37. La hija de Aaron

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Como la bombilla de un hospital, una luz incandescente me devuelve a la vida.

—Ya despertó, Jefa —declara la voz del hombre que me apunta con la linterna. Es Áureo, el atrapasueños del ojo tatuado.

—Bienvenida otra vez a casa, hija de Aaron —Aunque apenas comienzo a recuperar mi visión, no me hace falta ponerle un rostro para saber que estoy escuchando a la líder de los atrapasueños.

Me toma un par de segundos reconocer en dónde me encuentro: el viejo planetario. Y aunque sé que el tiempo ha transcurrido igual que en Ensueño, no puedo evitar pensar que las últimas semanas solo han sido un sueño.

—Debo admitir que tu guardián hizo un buen trabajo escondiéndolos en este lugar... Pero olvidó que estaban jugando al escondite con sabuesos —prosigue la pantera. Me pregunto si sabe que está hablando de su propio hijo—. Pero ya basta de juegos —continúa—. Entrégame el mapa.

—No sé de qué mapa estás hablando —intento decir, pero una bofetada con la fuerza de un zarpazo me interrumpe a mitad de la oración. Debo luchar contra el impulso de sobarme la mejilla cuando me doy cuenta de que mis manos permanecen atadas detrás de mi espalda.

—Veamos si con tu hermano eres mucho más complaciente—. La sola mención de mi hermano hace que todos mis músculos se retuerzan como si fueran víctima de algún veneno.

La mujer de melena negra se aparta de mi rostro para que pueda ver la figura de mi hermano en el fondo de la construcción abandonada: en medio de Ajax y Rhyno, los otros dos atrapasueños del clan, Jules permanece atado en un rincón y una súplica se hace visible en sus ojos de cristal.

Rhyno, el atrapasueños que parece de cemento, libera a mi hermano de la soga que tenía entre los dientes mientras Ajax, como un coyote travieso, presiona su garganta con una navaja que permanece atada a su índice.

—¡Dales lo que piden, Keana! —escupe con temor mi mellizo mientras unas gotas de sangre aparecen debajo del aguijón que se posa sobre su cuello.

—Por favor no le hagan daño. Por favor, por favor, por favor —Mi temblorosa voz se mezcla con las lágrimas que se deslizan por mi rostro como gotas de lluvia—. No sé de qué mapa están hablando. Nunca conocí a mi padre. Aaron. Ese es su nombre. Aaron Firelight. Eso es todo lo que sé de él. Por favor no le hagan daño...

—Ajax, aumenta la presión —ordena Gia como una ráfaga de viento.

Aprieto mis ojos para despertar de la pesadilla en la que me siento atrapada, para despertar lejos de aquí, pero no permanecen cerrados por mucho tiempo. Percibo las siguientes imágenes como una serie de negativos que empiezan a revelarse en el fondo de un tanque de agua: Rain moviéndose de un lugar a otro como un destello, mi hermano en el suelo con sus ataduras sueltas, Rhyno y Ajax sepultados entre los escombros.

—Me disculpo por haber llegado tarde a la fiesta —La voz de mi guardián se siente como el primer rayo de luz que se cuela en mi habitación por la mañana—. En mi defensa, nunca recibí una invitación —bromea mientras esquiva el cuchillo que Áureo lanza hacia su rostro.

Aprovecho la cortina de humo que ha desatado Rain para arrastrarme hacia donde está mi hermano, como una lombriz de tierra que teme ser aplastada por la suela de un zapato.

—No te preocupes, ¡llegas a tiempo para el brindis! —esta vez es la mujer pantera quien se lanza contra mi guardián.

A unos centímetros del cuerpo de mi hermano, encuentro la navaja que Ajax presionaba contra su cuello. Le doy la espalda para poder alcanzarla con mis manos atadas y, solo utilizando mis dedos, corto la soga que me aprisiona.

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