la ciudad estaba más tranquila, pero eso no quitaba el hecho de que hubiera uno que otra matanza de alguna mafia o de ladrones.

Su puesto en el FBI lo valía mucho, porque podía entrar a las cámaras de la ciudad y pudiera tener una que otra prueba confidencial, y bueno, todos agradecían que un hombre justo estuviera como Coronel del FBI, haciendo que cada criminal fuera directo a la cárcel por sus delitos y pagué por todo lo que ha ocasionado.

A pesar de eso, Adam seguía en la búsqueda de la pelirrubia y de su bebé, que aunque hubiera dejado una carta diciendo lo mucho que amó al psicópata y pidiéndole perdón a su madre, no quitaba el hecho de que no estuviera con los brazos cruzados.

— Por cierto, la madre de Lilly nos invitó hoy a su casa para cenar — dijo la pelirroja tomando el último sorbo de su café.

El castaño miró la hora en el reloj que estaba encima de ellos, reflejando ya las siete de la noche.

— Entonces vamos.

***

— Annie, llama a mamá por favor — dijo el azabache.

— ¡Si!

La pequeña pelirrubia se fue corriendo hacías las escaleras a buscar a sí madre.

— Veo que están súper bien.

— Siempre lo hemos estado señora Hilda...

— Te dije que me llames abuela, Elians.

— Lo siento — le sonrió — Aveces se me olvida.

— No te preocupes — tosió.

— ¿Se encuentra bien, abuelita Hilda? — le preguntó preocupado.

— No es nada hijo, solo que ya estoy muy vieja y estoy sintiendo los estragos de la vejez.

— Pero me preocupa su estado abuelita...

— Solo es un pequeño resfriado...

— Eso no es de un resfriado.

— Soy una pobre vieja yendo hacia le vejez hijo, es normal.

— Le llevaré al hospital abuelita, no debe pasar por eso. Además, usted ha hecho todo por nosotros, por lo menos déjeme hacer esto por favor.

La debilidad de un psicópata²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora