d i e c i o c h o

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Ava apenas había hablado con Sirius desde que el hombre había encontrado a Pettigrew, éste la pasaba ensimismado, muchas veces susurrando para sí mismo y con la mirada fija en el suelo. La rubia había intentado hablar con él, hacerlo entender que ellos estaban en Azkaban y Peter libre, ¿qué podían hacer desde ahí? Sirius se había negado a escucharla, estaba tan decidido a vengar a su mejor amigo que no podía poner atención en nada que no fuera Peter Pettigrew y cómo salir de ahí.

La rubia se había rendido con él, no quería hablar, tampoco comer. ¿Qué podía hacer entonces? Había intentado convencerlo de probar aunque fuera un bocado pero Sirius era obstinado, ni siquiera le prestaba atención cuando Ava intentaba hablar con él.

Conforme pasaba el tiempo las insistencias de la rubia comenzaron a disminuir, al igual que su relación con Black; ya no conversaban, ni se miraban, mucho menos se tomaban de la mano. Y eso le dolía, le dolía que Sirius la hiciera a un lado en sus planes, le dolía que ni siquiera pudiera alzar la vista hacia ella, era como si Ava no existiera, había pasado a ser nada para él. Y lo que más le dolía de todo eso es que ella lo quería, se había encariñado con él y sabía que una parte de ella, aunque fuera mínima, lo amaba. Lo amaba por todas las pláticas que alguna vez tuvieron, profundas o no, lo amaba por cuidarla, por escucharla, por tomarla de la mano y sonreírle. Merlín, estaba enamorada de Sirius Black y éste no podía ni mirarla.

Se recostó en la celda, mirando a la pared, no quería sentirse tentada a observarlo, no cuando la pasaba viendo al suelo y murmurando cosas inteligibles. Solamente sentiría cómo le estrujaban el corazón al verlo así, tan delgado y enfermo, al borde de la demencia. No, quería recordar a Sirius por lo que había sido alguna vez, alguien amable, divertido, confiado y seguro de sí.

Terminó por quedarse dormida aunque no podía decir que descansó, la pasó moviéndose y con pesadillas atormentándola durante todo el tiempo que tuvo los ojos cerrados.

—¿Ava? —escuchó la voz quebrada de Black entre sueños.

Cerró los ojos con fuerza, como si eso pudiera ahuyentarlo.

—¡Ava! —llamó Sirius, haciéndola sobresaltarse.

Se incorporó y lo miró, Black estaba pegado a los barrotes, mirándola con tristeza. Ava no sabía a qué se debía esa mirada, quizá se sintiera mal por haberla hecho a un lado durante tanto tiempo o algo relacionado a Pettigrew, no lo sabía. En unas pocas semanas había dejado de conocer a Sirius.

—¿Cómo estás? —acabó por preguntar el hombre al ver que Ava no decía nada.

Se encogió de hombros, no quería hablar con él. No podía ignorarla y hablarle cada vez que quería, ella también tenía sentimientos, muchas veces también se había sentido mal y nunca se había desquitado con él. No, no hablaría con Black.

No lo miró antes de darse la vuelta y quedarse mirando el muro frente a ella.

Escuchó a Sirius suspirar.

—Lo siento, rubia —murmuró aunque su voz carecía de emoción.

Ava no respondió, su disculpa no había surtido efecto alguno en ello. Era seca y sin arrepentimiento.

—Fui un idiota y un egoísta —continuó hablando—. Me sumí en lo que yo sentía, en el odio y las ganas de venganza y te hice a un lado, Ava, lo siento mucho. No quiero perderte, mucho menos por ser un estúpido.

—Sí eres estúpido —masculló Ava, aún sin mirarlo.

Sirius rió levemente.

—Uno muy grande.

—¿Eso significa que me perdonas?

Ava sonrió sin ganas, girándose para poder mirarlo. Sirius estaba mucho más demacrado que de costumbre, enormes ojeras le surcaban el rostro y éste comenzaba a sumirse por la falta de alimento.

—Tampoco es necesario mirarme así, Malfoy —se quejó Sirius.

Ava se encogió de hombros.

—Tienes que comer, Black.

—Ya lo sé. Te prometo devorar mi plato cuando lo traigan.

La mujer sonrió levemente.

—Te quiero, Ava —musitó Sirius, tendiéndole la mano a través de los barrotes.

Lo miró dudosa, sin saber si tomar su mano o no. Black estaba diferente, su voz no sonaba igual, era casi como si se estuviera despidiendo.

—De verdad —agregó.

La rubia asintió, tomándole la mano pero sin responder. Ese no era Sirius, le estaba mintiendo a la cara, sin remordimiento alguno.

Se recargó en los barrotes, evitando mirar al hombre frente a ella, no quería recordarse lo diferente que lucía, lo falsos que estaban siendo sus gestos. Había algo muy mal en todo eso y le molestaba no saber qué era, ni siquiera podía imaginarse qué pudiera estar pasando.

Suspiró, permitiendo que Sirius continuara acariciando su mano y cerrando los ojos. Sorprendentemente, con la mano de Black sobre la suya, durmió tranquila.




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azkaban || sirius blackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora