25. Un cielo sin estrellas

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—¿No puedes hacer una fogata con las manos para al menos poder ver por dónde vamos? —escuchar a muchos Squirrels hablar al tiempo por la resonancia de la caverna es peor que cualquier dolor de cabeza.

—No puedo hacer tal cosa como crear fuego con mis manos, solo puedo intervenir en aquello que la naturaleza ya nos ha brindado —explica Fiona mientras Fuji, que es mejor que cualquier brújula o linterna, le indica el camino que debemos seguir.

—¿Crees que...? —mi voz se entrecorta como un viejo casete estropeado antes de poder pronunciar su nombre—. ¿Crees que todos estén bien?

—Si le hubiese pasado algo malo a Rain —una mirada de insinuación aparece en sus ojos verdes—, o a Sienna, yo lo sabría.

—¿También pueden comunicarse telepáticamente? —interviene otra vez Squirrel, con la misma emoción de un niño que acaba de entrar a una juguetería.

—No es tan así —continúa Fiona—. De haber sido necesario, mis hermanos podrían haberme enviado un mensaje a través de sus auroras. Ustedes también podrán hacerlo cuando finalicen con la metamorfosis. De todas formas, si..., bueno, si no hubiesen tenido tiempo de avisarme, algo en mi interior me... —la oración se queda sin ser terminada—. No se muevan.

—¿Qué sucede? —pregunta Jules, con ese tono típico en él de querer controlar las cosas aun cuando la situación ya se le sale de las manos.

—Fuji —susurra la chica pelirroja, aunque cualquiera podría escuchar el temor que inunda su voz a metros de distancia—. Lo he perdido.

Tomo la mano de mi hermano, creo. Lo siguiente que veo es como un rayo de luz que rompe la oscuridad se abalanza sobre mi rostro y amenaza con dejarme ciega, para después detenerse sobre un Squirrel muy pálido y sudoroso. Detrás de él, una chica de rasgos orientales y corte de cabello recto, que también es quien apunta con la linterna, presiona una navaja contra la inexistente manzana de Adán del escuálido muchacho.

—Algún movimiento en vano y mi compañera rebanará la garganta de su amigo en lo que pronuncio mi nombre —nos advierte la voz que desde la oscuridad nos acecha como un murciélago. También es una chica—. Una vocal, cuatro consonantes y una es muda, así que más les vale no poner a prueba mi paciencia.

—Rehén equivocado —me susurra Julian al oído, a lo que respondo con un codazo a un costado de su estómago.

—¿Qué hacen aquí? —prosigue la voz flotante.

—Somos soñadores —hablo sin pensar, que es más bien una vieja costumbre—. Estamos dentro de la metamorfosis y..., bueno, se supone que aquí encontraríamos la segunda gema, pero un grupo de... atrapasueños nos separó de nuestros guardianes y ahora estamos atrapados en... esta caverna.

—Debieron haber empezado por ahí —otra linterna se enciende para revelar el rostro de la chica que nos habla desde las sombras: piel oscura, ojos de color avellana y su cabello permanece recogido en un abundante ramillete de trenzas.

—Bueno, no tuvimos tiempo —comenta mi hermano con ironía. Otro codazo.

—North. Mi nombre es North —North hace una señal a su compañera para que libere a Squirrel, que no dura ni dos segundos de pie cuando la chica asiática aparta la navaja de su garganta—. ¿Esto es de ustedes? —con un gesto de incredulidad, levanta a la comadreja del costal que se estremecía junto a sus viejas botas de exploradora.

—Gracias —Fiona recibe a Fuji con sus dos manos como un nido y siembra un beso esquimal en el hocico del animal con su pecosa nariz.

—Nosotras también buscamos las gemas diurnas —suelta la chica de piel café—. Encontramos un lugar para pasar la noche; si quieren, pueden quedarse, a no ser que prefieran pasar la noche en compañía de murciélagos y serpientes. Aunque... pensándolo bien, los escorpiones tampoco son mejores –levanta su brazo derecho para enseñarnos la silueta del insecto que habita el interior de su brazalete.

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