28. Relato sobre la muerte

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Mama May partió cuando la noche todavía era un rumor.

Esta vez, la –ya tradicional– fogata ha sido reemplazada por una laguna de plata donde nada el reflejo de la luna. En la orilla del lago, cubiertos con las pocas sábanas que tenemos, escuchamos como la suave voz de Fiona interpreta una canción que habla de cenizas y estrellas en un intento de animar a sus hermanos, pero la triste balada parece tener el efecto contrario; no solo sobre los dos guardianes, sino sobre todo el grupo de diurnenses (contándome); incluso Fuji, de plancha sobre la arena, se ve un poco decaído.

—Gracias, chica, por esa bella interpretación —se pronuncia North, con los labios apretados para contener un llanto, una vez que Fiona acaba—. Ahora —añade con la linterna encendida sobre su rostro—, ¿quién está listo para escuchar una historia de terror? — acompaña esta última frase con una exagerada sonrisa malévola. Los ojos de Mudo, que contemplan a la chica de piel canela, brillan con una emoción que hasta ahora no había visto en ellos.

» Bien, dice así —continúa la guardiana—: abril 19 del 96. Cuenta la leyenda que Peter Weathers era un diurnense común y corriente, demasiado corriente, quizá, hasta aquella noche.

—¡Vaya cliché! —interrumpe Zircon. Alcanzo a ver cómo, entre las sombras, su mano y la de mi hermano permanecen juntas.

—¿Alguna vez te has preguntado por qué existen los clichés, Zircon Falcon? — interviene ahora la diplomática voz de Rain. Zircon niega con indiferencia—. Los clichés, amigo mío, no son más que un reflejo de la realidad; la personificación de nuestras mentes oportunistas, de los deseos que...

—¿Quieren dejar que termine mi historia? —inquiere North exasperada, a lo que mi guardián responde con una ancha sonrisa de labios ocultos—. Gracias. Entonces... Ah, sí, Peter Weathers. Peter Weathers era un chico normal hasta que sus compañeros de excursión decidieron jugarle una mala broma, que luego él se encargaría de cobrarles. Lo que empezó como un inocente juego de escondidas, terminó dando origen a la criatura más temible que ha habitado Ensueño.

—¿Pe... Pe... Peor que las... nightshades? —pregunta Squirrel con el corazón en la mano.

—Peor que las pesadillas —ahora la sonrisa de North no puede ser más grande—. Esa noche, Peter fue bautizado como El Oloroso Pete después de que orinara sus pantalones por el susto que le metieron sus compañeros. Lo que ellos no sabían era que, horas más tarde, sus risas terminarían en llantos. Al día siguiente, dos guardias de la Orden encontraron los cuerpos de los diurnenses amontonados junto a un lago. Todos excepto el de Peter Weathers.

—¿Qué... qué le pasó a Pe... a Peter? —los dientes de Squirrel castañean como si estuviéramos a 10 grados bajo cero.

—Nadie lo sabe, su paradero es incierto hasta el día de hoy. Bueno, aquellos que dicen haberlo visto...

—¿Qué? ¿Qué dicen?

—No sé, Squirrel, son solo historias —la guardiana estudia sus uñas con fingida tranquilidad para restarle importancia a su relato. Ahora todos, incluso Sienna, parecen estar disfrutando de la situación.

—¡¿Qué dicen?!

—Calma, chico. Las historias dicen que El Oloroso Pete deambula por los bosques en busca de diurnenses traviesos a los que pueda atormentar.

—¿Has sido travieso, Squirrel? —una sonrisa maligna se dibuja en el dorado rostro de Zircon.

—Dicen —continúa North— que si a media noche te levantas a orinar junto a un árbol

comenzarás a sentir un olor putrefacto y al Oloroso Pete acercándose. Y cuando escuches su nombre tres veces, orinarás tus pantalones antes de que tengas tiempo de bajarte la cremallera —la chica apaga la linterna dejándonos desprovistos ante la opaca luz de la luna.

EnsueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora