📚Capítulo 10 📚

41 5 14
                                    

A veces cuando la decepción hacia ti es más fuerte de lo que pensabas, tu corazón se rompe un poquito más.


Lucía.

Paseo mi vista por la gran habitación blanca, ya llevo varios días que me desperté pero no puedo volver a casa. Lo único que he escuchado es que es un milagro que no haya perdido la memoria y que debo realizarme exámenes.

Me siento cansada y un terrible vacío en mi interior, ¿por dónde estuve vagando tanto que no me desperté durante seis meses? Si antes mamá estaba avergonzada de mí pues ahora es mucho peor; ya que todos sus planes se fueron por la borda, al igual que los míos.

Mi trabajo...

Mis amigas...

Mi pasión...

Parte de mi triste vida...

¿Cómo le hago ahora para volver a tener el control de ella? Presiento que las cosas ahora podrían ponerse peor.

Me siento tan inútil, a donde podría demostrar que era buena fue dañado por ese accidente.

Un suspiro desganado sale de mi boca y masajeo mis sienes, no tengo idea de qué haré de ahora en adelante; eso es si acaso mi madre me deja manejar mi vida a mi antojo.

Sin embargo, hay otra cosa que me tiene pensativa y es aquella conversación que tuve con Jardel...

Estoy consciente de sus supuestos sentimientos hacia mí, ¿pero por qué me persigue tanto? Si tan solo él no hubiese aparecido ese día, todo esto no habría pasado; mi vida fuera otra y lo más probable es que me haya superado un poco.

Pero no... nada de eso pasó y yo no me superé, de hecho, mi estado es peor que en el que me encontraba, y es por su culpa, ojalá no me lo hubiese cruzado aquel día, me arruinó por completo.

Ahora estoy en una cama de hospital por su impertinencia, conectada a algunas máquinas e inyectándome cada dos horas... que calvario es este.

Dos golpes en mi puerta detienen mis tristes pensamientos, observo de donde proviene el sonido y mientras me acomodo un poco, indico al que está tocando que entre.

El doctor Lee que me ha atendido en los días que desperté, se hace presente. Por su apellido de por sí me imaginaba que tendría descendencia asiática, pero no, más bien se debe a una obsesión que su madre tenía por Bruce Lee.

-—¿Cómo te sientes, Lucía? —Me gustaría decirle que me siento mejor, pero su aspecto no me indica que sería lo ideal.

—¿Qué sucede? —Con su mano izquierda se rasca la barbilla, luego mira los papeles que tiene en sus manos y por ultimo a mí.

Una expresión de casi horror ciñe su rostro y me preocupo. ¿Eso significa que estaré más tiempo aquí? ¡Estúpido Jardel! ¡Ojalá no te hubiese conocido!

—Tuve el presentimiento de que debía hacerte un examen general, sin embargo, hubo algunas cosas que descubrí que me dejaron un poco desconcertado. —Él sigue moviendo sus papeles y yo lo escucho atenta.

¿Qué puede salir mal? Tenía entendido que yo era una persona sana.

—Prosiga.

—Según tus exámenes tienes una enfermedad llamada endometriosis; se trata de que el tejido uterino se encuentra fuera del útero para localizarse en otros lugares...

Él sigue hablando en su término de medicina y hago oídos sordos, todo lo que me está diciendo me transporta a aquel lugar de hace años atrás.

¿Está segura, doctora? dije con lágrimas rodando por mis mejillas.

Los resultados no mienten, puede someterse a tratamiento si gusta. Lo siento, señorita Evans.

Leo los labios del doctor que está hablando pero mi mente se encuentra en otro sitio al discernir qué es lo que tengo.

Siento como si mi alma cayera al piso, ¿por qué me tuvo que venir a recordar esto?, ¿no es suficiente con todas las malas noticias que ya he recibido?

No le digo nada y le doy la espalda, siento como todo mi interior se estremece y da paso al dolor que siempre me ha embargado. Dos gruesas lágrimas ruedan por mis mejillas y lloro en silencio.

Esto es mucho más de lo que puedo soportar, por eso es que lo he ignorado durante años.

—¿Señorita Evans? —No le contesto y sorbo por mi nariz.

No es como si pudiera articular palabra luego de esto.

Escucho la puerta abrirse y asumo que se ha marchado, no obstante, descarto la idea porque el sonido de unos zapatos resuenan en la habitación.

Que no sea quien pienso...

Que no sea quien pienso...

Que no sea quien pienso...

—¿Doctor Lee? ¿Qué tiene ahí? —Su voz autoritaria es todo lo que necesito para confirmar que es ella, mi exasperante madre.

—Son unos exámenes que le hice a su hija y le estaba diciendo los resultados.

—¿Cómo se atreve hacer eso? ¿No ve que está postrada en cama?

—Que esté en cama no significa que mi cerebro también, madre —digo al girarme y me limpio la cara para que no note que estuve llorando.

—Cállate, Lucía. Estás incapacitada, por ende no puedes recibir ninguna noticia del médico sin mi presencia. ¿De acuerdo, doctor Lee? —Lo taladra con su mirada y él no hace más que asentir—. Ahora bien, ¿puede decirme qué ha encontrado en mi hija?

—Según los estudios, tres de cada diez mujeres padecen...

—¿Puede ir al punto? No me interesan las cifras que está mencionando. —Mi madre no lo deja terminar y camina hasta detenerse a mi lado. El médico carraspea.

—Su hija es estéril.

Cierro los ojos con fuerza como si esta información me golpeara el rostro, decirlo en voz alta es hacerlo más real de lo que mi mente se negaba aceptar.

Una mano se posa en mi muñeca y abro los ojos, las uñas de mi madre se clavan en mi piel y me produce un leve dolor, pero esto no es lo peor, sino la mirada que me está dando.

Niega con la cabeza y veo la decepción en sus ojos.

Quisiera que la tierra me tragase y me escupiera en cualquier lugar donde nadie me conoce.

Ella respira profundo y suelta mi mano.

—Y cuando pensé que no podías decepcionarme más, vienes y te superas. Gracias por disminuir mis expectativas, Lucía. 

-------------------------------

Perdonen la larga espera...

Pero cuéntenme, ¿Qué les pareció el capítulo?

Tan solo una sonrisa ✅ [TST. Libro #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora