~•~Capítulo 10~•~

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Joey



Quedo un poco desconcertado con todo. Moría por preguntarle qué mierda pasó por su cabeza para reaccionar de aquella forma.

Me despido de Maggie dejando su inhalador a simple vista para que lo tenga con ella y se deje de estupideces. Tiene que comportarse como alguien de veintitrés, no como una niñata de cuatro.

Hablando de niñatas. Irati no es tan pequeña como creí, tiene veinticinco, pero igual, me sigue pareciendo esa clase de mujer adicta.

Regreso a casa y tomo sus bragas, aquellas que dejé a un costado. Las meto en la lavadora en tanto limpio mi cuarto y el resto de la casa.

Debería estar acostado quizá, pero aprovecho mis días libres para mitad acomodar, y mitad relajarme, aunque después de lo de hoy y esa loca que me convierte en otra persona, no creo poder hacerlo.

Me encantaría recordar aquella mujer borracha y sexi en mi mente, aquella que me provocó una erección, aquella desquiciada que quedó en mi cabeza por días. Sin embargo, la imagen que tengo ahora, es de su cicatriz, su cara presa del pánico, su miedo, y aquellas palabras que la hicieron llorar.

Cuando acabo con todo, voy al mercado.

Paseo por las góndolas en tanto recuerdo cuando fue la última vez que el apartamento de Aitana, perdón, Irati, fue rentado.

Era nuestro.

Pero un día.... simplemente dejó de serlo. Mi vida dejó de tener sentido cuando el motivo de mis risas y alegría, se fue. Se fue y no vi señales, no pude salvarla. Y soy un imbécil por eso.

Odio el cuatro, creo que es el número de la mala suerte, al menos para mí.

— Veinticuatro, ¿Y tú?

—Treinta—respondo en su oído, la música me hizo acercarme a ella para hablarle.

Era hermosa. Su cabello negro. Ojos grises. Y no mucho tiempo después, estábamos saliendo.

—¿Comida favorita?

—¿Eso es importante?

—¡Oye! —me tira una papita—, necesito saberlo para ver qué cocino a la próxima.

—Las papitas no están mal, pero… ¿Das por hecho que habrá próxima?

—Lo di por hecho desde que te acercaste a preguntar mi edad—contesta segura.

Reímos.

Hubo una quinta cita. Luego la sexta y en menos de lo que pudiéramos contar, ya llevábamos casi cuatro meses.

—¿Quieres mudarte conmigo?

—¡Sí! —se cuelga en mis brazos besándome.

Nos mudamos a un edificio bastante ostentoso, pero no a lo extremo... normal. ¿Cuál era? Pues en el que actualmente está Irati.

Ella quería el cuarto piso en lo posible,  por no sé qué de la numerología, pero con ella, a dónde sea.

Estrenamos el departamento de la mejor manera posible.

Pasamos de la entrada al sofá, del sofá a la mesa, de la mesa a la cama, para acabar en la bañera.

Su cuerpo era mejor que cualquier obra de Miguel Angel.

Éramos felices juntos. Teníamos un círculo de amigos bastante cerrado, los necesarios, los verdaderos. El sexo era excelente y ella era la mujer con la que quería pasar el resto de mis días, despertar juntos cada mañana y besarla, esté enojado o no, no veía compartiendo mi vida con nadie más.

Recuerdo esa noche como si hubiera sido ayer. En donde todo se fue al carajo.

Ahora tomo dos latas de choclo como compra final y una vez que pago, cargo todo al coche poniéndome en marcha para regresar a casa.

La lavadora terminó. Saco, entre otra ropa, sus bragas, y me pregunto qué carajos hago lavando algo que no es mío, que no me pertenece y que no tengo ganas de devolver.

Sea lo que sea que haya pasado con Irati, no me hace tenerle lástima, no tengo por qué, nada cambia el hecho de que quiera arrancarle la ropa y besarla hasta el cansancio. Pero en el momento en que se desvaneció, me olvidé de todos mis pensamientos sucios y solo quería que despertase.

Quería que abriera los ojos y reaccionara.

Quería salvarla.

Cien Latidos ✅ [ Libro 1 De La Biologia Cien]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora