q u i n c e

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Sirius dormía plácidamente recostado en el piso de su celda, por un momento se había olvidado de dónde estaba, después de tantos años ahí se aprendía a dormir en el suelo como si fuera una cama perfectamente acolchada, ya ni siquiera se percataba del frío o del ruido del mar, había aprendido a discriminar los estímulos de manera eficiente.

Sabía que Ava aún estaba despierta, últimamente dormía poco o nada, enormes ojeras le surcaban el rostro y lucía enferma, su rostro pálido lo era aún más y tenía el cabello ralo. Había dejado de comer y no parecía tener intención de hacerlo pronto. Sin embargo, cada vez que veía a Sirius, se esforzaba por esbozar una sonrisa y conversar con él. Sirius sabía que la única razón por la cual Ava no había muerto era él, por egoísta que sonara, ya que conversaba con ella y trataba de alegrarla, incluso la obligaba a comer aunque fuera un poco o vigilaba que tuviera los ojos cerrados y durmiera unas horas cuando menos. Se había convertido en una especie de niñero y ni siquiera le importaba, sólo quería que Ava volviera a ser la misma.

Cuando despertó se quedó unos minutos más con los ojos cerrados, disfrutando de lo cómodo que se encontraba. Lo único que lo motivó a levantarse fue Ava, quien seguramente estaría mirando el fondo de la celda con la mirada perdida. Últimamente pasaba mucho tiempo fuera de sí, Sirius suponía que estaba recordando algo pero la rubia nunca había querido decírselo.

—¿Cómo estás? —preguntó Sirius incorporándose y mirando a la Slytherin, quien tenía los ojos cerrados y respiraba con pesadez.

—He visto mejores días —reconoció con voz ronca, aún sin mirarlo.

Sirius suspiró.

—Escucha, rubia, estamos juntos en esto. No soporto ver cómo te destruyes y no sabes lo impotente que me siento de no poder hacer nada al respecto. Vamos a salir de aquí, ¿oíste? Tarde o temprano seremos libres.

Ava negó levemente con la cabeza.

—A quién engañamos, Sirius, nadie apostaría un sólo knut por nosotros. Pasaremos aquí el resto de nuestras vidas.

—Ni siquiera lo pienses, estoy seguro que seremos libres tarde que temprano.

La chica respiró con fuerza y miró a Sirius, tenía los ojos rojos por tanto llorar.

—¿Cómo puedes estar seguro, eh? Llevamos años aquí, ¡años!

Sirius la miró dolido, Ava lucía muy enferma, sus ojos cristalizados lucían enormes en su rostro debido a lo mucho que había adelgazado, además de estar sucia y en los huesos.

El hombre le extendió la mano, esperando que la rubia la tomara, necesitaba encontrar la manera de demostrarle que estaba ahí, que la cuidaba y se preocupaba por ella, que la sacaría de ahí, costara lo que costara.

Ava miró su mano con los ojos llenos de lágrimas, atreviéndose a tomarla y soltándose a llorar.

—Ya no puedo más, Sirius, ya no puedo... —habló sin dejar de llorar.

Black apretó su mano y se dedicó a acariciar y jugar con sus delgados dedos, apenas si tenía uñas ya que pasaba todo el día mordiéndoselas. No estaba seguro de quién sufría más, si Ava con sus abrumadores pensamientos o él de sólo mirarla. La quería, muchísimo, estaba loco por ella y no soportaba la idea de perderla, sólo quería que estuviera bien, que volviera a ser ella misma.

—Me estoy volviendo loca —dijo la mujer en un hilo de voz.

Sirius sonrió levemente.

—Nos volveremos locos juntos, entonces.

Ava esbozó una muy ligera sonrisa, que no tardó en esfumarse. Sirius no sabía qué más podía hacer para hacerla sonreír.

—Te quiero, Ava —se atrevió a decir, ganándose una mirada incrédula de la chica—. Nunca pensé en decirle eso a nadie pero te quiero y... me gustas mucho, tal como eres. Y sí, eres bastante peculiar pero eso te hace tremendamente especial. No quiero perderte, rubia.

La chica lloró en silencio sin dejar de mirar a Sirius, quien aún tomaba su mano.

—Yo también te quiero, Sirius —habló con voz queda—. Tampoco pensé decirle eso a nadie, menos a ti —sonrió.

—Auch —sonrió a medias—. No hacía falta el insulto, Malfoy.

—Vamos, estoy segura que tú tampoco imaginabas que algún día me querrías.

Sirius esbozó una sonrisa.

—Nunca me imaginé queriendo a alguien, a decir verdad. Creo que estaba aterrado de querer a alguien y ser lastimado.

—Es uno de los riesgos, sí.

—¿Pero?

—No podemos privarnos de algo sólo por miedo, supongo —hizo una pausa—. Mira quién lo dice —sonrió sin ganas.

—Alguna vez tuviste que haber querido a alguien, rubia, ¿qué hay de tu familia?

La mujer hizo una mueca.

—A mi padre, creo.

Sirius encarnó una ceja, mirándola curioso.

—Era bastante frío pero, de alguna manera, siempre me protegió.

—¿Es por eso que nunca formaste parte de los mortífagos?

Ava asintió.

—Mi padre se negó rotundamente, las razones fueron machistas en general, pero creo que realmente no quería verme involucrada en eso. Con mi hermano nunca puso objeción alguna, tampoco con mi madre, sólo conmigo.

Sirius le acarició la mano.

—De alguna forma se las arregló para protegerte.

La chica sonrió levemente.

—Me gusta creer que así fue. Aún recuerdo el día que Lucius dijo que se uniría a los mortífagos, creo que ya todos lo sabíamos pero no lo habíamos escuchado de él. Yo estaba nerviosísima, sólo podía pensar en lo que ocurriría después, ¿qué harían cuando supieran que yo no quería formar parte?

La Slytherin suspiró.

—Mi padre no dijo nada al respecto, simplemente chasqueó la lengua con desaprobación. Era bastante curioso ahora que lo pienso, siempre estaba ajeno a todo lo que ocurría a su alrededor.

—¿A quién se parecerá? —se burló Sirius.

Ava sonrió.

—Antes de morir —respiró con fuerza— fui a verlo, estaba agonizante pero aún recuerdo que me dijo: "te protegí toda tu vida, Avy, ahora es tu turno".

—¿Avy? —se burló Sirius, ganándose una mirada de reproche por parte de la mujer.

—Así me decía cuando era niña —replicó la chica poniendo los ojos en blanco.

—Me gusta. Avy.

Ava le lanzó una mirada asesina haciéndolo reír.

—Es broma, rubia —sonrió—. Tu padre suena como un buen hombre.

—Lo era —suspiró—. Lástima que su legado sea el cobarde de Lucius.

Black negó con la cabeza.

—Su legado eres tú, Ava, y estoy seguro que, dondequiera que esté, sigue cuidándote.

La mujer esbozó una leve sonrisa dejando que las lágrimas se deslizaran por sus mejillas.

—Seguro que sí.

—Saldrás de aquí, Ava, te lo prometo, haré lo necesario para que lo hagas.

La mujer asintió y Sirius sonrió al verla, lucía mucho más tranquila, incluso parecía estar por quedarse dormida, comenzaba a cabecear y su mano estaba perdiendo fuerza. Black se sentía feliz de verla así: tranquila y con esperanza, esperanza de que saldrían de ahí en cualquier momento.



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azkaban || sirius blackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora