Capítulo 17

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El día había llegado.

El azabache se encontraba guardando las dos pequeñas maletas en el taxi mientras que la pelirrubia y la pequeña Annie se despedían de la señora Hilda.

Lamentablemente ella no podía al viaje porque aún se encontraba delicada de salud y para precautelar eso, ella decidió no ir. Eso había puesto triste a los tres porque había deseado que ella estuviera en ese viaje con ellos.

— Quería que viniera con nosotras abuelita — dijo la pequeña, mostrando un puchero.

— Lo sé pequeña, pero no puedo. Aún sigo delicada de salud y no puedo salir del pueblo estando en esta situación. Sonríe pequeña porque vas a estar con tus padres en unas pequeñas vacaciones. Si en otra ocasión se da, iré con ustedes.

— ¿¡Lo prometes!? — sus ojitos se iluminaron ante esas palabras.

— Claro que sí Annie.

— ¡Si!

La pequeña la abrazó con una sonrisa en su rostro.

— ¡Vámonos!

El azabache exclamó y empezó a correr hacia donde se encontraba las tres. Annie se zafó del abrazo y corrió hacia su padre, que gustoso la recibió con los brazos abiertos.

— La voy extrañar mucho abuelita Hilda — mencionó la pelirrubia.

— Y yo a ustedes. Cuídense mucho los tres — mencionó con una sonrisa triste y abrazó a la pelirrubia.

— Nos vemos pronto abuelita Hilda — dijo el azabache.

— Cuídense, por favor. — mencionó y abrazó al azabache — Adiós pequeña — besó la mejilla de Annie.

Los tres vieron por última vez a la señora Hilda y subieron al taxi. Annie que se apareció en la ventana, extendió su mano y lo agitó en modo de despedida. La señora Hilda se encontraba triste porque no pudo acompañarlos y porque era muy difícil separarse de ellos después de todo ese tiempo. Otra vez sentía esa soledad desde hace mucho tiempo, antes de que los tres hayan llegado a su vida.

Una pequeñas lágrimas se deslizaban por sus mejillas, provocando que desviará su mirada hacia otro lado que no sea hacia el taxi.

Sin embargo, ante la tristeza que estaba viviendo, algo en su sistema se activó. No le había preguntado al azabache donde se iban de vacaciones.

— No puede ser — susurró, tapando su boca con sus manos — ¿Y si ellos se iban a esa ciudad?

Asustada miró hacia donde iban el taxi, viendo que ya había desaparecido de su campo de visión.

— No, ,no, no... Ellos no pueden ir allá.

Ella no les había dicho a la pareja sobre lo que estaba ocurriendo en la ciudad por el bienestar de la pelirrubia y la pequeña. Ella podía ver el miedo de Lilly ante los sucesos del pasado porque aún no los podía superar fácilmente. Lilly nunca prendía la televisión de su residencia y era por la misma situación, el trauma aún seguía si prendía esa televisión, y por una parte era bueno, porque no le hacía acordar mucho la situación.

Tampoco no tenía teléfonos celulares, era un pequeños pueblo que nadie le importaba eso de las tecnologías si no era necesario y porque no había mucha señal para eso. Solo había pocas personas que tenían un celular móvil, pero tenían otra cobertura para poder comunicarse con los demás.

— Ojalá que no vayan hacia allá. Después llamaré a Elians.

***

La pelirroja salió de la habitación, toda demacrada y con los ojos hinchados de tanto llorar. Arrastraba algo entre sus manos, porque después de analizar y comprender la situación, era lo mejor que debía hacer para no sufrir más.

La debilidad de un psicópata²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora