📚Capítulo 4📚

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Lucía

A veces vivir bajo la tristeza es la mejor manera de combatir tu realidad, porque entiendes que por más que te esfuerces todo seguirá igual.

Ingreso las llaves en la cerradura y respiro profundo, a veces prefería amanecer fuera para evitar ciertos comentarios, sin embargo, hoy no era uno de esos días.

Ha sido un largo día pero debo seguir trabajando; ahora que Vanessa es la encargada del departamento de edición, las cosas han cambiado y el trabajo se ha duplicado porque ella quiere tener todo perfecto, no me molesta, al contrario, me alegra saber que tengo tanta responsabilidad que no me da tiempo para pensar en mi triste y horrible vida.

¿Debería llamar a esto vida? Ciertamente desde que tengo uso de razón lo único que he hecho es sobrevivir, ¿a qué? A las constantes decepciones que todas las personas de mí alrededor se llevan de mí.

No importa que tan adulta sea, hay algunas cosas que no cambian.

Giro la llave y la puerta se abre, me adentro a la casa tratando de no hacer mucho ruido; si mis padres saben que llegué nunca se callarán.

Todas las lámparas están encendidas, lo que me indica que aún siguen despiertos. Dejo mi bolso en la mesa que está junto a la puerta y paseo mi vista por mi hogar; las chicas dicen que soy afortunada de vivir en esta mansión que tengo por casa, pero yo no lo creo así.

Esta cuenta de dos niveles, tiene ese estilo pintoresco que ama mi madre; un gran comedor de manera que puedes hacer una velada a lo grande y por último la sala para los eventos, sin contar que en la parte de arriba se encuentran las siete habitaciones.

Mi madre es una mujer ambiciosa, así que no se podía esperar menos de ella, y más teniendo aquella fortuna que dejó mi difunto abuelo.

—¿Lucía? ¿Eres tú, cielo? —Ruedo los ojos por mi fracasado intento de huida y me dirijo al comedor.

Camino hasta llegar a ellos y los veo cenando mientras la servidumbre se mueve por todos lados tras sus exageradas indicaciones; creo que lo peor que pudo haberle pasado a mi madre es que yo me pareciera a ella físicamente pero no en su exótica personalidad.

Compartimos el mismo color de ojos avellanas y el de piel, excepto el del cabello, el de ella es un café claro y el mío más oscuro. En el rostro ella tiene sus facciones más marcadas y yo más suave debido a papá.

Que suerte que tenemos ciertas diferencias.

—Acércate, mi niña. —Mi padre me hace señas y con una pequeña sonrisa me acerco a él. Ya está un poco entrado en la vejez, solo hacía falta mirar su cabeza cubierta de pelo gris y sus facciones para descifrarlo; no obstante, seguía conservando su característico humor y radiantes ojos verdes.

—¿Cómo estás, papá? —Me siento a su lado y le doy un abrazo. Mi madre nos mira con el ceño fruncido y carraspeo en lo que inclino la cabeza—. Señora.

—¿Otra vez con lo del señora? ¿Qué les sucede a ustedes dos? —inquiere mi padre.

—No nos sucede nada, Caleb. Es una muestra de respeto que ella se negaba aprender —le contesta mi madre.

—Stella, por favor. Es una tontería eso que quieres inculcar. —Papá la mira con desaprobación.

—Ninguna tontería, los niños me llamaban como tal y ninguno se quejaba.

—Más bien porque tú nunca les diste la oportunidad de hacerlo —susurro y mi padre se ríe tras mi comentario.

—¿Qué acabas de decir, Lucía?

Tan solo una sonrisa ✅ [TST. Libro #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora