Ava miró atemorizada a todos lados, tenía la respiración entrecortada y apenas podía contener las lágrimas.
—Calma, rubia —susurró la voz de Black junto a ella.
El mago aún la tenía tomada de la mano y la chica suspiró aliviada para después tomar su varita y comenzar a murmurar los hechizos de protección. Nadie sabía dónde vivía pero no estaba de más prevenir. Sirius no dijo nada, se dedicó a ayudarla y al cabo de unos minutos ya habían hecho todo lo posible para proteger el apartamento de Ava.
—Estás sangrando —dijo Sirius, tomándole la mano de donde la había sujetado Lucius.
Tenía las uñas de su hermano clavadas en la muñeca, la había sujetado con tanta fuerza y ella había sido tan agresiva al soltarse que la herida aún sangraba. No le dolía, habían sido tantas emociones en tan poco tiempo que ni siquiera podía concentrarse en lo magullado de su brazo.
—Tengo algo por aquí... —murmuró, más para ella que para Sirius.
Sacó un pequeño frasco con un líquido transparente, el cual le costó bastante trabajo abrir.
—Déjame a mí —habló Sirius, sentándose en la cama junto a ella y aplicando las gotas de la sustancia sobre la herida.
Ava sintió un creciente ardor y se mordió el labio, las heridas comenzaban a desaparecer, dejando su piel pálida sin cicatrices.
—Gracias —susurró en cuanto Sirius hubo terminado.
Se puso de pie y comenzó a rebuscar en el clóset, tomando un jersey negro y unos shorts a juego.
—No tengo nada para prestarte —dijo la rubia.
—Qué conveniente —se mofó Sirius, haciéndola sonreír levemente.
—Iré a desmaquillarme y a cambiarme —anunció la mujer, antes de perderse dentro del baño.
Se lavó la cara con agua fría, intentando tranquilizarse y respirando con fuerza. Su corazón aún no volvía al ritmo habitual, seguía sintiendo cómo amenazaba con escapársele del pecho mientras se tallaba la cara con brusquedad. En ese momento se odiaba, odiaba ser tan débil y haberse asustado tanto con Lucius, por Merlín, era una mujer fuerte, había pasado catorce años en Azkaban y seguía de pie, era una bruja ejemplar, había vencido a Bellatrix y a Fenrir Greyback sin desgastarse... ¿Qué más necesitaba para creérselo?
Pensó en Lucius, en lo mucho que lo había detestado cuando era niña y en el odio y la aberración que sentía por él en ese momento. Su hermano no era más que una pantalla, aparentaba tener un matrimonio perfecto con un hijo perfecto en la casa perfecta; un buen puesto en el Ministerio, relaciones con magos poderosos, una bóveda repleta de oro... No era más que un farsante y, sobre todo, un cobarde. Intimidaba a quienes podía, Narcisa, Draco, ella misma, cuando para los demás era un chiste, no representaba una amenaza para nadie, no conocía a ningún mago que se sintiera intimidado por él. Bellatrix lo trataba como su sirviente y ni hablar del Señor Tenebroso, para lo único que había servido Lucius era para ofrecer a Draco, quien no había logrado su misión, y para convertir la mansión en una sala de juntas. Patético.
Entonces, ¿por qué sentía tanto miedo de él, de enfrentarlo? Ni siquiera era un mago destacado, nada. Sabía que tenía que ver con su infancia, con lo abusivo que había sido y lo mal que la había tratado, creció teniéndole miedo y era difícil romper con eso. Cada vez que lo miraba recordaba las veces que la había golpeado o la había encerrado en un armario por horas sin agua, comida o poder ir al baño. En Hogwarts se había encargado de aislarla de todos, de hacerla pasar aún peor que en casa, nunca tuvo un amigo en serio, tampoco una cita; incluso sospechaba que su matrimonio con Regulus había acabado por culpa de su hermano. Lucius Malfoy se lo había quitado todo y, sabía que si le daba la oportunidad, volvería a hacerlo.
—¿Ava? —escuchó la voz de Sirius—, ¿todo bien?
Casi había olvidado que Black estaba ahí, en su apartamento, en su habitación. Se ruborizó de sólo pensarlo, ¿qué haría ahora? No podía correrlo y bien sabía que Sirius no tenía dónde quedarse.
—Sí, ya voy —dijo con voz queda, intentando ocultar el nerviosismo.
Salió del baño con un camisón que le llegaba a mitad del muslo, ganándose una mirada lujuriosa por parte de Black.
Tomó asiento junto a él y notó cómo Sirius hacía acoplo de toda su fuerza para poder mirarla a los ojos.
—¿Cómo te sientes? —preguntó el hombre.
La rubia se encogió de hombros.
—He tenido mejores días, supongo.
—Recuérdame no volver a invitarte a una cita —sonrió Black y Ava le correspondió.
—Creo que mi cita con Sirius Black fue lo único bueno del día.El Gryffindor sonrió.
—Aún te debo una cena con buen vino.
—Y buena comida —sonrió la rubia.
Se quedaron en silencio unos segundos, Ava mantenía la vista en la ventana, nerviosa de que apareciera su hermano. Sabía que era imposible, nadie tenía conocimiento de ese apartamento y los hechizos protectores eran bastante eficaces, sin embargo... Tenía miedo, mucho.
—No va a pasarte nada, Ava —habló Sirius al notarla con la mirada perdida—. Voy a cuidarte siempre, ¿oíste?
La rubia asintió, apretando la mano de Sirius con media sonrisa.
—Siempre dices eso y la que acaba cuidándote la espalda soy yo.
—Prometo que esta vez será al revés —dijo Sirius, haciéndola sonreír—. Dormiré en el sofá, si necesitas algo...
—No quiero estar sola —se atrevió a decir la rubia, mirando a la cama de reojo.
—¿Segura?
Ava asintió, metiéndose en las cobijas y dejándole espacio a Sirius, quien se quitó el saco y se tumbó a su lado, acariciándole la mejilla.
—Aún no sé si ya te perdoné —dijo la rubia, sabiendo lo que Sirius pensaba.
—No importa —sonrió levemente—. Sólo quiero que estés bien.
Ava sonrió a medias, acomodándose sobre el pecho de Sirius y cerrando los ojos. No tardó en quedarse dormida con Black acariciándole el cabello, después de mucho tiempo finalmente dormía tranquila.
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azkaban || sirius black
FanfictionNo pensaban que volverían a verse... mucho menos en Azkaban.