17. Lágrimas de orquídea [FIONA]

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~ FIONA ~

Escucho el canto de mi madre que resuena desde la cocina mientras recojo los últimos restos de vajilla que quedan sobre los tronquitos. El tintineo de las campanas avisa que alguien ha ingresado al lugar; levanto mi vista hacia la puerta para encontrarme con la figura de un hombre alto y ancho, vestido como un cuervo y con un parche de pirata puesto sobre el rostro de lápida.

—Señor, lamento informarle que el Panda ya cerró sus puertas —me apresuro a intervenir—. Pero si desea, mañana volvemos a abrir desde el octavo sol de la mañana.

—Es usted muy amable, jovencita, pero me temo que no hemos venido por la comida. —Con un movimiento delicado pero decisivo, el hombre se arranca el parche y deja al descubierto el tatuaje que le adorna el ojo izquierdo: un atrapasueños.

Mamá ya no canta. Me volteo hacia la cocina y mi corazón se convierte en piedra cuando veo que mi madre es amordazada por otros dos hombres que también se camuflan con las sombras.

—¡Por favor no le hagan ningún daño a ella! —Las palabras se rebosan por mi garganta como las lágrimas que comienzan a aparecer sobre mis mejillas. El hombre del ojo tatuado me apresa por detrás antes de que pueda hacer cualquier otra cosa.

—No le haremos ningún daño a tu mami si te comportas como una niña obediente. A ver esa auro... —Mi captor pausa su discurso de forma repentina—. ¡Ajax, ven a ver esto! — continúa mientras aprieta mi muñeca con más fuerza.

—¿Es la loba? —La sorpresa en la voz del otro atrapasueños es evidente, así como el temor en los inaudibles quejidos de mamá cuando lo observa acercarse en mi dirección.

—Mucho mejor que eso. —Puedo sentir su cálido aliento sobre mi nuca—. ¿Alguna vez habías visto algo parecido?

No lo había visto y quizá nunca volvería a ver algo así. No importa cuántos libros sobre la historia de Ensueño haya leído, o cuántos relatos sobre antiguos clanes que alguna vez gobernaron este mundo haya escuchado, mi aurora sigue siendo algo menos que un mito; un caso sin ningún tipo de antecedente; un misterio que va más allá de la fantasía.

—Es una... flor.

—Una orquídea, para ser más exactos —Corrige mi captor.

"Eres especial, mi pequeña flor", decía mi madre cada vez que me encontraba llorando en mi habitación porque, por no poder hacer las cosas que ellos hacían, los demás niños siempre se inventaban alguna excusa para dejarme por fuera de sus juegos.

El problema de que te repitan que eres especial es que al final te lo terminas creyendo, cuando la verdad es que hay una diferencia abismal entre ser especial y ser un defecto.

—Bueno, ¿y cómo es que una orquídea puede sernos más útil que la aurora de un lobo, Señor? —inquiere el escuálido atrapasueños con temor.

—Toda rareza debe ser vista como una ventaja, mi querido Ajax. Si no, ¿por qué crees que después de todos estos años te sigo manteniendo a mi lado?

Los atrapasueños comienzan a discutir sobre si deberían o no "arrancarme los pétalos", pero en mi mente solo hay espacio para las palabras que el líder ha pronunciado antes: «Toda rareza es una ventaja». Lo repito una y otra vez con los ojos fijos en la mirada suplicante de mi madre. Y, entonces, desato el caos.

Fuji, mi hermoso e insolente Fuji, entra en la escena como un destello de luz y, con sus puntiagudos colmillos, se enrolla en el cuello del opresor de mi madre. Aprovecho aquel momento de desconcierto para zafarme de mis captores, pero ellos son mucho más rápidos que yo, más rápidos que cualquiera. No alcanzo a dar ni un paso cuando ya tengo otra vez la asfixiante respiración de uno sobre mi cuello.

—Te pedí que te portaras bien, florecita —escupe entre dientes.

—¿Qué hacemos con esta, Áureo? —Ajax, cuyo aspecto me recuerda al de un coyote famélico, recupera su antiguo puesto junto a mamá. El otro atrapasueños, que es el más grande de los tres, se arranca al hurón blanco del cuello y lo lanza con fuerza hacia una esquina de la cocina. Si logro salir de esta, prometo ser menos piadosa con él.

—Me ofende que preguntes, compañero.

Me sacudo con fuerza, pero Áureo me retiene contra el suelo. Lo siguiente que veo es la mano encuerada que desciende como una guillotina sobre el rostro de mi madre, y aunque es ella quien recibe todo el impacto, no hay ningún centímetro de mi cuerpo que no esté agonizando.

—Muy bien, Ajax, pero esta vez asegúrate de que todos podamos escucharla.

Quiero gritar. Estoy gritando, pero mis gritos no son más que un eco dentro de mi pecho. El hombre libera a Mama May del trapo que tenía entre los dientes, pero sus maltratados labios permanecen cerrados. 

«Toda rareza es una ventaja». Saboreo cada palabra como si fuera la última y, antes de que el atrapasueños vuelva a poner su mano sobre mi madre, los ventanalesdel lugar se abren de par en par y todo lo que he callado se convierte en un remolino de hojas y platos rotos.

EnsueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora