📚Capítulo 40 (parte 2)📚 FINAL

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Jardel.

Días después...

Cada sonido se inmiscuye sutilmente por mis oídos, la tonalidad y la armonía que hacen los acordes al chocar me produce una paz casi inexistente.

Es como si pudiera estar en un lugar donde no fuera la tierra, donde la música es el único centro de dicho sitio.

Movilizo mis manos aun con los ojos cerrados y me permito crear una melodía que tenga el significado que tanto he buscado.

Cuando mis dedos tocan las teclas del piano, es como si tomara cada fibra de mi alma que estuvo esparcida durante mucho tiempo. Es un sonido tan nuevo, tan fresco y tan conmovedor que hace que mi mente pase de manera inquietante recuerdos intocables.

—Mi precioso Jar, ¿verdad que siempre te vas a amar aunque el mundo dicte lo contrario sobre ti? —Veo a mi madre hablando con mi yo de seis años, un pequeño emocionado que se lanza a sus brazos y asiente varias veces.

—Por supuesto, mami. Siempre, siempre.

Atesoro ese recuerdo como uno de los más preciado y una lágrima se desliza por mi mejilla... nunca le comenté esto a nadie, pero a pesar de que por las noches yo lloraba sin parar por lo que la sociedad me hacía, también lloriqueaba porque el rostro de mi madre lo estaba olvidando.

Era un sentimiento tan destructivo que mi corazón golpeaba como si quisiera hacerme entender que intentaba ayudarme pero que no podía hacer nada, me refugiaba bajo las sábanas y el estruendoso sonido de las lluvias, a ella le gustaba, por eso cada vez que llovía esperaba que de algún modo ella se apareciera.

Esperé que mi madre regresara de la muerte, y suena tan descabellado que no me importa, simplemente guardaba esa esperanza.

Pasaron tantos años de su muerte que al mi cabeza pasar su recuerdo, hace que me sienta un poco más cerca de ella porque la volví a ver; cada facción de su hermoso rostro, sus ojos, su cabello, su aura, su maravillosa presencia que iluminaba mis días.

Así era mi madre, un ser de luz que esta tierra no merecía.

Aún con los ojos cerrados puedo ver pasar otro recuerdo y sonrío, ese fue uno de los días más felices de mi vida.

—Mi familia te amará, no tienes que sentirte nervioso por tu aspecto. Nosotros no somos así —le asentí con nerviosismo a un emocionado rubio.

—¿Seguro, Austin? Yo... estaré bien si deciden que debo marcharme.

Al tener nuestra pequeña disputa frente a la casa de su familia, un señor de mediana edad idéntico a mi amigo abrió la puerta y nos miró en silencio. O más bien... me escaneaba a mí en silencio.

—¿Es tu amigo? —le preguntó a mi colega, por un momento deseé que me tragara la tierra—. ¡Pues bienvenido a la familia, muchacho!

Bienvenido... esa palabra quedó tan impregnado a mi corazón que cuando conocí a los integrantes que faltaron, los pensamientos de prejuicios se esfumaron.

Me sentí como si tuviera una familia. Una que me acepta sin importar mi color de piel.

Nadie nunca me había hecho sentir en casa y que tengo a alguien a acudir como ellos lo hicieron conmigo.

Ese recuerdo se esfuma al mismo tiempo que finalizo la melodía. Las emociones que siento en este momento me arropan y necesito un minuto.

Respiro profundo y permito que mis pulmones se llenen de aire, sacudo mis manos en un acto inconsciente como si estas ayudaran a mi acción. Me levanto de mi lugar y voy hacia el comedor, me siento en una de las sillas y apoyo mis brazos en la mesa para agachar mi cabeza.

Tan solo una sonrisa ✅ [TST. Libro #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora