~•~Capítulo 35~•~

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Aitana



La primavera por fin llegó, y con ella, la ilusión de que todo podía mejorar.

Ya me habían sacado la muleta cuando fui al hospital a visitar a mamá. Aunque Joey me presentó como su novia, los ojos de ella se iluminaron y yo deseaba, y deseo, que sepa que su hija está con alguien de bien. No creo que las cosas mejoren, ya que ni siquiera por unos segundos, logra reconocerme.

Ya no es lo que era antes.

Luego de eso, volví otras veces más y más, y ya se me hizo costumbre tenerla tan cerca y verla con frecuencia.

Ahora está durmiendo mientras yo escribo en mi cuaderno. Espero que Joey salga de su turno porque tiene una sorpresa que darme, pero yo lo único que quiero es que duerma, porque viene trabajando a full las últimas cuarenta y ocho horas a causa de una masacre.

Cada que lo vuelvo a pensar, me estremezco. 

—Yo tenía una hija— habla de la nada y levanto mi mirada, se despertó — Dos, pero la más grande está casada y se fue a cumplir sus sueños. Y la más chica— veo que su barbilla tiembla—, ella…

—Mamá…— dejo el cuaderno a un costado, y me cuelgo en sus brazos a llorar.

Se escucha un grito ahogado que me hace voltear. Eda parada en la puerta, cubriéndose la boca con ambas manos.

Mierda.

—Cierra la puerta— le digo a la de ojos avellana—. Ciérrala.

Estoy en problemas. En grandes problemas. Esto no es bueno.

—Puedo explicarlo.

—¿Aitana? ¿Eres la hija que murió?

—Eda, de estar muerta no me verías.

— ¿El doctor lo sabe?

—No, no, no. Ya se lo diré yo en su momento. Por favor, Eda— junto mis manos —, por favor no digas nada.

—Está bien— responde luego de un extenso silencio—, pero me vas a contar quién es Jackson.

—¿Qué?

—Así es, cuando te dio el ataque de pánico y te trajeron aquí, el doctor y yo te escuchamos nombrarlo, él podrá olvidarlo, pero a mí me interesa, porque si uno las fichas, él sería tu…

—Esposo—admito con un sabor amargo en la boca—Huí de él, Eda. Todavía no he encontrado el momento para decírselo a Joey, pero lo haré. Ahora tú....

—¿Lista? —ingresa el antes mencionado sin haber siquiera golpeado—, ¿qué haces aquí, Grey?, creí que habías terminado.

Ambas compartimos una mirada.

—Sí, quería despedirme de Lili. Adiós—le dice a mi progenitora—. Nos vemos, Irati.

—Adiós.

—Nosotros también debemos irnos, Lili.

—Adiós, doctor. Chau, Aitana.

Me detengo y mi cuerpo se tensa. Oportuno momento, muy oportuno querida madre para llamarme así.

—¿Qué? —inquiere él atónito.

—Estuvimos hablando de su hija. Así se llamaba. No sé, debe confundirme con ella — rio nerviosa tranquilizándome al no darle vueltas al asunto.

Vamos hasta mi apartamento. La idea era primero ir a su casa, pero no sé qué le pintó por negarse al final.

Subimos las escaleras hasta llegar a mi puerta, y luego de abrirla, me pide que cierre los ojos. Para asegurarse que realmente lo haga, los cubre con sus manos y me dirige hasta....

—No— freno.

No me es necesario ver para saber cuál es su objetivo. Cuento los pasos dados y los movimientos. Sé a dónde quiere llegar.

—¿Confías en mí?

—Joey, por…

—¿Confías en mí?

—Sabes que sí, pero…

—Entonces, adelante, aquí estoy contigo—besa la parte de atrás de mi cuello, dándome escalofríos al tocar aquella cicatriz.

—Joey…—mi voz sale más suplicante de lo planeado.

Me destapa los ojos y se pone frente a mí acunando mis mejillas.

—No puedo ver—confieso a nada de llorar.

—Pues no veas, siente. Quítate el calzado. Yo también lo haré.

Miro directo al suelo para hacerlo junto con él.

Me da otro beso cuando terminamos, y vuelve a cubrir mis ojos.

—Siente, Irati—comienza a guiarme —. No mires—un paso —. Siente —otro—. Percibe tus pies descalzos tocando el suelo, el gélido viento rozando tu piel.

Y eso hago, cada sensación, cada segundo grabado en mi memoria. Hasta que nos detenemos y abro los ojos luego de que me lo pidiera.

Allí hay una mesa de la cual jamás me percaté. Dos hermosas sillas blancas, y...

—Acércate. —señala hacia adelante.

—No me sueltes — pido temblando.

Toma mi mano guiándome al borde. Me acerco hasta ver el paisaje. Los árboles y la plaza frente al edificio. La gente pasar. Es….

—Simplemente hermoso.

—¿Lo ves? — susurra en mi oído desde mi espalda.

Día 3:
#Salir al balcón.

Tiro mi cabeza hacia atrás, hasta apoyarla en su pecho, y él me rodea con los brazos besando el costado de mi cuello.

—Gracias— digo llevando mis manos a su nuca, en lo que él deja otro beso en el lóbulo de mi oreja—. Por todo lo que haces por mí.

—Somos un equipo, tú me ayudas a mí, y yo lo hago contigo.

—¿En qué te he ayudado? Hasta el momento has sido tú de provecho.

—Con el simple hecho de estar a mi lado, incluso cuando te hablé de Aislin de aquella manera…

—¿Qué manera? —interrumpo— ¿Admiración? ¿Amor? Joey, es hermoso que la recuerdes, y está bien que lo digas, eso no te hace mala persona. La amabas. Y eso es válido.

—Pero hay una gran diferencia entre ustedes dos.

—¿Cuál?

—Ella era el amor de mi vida.

—¿Y yo que soy?—cierro mis ojos.

Dejo que el gélido y suave viento entre por mis fosas nasales, cuando el aire se me corta a medio camino al escuchar sus palabras. 

—Mi alma gemela—susurra tan bajito, que hasta creo, no quería que lo escuchase.













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Nota de autor: Es uno de mis capitulos favoritos desde que decidí reescribir esta historia.

Cien Latidos ✅ [ Libro 1 De La Biologia Cien]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora