Si El Panda rojo no está más lleno es porque no le caben más mesas. Los diurnenses no han terminado de salir del lugar cuando ya otros están ocupando sus tronquitos. Rain y Sienna son muy rápidos con los pedidos, pero a diferencia de mi guardián la loba blanca no devuelve la sonrisa a sus clientes; de verdad siento pena por aquellos que se molestan en hacerle cumplidos.
—Greenlake. Todd Greenlake —se anuncia el diurnense de ojos saltones que espera frente a la barra, mientras busco su nombre en las gruesas páginas del catálogo de raciones semanales.
En Ensueño no existe ninguna moneda. Los Diurnos, quienes vendrían siendo los gobernantes de estas tierras, ofrecen a sus habitantes un terreno que cuente con los recursos necesarios para vivir una vida placentera. Por su parte, los diurnenses que deciden emprender, como Mama May y su restaurante, o que prestan algún servicio a la comunidad, como los maestros de la Academia, son remunerados a través del trueque. En el caso del Panda Rojo, los clientes que quieran asegurar su plato de comida deberán cumplir con un aporte semanal de ingredientes. Mientras tanto, los maestros que enseñan en la Academia, o los guardianes de Ensueño, según me explicaba Rain, trabajan a cambio de conocimiento y experiencia, como el acceso a antiguos manuscritos de la Biblioteca Diurna o el permiso para liderar expediciones hacia terrenos que no aparecen en los mapas.
Puede que parezca que los humanos les llevamos años de ventaja a los diurnenses, en cuestión de arquitectura y tecnología, pero por ese afán de alcanzar el ambicioso futuro que nosotros mismos nos inventamos se nos olvida que hay cosas que podemos aprender del pasado y que el progreso no tiene que ser un camino empinado. El problema de pensar que nuestras metas nos esperan en la cumbre de una montaña es saber, de antemano, que no habrá espacio suficiente para todos allí arriba y que algunos tendrán que caer en el intento.
Pongo un sello de tinta junto al nombre del diurnense para indicar que cumplió con su ración semanal y le asigno una mesa para que pueda esperar su almuerzo.
Cuando despachamos al último cliente, el cielo arde en llamas a través de las ventanas de la madriguera. Aún con el delantal puesto, Rain me hace señas para que me siente con él. A dos troncos de distancia, Sienna devora lo que parece un tazón de ramen y Fiona permanece con la nariz hundida entre las páginas de un herbario que ocupa casi toda la mesa.
—¿Qué sabes de la metamorfosis? —inquiere mi guardián tan pronto tomo asiento en el tronquito que está frente a él.
—Hasta ahora solo sé que existe la gran posibilidad de que muera en el intento.
—Es un proceso arriesgado, sí, pero para eso nos entrenaremos.
—¿Y a qué nos estamos enfrentando? Si puedes ser más específico...
Sonríe complacido, como si hubiese estado esperando esa pregunta.
—Cada año, después de un día entero sin sol, aparecen unas luces, del tamaño de una aurora, en distintos lugares de Ensueño. Si un soñador logra recolectar las cinco gemas diurnas podrá romper, de forma permanente, el vínculo con el cuerpo que lo ata a la Tierra.
—¿Quieres decir que moriré en la Tierra?
—En este momento tu cuerpo terrestre se encuentra en un estado de hibernación. Mientras aquí no te falte nada, tu cuerpo estará bien. Por un tiempo limitado, claro, hasta que despiertes de forma abrupta y debas recargar la energía de tu aurora para poder regresar a Ensueño. Cuando rompas el vínculo no tendrás que volver a preocuparte por eso, tu cuerpo terrestre desaparecerá y solo existirás aquí.
La charla que tuve con mi madre antes de que muriera regresa a mi mente como un déjà vu, pero esta vez cobra sentido.
—Pero podré visitar la Tierra como tú —añado, con la intención de validar la poca información que recuerdo.
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Ensueño
Fantasy«¿Tienen los sueños el poder de afectar nuestra realidad?», es lo que no ha dejado de preguntarse Keana desde que sus pesadillas han puesto su vida en riesgo. Rain, un chico al que solo conoce en sueños, parece tener las respuestas que a ella le hac...