24. Una visita inesperada

1.7K 184 55
                                    


El silbato sonó y empecé a correr

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El silbato sonó y empecé a correr.

Todos estaban exhaustos, pero faltaban unos pocos minutos y nadie quería perder. Lo que había empezado como otro partido cualquiera se había tornado en algo mucho más competitivo, más brutal incluso, cuando Benjamín y Alister casi se habían lanzado a las manos por conseguir a sus jugadores. Fue gracioso, sí, pero Alister no se quedó de brazos cruzados al quedarse sin el dueto que hacíamos Nate y yo. Arremetió con todas sus fuerzas, animando a su equipo para que no nos dejase ningún momento para relajarnos. Todos ellos tomaron una posición de ataque que apenas nos dejaba espacio para avanzar, dejando la única posibilidad de defendernos.

Sin embargo, los esfuerzos del equipo contrario no habían sido suficientes para evitar que marcásemos. Costó más que otras veces, sin duda, pero se pudo encestar al final. Así, de pocos en pocos, conseguimos igualar el marcador y colocarnos cerca de la victoria.

Andrés intentó bloquearme más de una vez. Y si bien pudo la primera, no dejé que me impidiera seguir corriendo a las siguientes. Me escabullí entre los vacíos que dejaba, lanzándome hacia el lado contrario para aceptar después el balón, que acostumbraba a venir de parte de Nate o Benjamín, y luego, con todos intentando evitarlo, encestar y añadir puntos al marcador.

Escuché a Andrés, Tomás y Alister maldecir cuando los números estuvieron a la par. Y solo quedaba un minuto para desempatar, tiempo en el que pensaron que podrían ganarnos. Pero Benjamín no solo era el más tranquilo de todos, también el más estratégico. Y aprovechó la atención que residía en Nate para distraer al resto, para que apenas hubiera gente intentando bloquearme, para que la pelota se moviese entre los dos y yo pudiese finalmente lanzar.

Un pitido y acabado el partido.

―¡No!

El grito de Andrés fue enterrado por la celebración de mi equipo.

―¡El pequeño saltamontes se lució!

Benjamín vino a mi lado, alzó la mano y yo la choqué, correspondiendo a su sonrisa con otra mucho más amplia.

―Bien hecho ―dijo.

―Lo mismo digo.

Lulú estaba en las gradas saltando y moviendo los brazos esporádicamente, como si estuviese realizando una coreografía de animadora. Había estado haciendo eso desde el principio. La saludé y ella gritó «Ese Marcus como mola se merece una ola», pero pronto cesó su griterio cuando recayó en quién estaba a mi lado.

Le lanzó una mirada a Benjamín y luego giró la cabeza.

De reojo, noté que mi amigo había captado el mensaje y bufó, casi gruñendo, antes de marcharse y volver con los chicos que seguía celebrando frente a Alister y los suyos. Distinguí a Nate entre el pelotón. Estaba eufórico.

CaosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora