t r e i n t a y c i n c o

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Sirius sonrió de oreja a oreja al llegar a Hogwarts, era bueno volver, aunque el motivo no fuera precisamente alegre. Llegó de la mano de Ava, despertando miradas entre el resto de los miembros de la Orden del Fénix, poco le importaba. Sabía que ninguno estaba emocionado con la idea de tener a una Malfoy en el grupo, mucho menos que estuviera enterada de los planes; sin embargo, Sirius confiaba en ella y eso era más que suficiente.

Caminaron por los pasillos con paso rápido, Kingsley Shacklebolt guiaba al grupo. La señora Weasley iba frente a ellos y de cuando en cuando se permitía mirarlos de reojo con recelo. Ava no lo notaba o prefería ignorarlo, caminaba junto a Sirius con paso elegante y sin poner mucha atención a su alrededor. Se preguntó qué estaría pensando la rubia, ¿tendría buenos recuerdos de Hogwarts? No estaba seguro, lo poco que había hablado sobre ello fue para quejarse.

La siguiente hora fue un caos: Snape había huido, hecho que dio pie a que la profesora McGonagall tomara el mando, dando órdenes a diestra y siniestra. Permitió que algunos de los estudiantes lucharan y comenzó a distribuir a los miembros de la Orden del Fénix y profesores en distintos puntos.

Sirius se quedó con Ava en uno de los frentes, McGonagall recordaba a la rubia como una bruja excepcional y la necesitaba cubriendo un área importante.

Observó a Malfoy de reojo, su nerviosismo era palpable, tenía la vista al frente y apretaba la varita con fuerza.

—Todo estará bien, rubia —sonrió Sirius, apretándole la mano levemente.

Ava asintió sin mirarlo, tenía la mandíbula tensa y Black sabía lo que estaba pensando: Lucius. No estaba muy seguro de lo que sentía Ava por su hermano, sabía que lo odiaba, era un odio puro y meditado y eso lo asustaba de alguna manera, no sabía hasta dónde llegaba el odio de la rubia.

Ava no era de esas personas impulsivas, pensaba bien las cosas y después actuaba, sabía que por ello nunca había intentado algo contra Lucius, sin embargo, no estaba seguro de que fuera a continuar así, mucho menos con una guerra en puerta, era la ocasión perfecta para actuar.

El escudo que cubría a Hogwarts solamente sirvió para alertarlos de lo que estaba en camino, apenas había durado unos minutos antes de tronar y dejarlos expuestos. Los mortífagos no tardaron en aparecer, cientos, miles de ellos, eso sin contar a todas las criaturas que habían conseguido reclutar.

Sirius permaneció junto a Ava, lanzando hechizos a quien se le cruzara. Nunca había visto a la rubia en duelo, salvo por unas cuantas veces que apenas había lanzado uno o dos hechizos, era increíble. Su rostro permanecía impasible mientras atacaba a los mortífagos de su alrededor, no parecía cansada, ni tampoco le estaba suponiendo un reto: incluso se veía aburrida. Tampoco es que él lo estuviera haciendo mal, todo lo contrario, se las arreglaba con facilidad; bien era sabido que muchos de los integrantes de los mortífagos distaban de ser magos competentes.

—¡Sirius! —escuchó gritar a Ava y vio a lo que se refería: un gigante.

La criatura empuñaba una especie de mazo, el cual estuvo a punto de volarle la cabeza. No lo pensó ni en segundo, tomó a la rubia del brazo y salieron corriendo con el gigante pisándoles los talones.

Escuchó a Ava maldecir en voz alta mientras se esforzaba por despejar el camino, el cual estaba lleno de escombros y magos luchando entre sí.

Se toparon con un muro y la rubia respiró con fuerza antes de mirar hacia atrás, el gigante se estaba acercando rápidamente y Sirius no tenía ni idea de qué hacer, era cierto que podían lanzar alguno de los escombros y atacarlo pero eso implicaba que cientos de ladrillos saldrían disparados y podían herir a uno de los suyos.

Al final fue Ava quien dio un paso al frente con la varita en alto, no dijo nada, simplemente miró al gigante y le apuntó. A los pocos segundos la criatura comenzó a elevarse mientras blandía el mazo de un lado a otro, fue Sirius quien alcanzó a detener el arma cuando el gigante se las arrojó en un intento desesperado de que la rubia lo bajara.

Cuando estuvo a unos metros del suelo, la rubia agitó la varita y el gigante salió disparado contra cientos de arañas, matando a bastantes de ellas en el acto.

—No sé si sentirme fascinado o intimidado —sonrió Sirius, acercándose a ella.

Ava sonrió.

—Puede que ambas.

Le plantó un beso en los labios, haciendo que el mundo a su alrededor se detuviera por un momento. Los labios de Ava se movieron sobre los suyos y la abrazó por la cintura. Sabía que parecían vídeo musical con el mundo destruyéndose a su alrededor y ellos besándose, casi sonrió al pensarlo.

—Vamos, Black —murmuró la rubia contra sus labios.

Continuaron luchando como podían, esquivando hechizos y cuidándose las espaldas, sin embargo eran demasiados y ambos bandos lo sabían. Si no ocurría algún milagro acabarían por perder, por cada diez que dejaban fuera de combate estaban llegaban otros treinta para reemplazarlos. Además, ellos no tenían ningún reemplazo.

Al cabo de unos segundos se escuchó la voz de Lord Voldemort inundando hasta el último rincón de Hogwarts: si Harry Potter se entregaba, los dejaría en paz.

azkaban || sirius blackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora