31. Pacto de sangre [MUDO]

14 3 0
                                    

~ MUDO ~

Nunca había estado en un funeral, pero acabo de decidir que no me gustan. Las personas se reúnen a llorar alrededor de alguien que ya no las escucha. Si Platón no estaba equivocado, ahora mismo Squirrel estaría a kilómetros de aquí. Quizá millas.

Desearía que la frontera entre la vida y la muerte fuera menos extensa, así Squirrel podría enviarme una postal de Hades junto a su hermoso cancerbero y luego yo podría reenviársela a mi padre. Pero la muerte es caprichosa; la muerte no quiere nada con la vida.

—Fuiste todo un guerrero, Squirrel —concluye Rain. "Príncipe de la Noche": ojos negros, rizos plateados, líder. Ha recitado un poema que él mismo compuso. Sin ninguna intención de menospreciar su gesto, debería considerar dedicarse a otra cosa que no sea la poesía—. Tus pesadillas fueron más de las que pudiste soportar.

Ni siquiera él pudo hacer que la loba viniera. Supongo que, al igual que a mí, también se le da mejor cargar sola con su tristeza.

Fiona, "Bosque Encantado": ojos verdes, melena de fuego, catástrofe. Suelta mi mano. Con las lágrimas regadas sobre sus pecas, deposita el adorno floral en el que trabajaba sobre el pecho muerto de Squirrel. De todas las cosas que le pertenecen, desde influir en el clima según su estado de ánimo hasta hacer que la tierra se mueva con un suspiro, su enorme bondad es la que encuentro más intimidante. Mis dedos confirman este pensamiento cuando se enredan desconfiados sobre el crucifijo que cuelga de mi cuello. "Esto pudo matar a Drácula", había dicho Papá, "Mientras lo lleves puesto, no hay nada a lo que debas temerle". Me pregunto si este artefacto serviría de algo con una criatura como ella.

—Estúpida mofeta —rezonga Zircon (creo). "Guerrero del Sol": ojos de oro, piel bronceada, volátil. Sorpresivamente, parece ser el más afectado—, ¿por qué tenías que morirte? —dice y, justo ahora, no se me ocurre un ejemplo más perfecto de pregunta retórica.

Keana. "Estrella Titilante": ojos claros, mechones azules, extraviada. Julian. "Marinero Erudito": ojos claros, cabello avellano, analítico. Ambos hermanos se acercan a despedirse del cadáver antes de que, con el gorro de mapache sobre el pecho, flote quebrada abajo sobre la balsa-lápida que le han fabricado. Hasta que no pueda flotar más.

Me aburrí.

[ . . . ]

Sienna, "Reina de Invierno": ojos nocturnos, cabellera de plata, sensible. Sentada sobre una enorme roca, la chica de la piel de lobo mantiene su vista clavada en el cielo como si ahí pudiese encontrar la solución a sus problemas.

Alguien la ha oído, pero no ha sido al cielo. Se llama Destino. Todos tenemos uno; es el narrador omnisciente que da vuelta a las páginas en que nos desplazamos.

—¿Qué quieres? —Ni siquiera me mira.

—Deberías tener un mejor trato con quien será tu nueva salvación.

—¿Y ahora qué planta te puso a masticar mi hermana, mocoso? —dice, pero no tarda mucho en descubrir hacia dónde va mi propuesta.

—Yo necesito un guardián y tú necesitas un nuevo diurnense para poder continuar con la metamorfosis.

—Pero tú podrías terminarlo sin mi ayuda —me interrumpe. Asiento.

—¿Qué quieres a cambio? —el tono de su voz es similar al siseo de las serpientes de Medusa.

—No vine a hacer ningún trueque —me mira con extrañeza, como si le hubiese hablado en una lengua que desconoce—. Yo... bueno, creo que esto haría feliz a Fiona.

Suelta la carcajada de una bruja que está a punto de morir en la hoguera.

—Así que por ahí va la cosa... —desciende de la roca con la agilidad del animal del que está disfrazada y me contempla con diversión—. ¿Qué te hace pensar que mi hermana, la chica que nunca se ha enamorado de nadie, se fijaría en un niño de doce años que habla como un anciano?

—Tengo quince. Además, la edad solo es un valor sin importancia. Los antiguos dioses griegos se enamoraban de los mortales sin importar que les llevaran siglos de diferencia.

—Pero tú no eres un dios griego.

Y tu hermana tampoco es la mortal de la que estoy hablando.

—Como sea —continúa al no obtener respuesta—, aun si decidiera ayudarte, ¿quién me asegura que la Orden me permitirá graduarme? Squirrel era mi diurnense asignado y ahora él está muerto.

—Bueno, no hay peor perdedor que el que no lo intenta.

Ahora es su turno de quedarse callada. Toma una de las navajas que seapilan en sus anillos y traza undelgado corte sobre la palma de su mano. Hace lo mismo conmigo, y cerramosel trato con un pacto de sangre.

EnsueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora