36. El Pozo de las tres verdades

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La escena se repite en mi cabeza como un viejo casete que se ha quedado atorado en una canción: las lágrimas de mi hermano cayendo como balas sobre mi hombro, los persistentes golpes de Rain y el huracán de ira que se desató en sus ojos... Las gotas de sangre de Zircon hirviendo sobre la tierra seca...

El chirriante carruaje se detiene sin avisar.

—Bueno, jóvenes, hasta aquí los acompaño —anuncia Froggie desde el asiento principal del vehículo, mientras acaricia a uno de los animales que nos ha traído hasta aquí. Recuerdo haberlo visto en el libro de Fauna de Ensueño que tomé prestado del librero de Fiona: Hipocampo de río, si bien recuerdo, un híbrido entre un caballo y un hipopótamo.

»Tienen que bajar por la quebrada hasta que se encuentren con un enorme arco de piedra por el que deberán entrar —indica el Chamán—. Sabrán cuál es el Pozo cuando lo vean.

—Ha sido usted muy amable, Señor —con genuino aprecio, Rain estrecha las pesadas manos del gordinflón diurnense—. En nombre de mis compañeros, pido perdón por todos los inconvenientes que trajimos a su hermoso hogar. Esa nunca fue nuestra intención.

—Nunca pidas perdón por los pecados de otro, muchacho —responde Froggie—, porque cuando tengas que pedir perdón por los tuyos, tendrás las manos tan sucias que nadie más querrá recibírtelas.

Rain asiente y echamos a caminar.

[ . . . ]

El riachuelo que nos acompaña corre lleno de recuerdos que intento apartar con los pies.

Es increíble como solo se necesitan segundos para que tu vida entera cambie sin previo aviso. Hace unas horas, en el Banquete de Medianoche de Froggie, mi hermano bailaba en los brazos de su guardián y, en ese momento, ambos brillaban más que la luna; ahora, mientras Fiona intenta consolarlo, ni siquiera la luna podría hacer que sus ojos se despeguen del suelo.

Hace un par de días, un chico llamado Squirrel, con sus chistes accidentales y bromas inoportunas, hacía que esta interminable prueba se sintiera como un viaje; ahora, el viaje ha terminado para él y ya no hay ninguna razón para reír.

Hace ya más de un mes, este mundo de sueños contrapuestos ni siquiera hacía parte de mis sueños; ahora, con un gigantesco arco de piedra que se alza sobre nuestras cabezas como la entrada a otra mágica dimensión, estoy a tan solo unos pasos de hacer de Ensueño mi hogar permanente y ya no existe otra cosa con la que me permita soñar.

—No voy a lograrlo.

La voz de mi hermano retumba como una roca que ha caído en un estanque.

—¿Qué dices, Jules?

—La metamorfosis —No me mira—. No voy a lograrlo, Kea. No sin...

No puede pronunciar el nombre de su guardián sin que las lágrimas amenacen con ahogarlo.

—Shh, shh —Tomo sus mejillas de bebé con ambas manos—. No digas eso, Jules. Te prometí que ambos llegaríamos hasta el final y así será —Un nuevo tono de azul, más tenue, más triste, se ha apoderado de sus ojos—. No estás solo. Yo... Yo estoy contigo. Siempre he estado contigo.

—¡Pozo a la vista! —irrumpe Rain con el característico entusiasmo que parecía haber perdido; sus manos se alinean como un telescopio sobre su ojo derecho.

Con la mano atada al brazo de mi hermano, camino hacia el borde del profundo túnel de agua. Mi reflejo se ve tan nítido como si estuviese parada frente a un espejo que conoce todos mis secretos, hasta los que son un secreto para mí misma.

—Una vez estén dentro, no habrá nada que podamos hacer para ayudarlos a salir —mi guardián se pone tenso a mi lado, como un perro pastor que defiende su territorio—. Solo serán ustedes y sus verdades, nada más.

EnsueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora