v e i n t i c u a t r o

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Ava salió casi corriendo del Ministerio, era libre, finalmente el Ministro había dictado su sentencia, declarándola inocente y quitando todos los cargos en su contra. Al día siguiente saldría en El Profeta, estaba segura, "Ava Malfoy pasa catorce injustos años en Azkaban, Lucius Malfoy es atrapado finalmente". Sí, eso era lo mejor de todo, que habían capturado a su hermano y pasaría una agradable temporada en Azkaban. Sabía que no pasaría tanto tiempo como ella, en cualquier momento los mortífagos comenzarían a ganar terreno y no tardarían en sacarlo de ahí, pero qué más daba, ella era una persona libre.

Aún tenía la mano dolorida por el golpe que le había dado a Black que, muy a su pesar, no le había causado tanto daño como esperaba. De igual manera la había hecho sentir bastante bien, sí, sabía que la violencia no llevaba a ningún lado pero Merlín, qué bien se había sentido al golpearlo, más cuando Sirius la miró incrédulo. Idiota. ¿Qué esperaba, que se arrojara a sus brazos? Los hombres podían ser tan tontos... Bueno, Black.

Por más que odiara reconocerlo, el verlo le había provocado sentimientos que se había esforzado en enterrar. A quién engañaba, seguía enamorada de Sirius Black, no importaba lo decepcionada que se sintiera. La verdad es que tampoco sabía si estaba enamorada, en ese momento estaba tan molesta, tan triste, tan dolida que apenas podía distinguir sus emociones; estaba al tanto de su "cariño" a Sirius, quizá se hubiera comportado como un imbécil pero aún quería esa versión que llegó a conocer. Esa era la principal razón por la cual no sabía si estaba enamorada de Sirius, no estaba segura de que existiera esa persona a la cual quería. Probablemente no, la persona que había idealizado jamás la hubiera abandonado en Azkaban, mucho menos sin decírselo antes. No, no estaba enamorada del verdadero Sirius Black.

En cuanto llegó a su apartamento no pudo evitar sonreír de oreja a oreja, tumbándose en la cama y permitiendo que su cuerpo se relajara. Al día siguiente iría a su bóveda de Gringotts para poder comprar todo lo que hacía falta en su hogar. No sentía la necesidad de mudarse a un lugar repleto de magos, ahí nadie la conocía y sus vecinos eran amables con ella. No, definitivamente no quería vivir cerca de ningún mago. Quizá hubiera sido declarada inocente pero estaba segura de que no gozaba de ningún tipo de popularidad.

Se dio una larga ducha, permitiendo que el agua caliente le recorriera el cuerpo y le borrara los recuerdos. Se sentía extrañamente feliz, eso creía al menos, había pasado mucho tiempo desde la última vez que había sido feliz, tanto que ya ni siquiera recordaba lo que se sentía.

Cuando terminó de bañarse, se arregló el rostro y el cabello, vistiéndose con un sencillo y elegante vestido negro. Decidió que ese día iría a cenar.

• • •

Sirius Black siguió a Ava desde que habían salido del Ministerio, la mujer iba tan feliz y despreocupada que no había reparado en el enorme perro negro que la seguía.

La rubia vivía en un bonito edificio de apartamentos rodeado de exposiciones de arte y restaurantes, al ver el lugar se dio cuenta de lo bien que encajaba con la personalidad de Malfoy.

Esperó fuera del lugar cerca de una hora, hasta que la vio salir con un increíble vestido negro y unos zapatos de tacón del mismo color. Lucía maravillosa. Llevaba el cabello suelto y perfectamente alisado, sus ojos brillaban y caminaba con su usual porte. Sintió que se le revolvía el estómago al ver cómo la mujer levantaba miradas por donde pasaba, lucía guapísima y, sobretodo, elegante.

Entró a un restaurante italiano y subió a la terraza, evidentemente Sirius no podía entrar, no así al menos. Pudo notar que el camarero hacía una mueca de asco al verlo.

Buscó un lugar donde poder transformarse y se alisó la túnica lo mejor que pudo, aún así lucía bastante excéntrico. Estaba seguro que las miradas que recibía eran por lo extraño que lucía, salvo por una mesa con dos mujeres mayores, quienes le sonrieron a lo que Sirius las ignoró, sólo podía pensar en Ava Malfoy. Poco o nada le importaba su amenaza de muerte, mentía. Si no le importara a la rubia, lo habría dejado morir.

Confundió al camarero con un hechizo y entró al restaurante seguro de sí mismo, dispuesto a sentarse con Ava y darle la cena que le había prometido.

La encontró sentada en una pequeña mesa en el balcón, saboreaba una copa de vino mientras miraba el menú.

—¿Está ocupado? —preguntó Sirius, tomando asiento en la silla frente a ella.

Ava ni siquiera levantó la vista del menú.

—Ya te sentaste —respondió tajante.

Le tendió la carta a Sirius, quien la miró por unos segundos sabiendo que ordenaría lo mismo de siempre.

—Es de mala educación seguir a las personas, sabes —habló la rubia, aún sin mirarlo.

—También golpearlas.

La rubia sonrió a medias.

—¿En serio vas a reprochármelo? Te recuerdo que si estás vivo es gracias a mí, o por mi culpa, aún no lo sé.

—Me las estaba arreglando bastante bien.

Ava rió sin ganas.

—Veo que sigues siendo tan orgulloso como siempre, Black. Un gracias bastaría.

—Gracias —murmuró Black.

Sabía que estaba siendo un idiota, Merlín, llevaba siendo un idiota durante toda su vida y ni siquiera podía dejar de serlo por la mujer que amaba.

Malfoy ordenó y Black hizo lo mismo. La rubia no volvió a hacer esfuerzo por romper el silencio, se limitaba a mirar la ciudad mientras disfrutaba de su bebida. Por primera vez la había visto relajada, sabía que su presencia no era del todo agradable para ella, pero se le notaba tranquila con su libertad.

—¿Algún día vas a perdonarme? —acabó por preguntar Sirius.

Ava sonrió a medias.

—¿Cómo? Ni siquiera te has disculpado.

azkaban || sirius blackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora