—¿Quieres escapar a la Tierra? —Es el saludo de Rain cuando lo encuentro junto al estanque donde ha pasado la noche.
—Buenos días para ti también —me quejo—. ¿Volver a la Tierra después de lo que pasó? ¿Dormiste con la cabeza hacia los pies?
—No seas aguafiestas, Bambi —refuta con una palmada sobre el profundo charco de agua para salpicarme—. Esta vez es distinto porque nadie nos estará secuestrando, solo seremos tú y yo: dos fugitivos haciéndose pasar por mundanos, ¿recuerdas? —Sin esperar una respuesta de mi parte, añade—: Además, podremos ir y regresar sin contratiempos. Ven, acércate.
Víctima de la curiosidad, me cruzo de piernas a su lado, como una niña que quiere aprender a pescar.
—Este será nuestro carruaje —continúa mientras me enseña lo que parece una canica, del tamaño de una aurora, de textura polvorienta—. Es un portal espejo de doble uso. Solo debo introducirlo en mi brazalete y tendremos un tiquete de ida y vuelta a donde queramos.
—Como los atrapasueños —pienso en voz alta.
—Los atrapasueños consiguieron recrearlo —me corrige—, pero esta es la forma en la que se transportan los Diurnos. Tomé este del cinturón de uno de los guardias del Palacio cuando nos devolvieron nuestras armas —sonríe con picardía.
—¿Y por qué tu afán por volver a la Tierra?
—Porque quiero conocerte como me habría gustado. En tu mundo. Mientras sigue siendo tu mundo, quiero decir... —En vez de una súplica, su mirada se muestra como un anhelo—. Porque desde que llegaste al mío, han sido pocos los momentos en los que hemos podido existir fuera de un proceso.
Cuando las palabras me abandonan, busco una respuesta entre el calor de sus dedos.
—¿Esto es un "sí"? —pregunta levantando nuestras manos entrelazadas.
Asiento.
—¿Pero qué pasará con los demás?
—Le dije a Fiona que nos encontraríamos en el Jardín de las onirias, justo para la Ceremonia de Culminación.
—¿Así que desde un principio asumiste que te acompañaría?
—Que quiera conocerte aún mejor no significa que no haya hecho un buen trabajo hasta ahora. —Ahí está otra vez, la más peligrosa de su repertorio de armas: esa sonrisa que se clava en tu pecho y te arrebata la vida sin derramar ni una sola gota de sangre.
Sin soltarlo, con los ojos entrecerrados por la explosión de luz, atravieso el aro azul que aparece frente a nosotros como un espejo, ansiosa por lo que encontraré del otro lado.
[ . . . ]
No voy a mentir: lo que Rain pintó en mi cabeza como una primera cita parecía más romántico que una visita el cementerio.
Pese a algunas dificultades técnicas (ambos aparecimos en medio de un baño público más concurrido que un almorzadero a mediodía), el portal nos dejó en la Estación Central del metro, pues Rain quería volver a probar la hamburguesa de lentejas de la noche en la que fuimos al planetario abandonado.
Tras caminar unas cuadras, el guardián hizo que nos detuviéramos en un viejo alquiler de trajes que pone en su aviso: Las telas de Cheshire, donde me escogió un vestido de encaje negro, como el que usaría una bruja de Salem, para, en sus propias palabras, "cumplir con el código de vestimenta". Por su parte, él decidió llevar puesto un traje de violinista sobre una camiseta que tiene bordado el logo de Los ornitorrincos holandeses.
—No sabía que la mercancía de Los ornitorrincos también se vendía en la Tierra —le dije.
—Los ornitorrincos resuenan en cualquier rincón del universo —se defendió, para luego confesar que, en realidad, el dueño del almacén alguna vez había sido un diurnense y, como todos los soñadores que desertan la metamorfosis, ya no era consciente de ningún recuerdo que lo atara al mundo de los sueños.
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Ensueño
Fantasy«¿Tienen los sueños el poder de afectar nuestra realidad?», es lo que no ha dejado de preguntarse Keana desde que sus pesadillas han puesto su vida en riesgo. Rain, un chico al que solo conoce en sueños, parece tener las respuestas que a ella le hac...