14. El otro guardián

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Al igual que la repentina lluvia ha hecho su entrada en el escenario, una ráfaga de flechas se abre paso entre la brisa y el telón de la noche.

—¡Julian! —No pienso, como ya es costumbre; me lanzo sobre mi hermano y alcanzo a atrapar uno de sus pies justo para que ambos rodemos colina abajo hasta que un árbol se interpone en nuestro camino.

—¿Qué crees que haces? —continúo, pero mi hermano no alcanza a formular ninguna respuesta. Una flecha se clava en el tronco tras el que nos refugiamos; observo el amuleto que cuelga del otro extremo del fino proyectil y confirmo lo que ya saboreaba mi mente: son atrapasueños.

Tomo a mi hermano del brazo y lo arrastro entre el laberinto de sombras y pinos. Los chorros de lluvia descienden sobre nuestros cuerpos con la fuerza de cien regaderas; aprovecho los reflectores de los relámpagos para movernos de un árbol a otro. Logro ubicar a los atrapasueños un par de pinos atrás: al principio eran dos, pero, en un abrir y cerrar de ojos, una de las siluetas desaparece. La otra no tarda en hacer lo mismo y, para mi sorpresa, comprendo que no se trata de ninguna maniobra de combate preconcebida... Alguien más los está haciendo desaparecer.

Golpe, trueno, quejido. Movimiento, corte, relámpago. Dos contra uno parece una desventaja abismal para los dos atacantes, pues aquella nueva figura es tan veloz como la tormenta que se cierne sobre el campo de batalla. 

Un palo de bambú es todo lo que el guerrero de sombra necesita para deshacerse de los encapuchados; con la tenue luz de la luna encima, mi hermano y yo contemplamos la escena como si fuéramos los monumentos de un cementerio.

—Mi nombre es Zircon Falcon —se presenta nuestro salvador mientras amordaza a los atrapasueños. Ahora que no es un torbellino de reflejos y golpes, su aspecto, bastante atractivo, deja de ser un misterio del bosque: piel bañada en bronce y pómulos afilados, cabeza rapada como la de un militar y ojos de un amarillo intenso como los de un águila—, pero las chicas guapas como tú pueden llamarme Zir.

—Aquí vamos otra vez —rezonga mi hermano.

—¡Jay Jay! No te había visto.

—¿Ustedes... se conocen? —interrumpo anonadada.

—Él es... —comienza Jules, pero el chico de mirada seductora no lo deja terminar.

—Soy su guardián. Habíamos quedado en reunirnos esta noche para entrenar, pero...

—¿Entrenar? —Aunque mis ojos apuntan a mi hermano, su mirada permanece fija en la tierra húmeda que se mezcla con las suelas de nuestros zapatos.

—Sí, bueno... —Una expresión de dolor atraviesa el rostro del joven guardián e impide que termine su oración; se deshace de la túnica que lo camufla con la noche para revelar el charco de sangre que se extiende sobre el uniforme que lleva debajo.

Antes de que tenga tiempo de hacer cualquier cosa por él, el chico de ojos de ave se derrumba al compás de la lluvia.

[ . . . ]

—Quédate quieto, ya casi termino. —Fiona se dirige al chico de la misma forma en que te acercas a un animal al que no le temes, pero le debes respeto y, con la práctica de una tejedora, hace un vendaje sobre la herida del guardián. Julian y yo contemplamos la escena desde la cama, bajo las tres capas de toallas que Fiona ha traído para nosotros. Pensé que también se derrumbaría cuando abrió la puerta y nos vio con la lluvia encima y Zircon entre los brazos.

—¿Todo bien por aquí? —Esta vez es Rain, que se mantiene bajo el marco de la puerta de la habitación; ya no hay rastro de la preocupación que hace un momento invadía sus ojos nocturnos—. Ya Sienna y yo informamos a la Orden de lo sucedido. Enviarán a los Guardias para que capturen a los rehenes.

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